Marvia Padilla llegó a Costa Rica en agosto del 2018. En su bolso, algo de ropa y dinero. En su garganta, una voz tenue con la que ha denunciado abusos y torturas. En su pecho, la certeza de que su talento puede ayudarle a que no se olvide lo que está pasando en su casa.
“Me sentía desolada porque en Nicaragua quedaron mis libretas, mis canciones y escritos, pero aquí encontré otros artistas en las mismas condiciones”, dijo la cantante de 40 años, cuyo nombre artístico es Raiza Hope.
“Entre hermanos nos hemos ayudado”, recalcó.
Ella es una de los músicos nicaragüenses que buscaron exilio en Costa Rica cuando la represión en su país empezó a tocar la puerta.
Desde el inicio de las protestas contra el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo, la música fue un componente importante. Un 18 de abril iniciaron las represiones contra los estudiantes universitarios en León y ocho días después ya había llegado a YouTube la canción No podrán callarnos, compuesta y grabada por un colectivo de esa localidad.
“No puedo callar, tengo que luchar, sino más sangre inocente se derramará”, dice el coro de esta canción en la que suena una marimba que sirve como tambor de marcha.
Cantar y componer le dio fuerza a los músicos, pero también le dio energía a los que salieron a las calles a protestar contra la violencia, a los que estaban en trincheras, a los que aún esperan que liberen a sus compañeros y a los que han tenido que despedir a sus seres queridos.
Desde Costa Rica, al menos unos 10 músicos continúan componiendo y grabando para darle ánimos a los que siguen en Nicaragua. Entre ellos está Carlos Mejía Godoy, quien ha compuesto canciones como Los jóvenes de abril y Oremos, dedicadas a los estudiantes y sacerdotes que han defendido los Derechos Humanos en Nicaragua.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos señaló que en nuestro país vecino unas 325 personas han muerto en las protestas contra el régimen. Cientos están encarcelados y otros miles, heridos.
Los músicos nicaragüenses que hablaron con La Nación para este reportaje huyeron tratando de no volverse un número de esos. Huyeron porque alzar su voz en su tierra sería una sentencia de muerte.
“Soy una sobreviviente de las torturas del régimen de Ortega”, señaló firme Raiza Hope. En su música se guardan estas y otras realidades.
Madre en el exilio
La historia de la mayoría de los músicos que se encuentran en Costa Rica tiene un patrón en común. Allá tenían una vida normal, hasta que en abril, cuando el pueblo salió a protestar contra las reformas al seguro social, la represión se desató.
Los medios oficiales trataron de ocultar la situación pero las redes sociales no dejaban lugar a dudas: las manifestaciones pacíficas estaban teniendo la visita de una policía poco tolerante y pronto de grupos paramilitares.
Uno de los primeros frentes de resistencia a las fuerzas del gobierno se instaló en León. En un tranque (bloqueo) como le llaman allá, estaba Raiza Hope, junto con otros amigos artistas.
“De ahí enviamos mensajes a los otros compañeros que luchaban”, contó. Unos días después, fue secuestrada por las fuerzas militares en una casa clandestina.
“Estuve 24 horas detenida, no en la cárcel, sino en un lugar escondido. Allí fui víctima de torturas, entre otras cosas que me pasaron ahí, creo que las peores que le pueden pasar a una mujer...”, contó.
Después de ser liberada, a finales de agosto, intentaron asesinarle. En ese punto, la necesidad de viajar se hizo inminente.
“Lo último que hice antes de irme lo cuento en mi canción Madre en el exilio, así empieza; le dejé listo un vaso de leche en la mesa y agarré mi bandera azul y blanco y salí de la casa a luchar por mi país. La canción tiene audios que me envía mi hijo, que me dice que me extraña y me pregunta dónde estoy. Es el sentir de muchas personas allá”, describió Marvia.
La canción se está grabando en Costa Rica, en una casa que ha servido como punto de encuentro para varios artistas. La locación no puede ser revelada y el ingeniero de grabación tampoco quiso ser identificado.
Raiza Hope contó su historia a La Nación porque otros la contaron sin consultarle. Periodistas de Nicaragua hablaron de la “Comandante Colocho”, la única mujer que fue parte de los bloqueos en León y tomaron fotos de sus redes sociales.
“Esto es una pesadilla. La hora más difícil para mí es la mañana. Todos los días abro los ojos esperando que esto sea un sueño y no es así”, aseguró.
Ahora, como sus colegas encuentra refugio en la música.
Las luchas de Masaya
En Masaya, otra de las ciudades que inició los movimientos de resistencia al gobierno de Nicaragua, se encontraban músicos como Alma Rodríguez y Segundo Flores.
Alma, de 31 años, había construido una carrera musical de una década, como solista y como líder de un grupo de rock. “Allá yo tocaba en conciertos en bares, en teatros y otros lugares. Pero los toques de queda hicieron imposible seguir trabajando”, contó.
Ella decidió sumarse a la lucha escribiendo, denunciando y participando de los bloqueos. En medio de balas de la policía, escribió junto con sus compañeros mensajes de apoyo y así, se volvió un blanco para las fuerzas armadas.
“Para mí escribir canciones es una forma de expresar todo lo que he sentido y todo lo que he perdido. Nos quitaron todo. Yo tuve que vender mi sonido, dejar mi casa y todo lo mío para venir aquí”, contó.
En agosto, viajó hacia Costa Rica con su banda de rock y desde entonces ha tratado de rearmar su carrera aquí. En Guanacaste lograron armar algunos conciertos, pero la policía de migración fue alertada de que el grupo se presentaría (nadie sabe quién los acusó) y debieron correr hacia San José.
Alma, como otros músicos, ha tenido que buscar refugio en una casa de asilo.
“Gracias a Dios no he pasado hambres ni he tenido que dormir en la calle. Pero fácil no ha sido”, dijo ella.
Radicada aquí, grabó recientemente el tema acústico Nuestra promesa, que trata de darle ánimos a quienes siguen luchando en Nicaragua. La canción ha sido distribuida entre sus compatriotas por WhatsApp, el medio en el que su voz y la de otros músicos se ha mantenido viva.
No se puede callar
El caso de Segundo Flores es similar. Cuando iniciaron las protestas hicieron la canción Honor, seguridad y servicio, que usa como título el lema de la Policía Nacional de Nicaragua.
“Esa canción la hicimos llegar a esas fuerzas policiales y también la hemos hecho llegar a personas de organismos internacionales. La música ha ido contando qué es lo que pasa en Nicaragua y eso les duele”, comentó Flores.
Así comienza hoy mi lucha es el nombre de su canción, en la que cita las palabras de Álvaro Conrado, un joven de 15 años que murió en Managua, cerca de la Universidad Ncional de Ingeniería, herido por una bala en el cuello.
“Fueron de las balas de salva, a las balas de goma y finalmente las de plomo... Allá no quedó nada para nosotros”, señaló Mario Rocha, un profesor de música ahora exiliado en Costa Rica.
Rocha dice que ha tenido suerte. Se debió exiliar en el país, pero ha podido continuar trabajando como pianista y dando clases. “Allá cerraron las universidades en las que yo trabajaba y se puso muy violento, no había nada qué hacer”, expresó.
Él escribió la canción Navidad sin patria, en la que eleva una plegaria: “Señor Jesús he salido con mi familia huyendo del opresor, al igual que tú, José y María”.
Esta es la composición más ambiciosa, con Mario Rocha mostrando sus talentos como cantante lírico y por contar con varios instrumentos sinfónicos y un coro; todo hecho desde un estudio escondido.
“Lo que está pasando allá y lo que pasa aquí no se puede callar. La música tiene que seguir señalando todo esto”, manifestó Rocha.
Segundo está de acuerdo. “Vamos a seguir hasta que la gente de Nicaragua tenga su justicia, vamos a seguir haciendo música, por qué sino, ¿para qué estamos aquí?”, comentó.