Me paran siempre en las calles mucha gente que comenta: ‘Oye, Héctor, tú estás hecho siempre con hembras y en fiestas’. Y nadie pregunta si sufro, si lloro, si tengo una pena que hiere muy hondo. Yo soy el cantante porque lo mío es cantar y el público paga para poderme escuchar. Pasión por la música, dolor en el corazón, tristeza, sufrimiento, pena, amor, alegría... Todo en una estrofa, todo en la garganta de Héctor Lavoe: El Cantante de los Cantantes, El Flaco de la Salsa, La Voz.
Fue el 30 de setiembre de 1946, cuando Puerto Rico lo parió en un barrio llamado Machacuelo Abajo, ubicado en el municipio de Ponce. Héctor Juan Pérez Martínez fue el nombre de pila elegido por Luis y Francisca para su hijo, ellos, artistas ocasionales, sostenían a su numerosa familia con una que otra interpretación. La vena musical estaba presente en Héctor desde su nacimiento.
Cada 30 de setiembre el mundo salsero, con sus fanáticos de cepa, recuerda el natalicio de aquel hombre que, a pesar de sus excesos, de sus depresiones y de una vida teñida por el dolor, se paraba en el escenario a contagiar a los bailarines –y a los que no lo eran tanto– con una voz privilegiada y con una calidad interpretativa digna de envidia.
Además, se viste de luto al recordar la repentina muerte de Héctor, cuando a sus 46 años falleció a causa de un paro cardíaco relacionado, entre otros padecimientos, con la enfermedad del sida, condición que se dice adquirió al inyectarse algún tipo de droga con una aguja infectada con el virus VIH , de acuerdo con la biografía publicada en su sitio web .
¡Grande, maestro! A pesar del doloroso deceso, Lavoe dejó detrás suyo una carrera imponente, nunca hubo duda de su talento y él nunca se cansó de demostrarlo, incluso en recordados y dolorosos conciertos al final de su vida.
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Comenzó a cantar en su pueblo natal, pero rápido se dio cuenta de que las oportunidades eran escasas para sus dotes vocales.
Buscó camino y se fue a Nueva York. Apenas alcanzaba sus 17 años y gracias a su potencia artística convenció a varias orquestas, entre ellas la New York y la Kako All Stars, de que deberían tenerlo en sus filas como cantante. También formó parte de la banda de Johnny Pacheco.
Su camino ya pintaba muy bien y en él se encontró con Willie Colón, quien lo contrató para ser el vocalista de su propia agrupación. Esta fue la punta de lanza de su trayectoria; al lado de Colón grabó éxitos como El malo y Canto a Borinquen .
Con el pasar del tiempo, la dupla compuesta por Colón en la trompeta y Lavoe en las voces fue exitosa. La fórmula los llevó a grabar más de 15 álbumes de estudio, todo un acontecimiento artístico para un género que se abría paso en una tierra ajena al sabor tropical.
Los problemas llegaron y la definitiva separación de los dos artistas se forjó; no había mucho por sanar y, por el contrario, la amistad acabó mal. Entre los motivos que provocaron la separación del binomio, fue la entrada a los vicios de Lavoe. Fue a finales de los años 60 cuando El Cantante empezó su vida de excesos.
El enojo fue el empujón que necesitaba Héctor para ser solista, fundó su propia banda y, con la complicidad de grandes autores que escribían para él, alcanzó más popularidad; su voz nasal se volvió su sello particular.
Colón y Lavoe luego limaron sus asperezas y continuaron trabajando juntos en los discos de Héctor.
Para finales de los 60, la empresa Fania Records ideó reunir a los grandes músicos e intérpretes de la época en una selección icónica. Era imperdonable que Lavoe no fuera parte de ella y fue así que participó también en la gigante Fania All Stars , cantando temas como el célebre Periódico de ayer .
Trágico. Se dice que Lavoe buscaba en las drogas, el alcohol, la fiesta y las mujeres un escape a su trágica realidad y puede que así haya pasado.
Siendo niño su madre falleció; años más tarde su padre y madrastra también murieron.
Su hijo menor murió de forma accidental al recibir una bala perdida (otra teoría dice que fue manipulando un arma de fuego). Ese, se dice, fue el pasaje que más le afectó a Lavoe.
Luego de eso, a su suegra la mataron, se incendió el apartamento en el que él vivía y tuvo que lanzarse del segundo piso del edificio. La caída le provocó varias quebraduras.
Años más tarde, tras una discusión con su mujer y luego de realizar un desastroso concierto, saltó del noveno piso de un hotel para quitarse la vida producto de la depresión, pero no lo logró.
En definitiva, la vida de Lavoe estuvo desde siempre destinada al éxito y la tragedia. En su vida artística alcanzó éxitos impensables; sin embargo, en el fondo, en lo personal, fue un hombre triste que buscó el escape incorrecto.