Siempre que en el teatro se apagan las luces, aparecen los aplausos. En la primera noche de conciertos de Jorge Drexler en Costa Rica lo que todos escuchamos fueron aplausos que estuvieron engavetados por dos años.
Recién desempolvados, esos aplausos se habían conformado con largas playlists de Spotify y obsesivas repeticiones de aquel concierto que el uruguayo dio virtualmente a puerta cerrada desde el Melico Salazar el trágico 10 de marzo del 2020, día en que la pandemia explotó y canceló el primero de muchos eventos masivos.
En el calendario quedará el 4 de marzo del 2022 como la fecha de la magia: 730 días después (como canta una misma canción del uruguayo), el Melico atestiguó cómo Drexler apareció de las sombras para arroparse por la luz y los gritos de un teatro lleno. Se arrodilló y besó el piso: lo que por dos calendarios fueron unas tablas sedientas de música, finalmente fueron la escena que atestiguó el hechizo esperado. La música regresó para maravillar a todo aquel que creía que los buenos tiempos se habían acabado.
Una noche mágica
Sería impreciso decir que lo que Drexler hizo en Costa Rica fue un concierto con tintes políticos porque, aunque su cancionero está plagado de consignas puntuales, siempre son un canto a la vida, a la paz y a tener la empatía como una bandera.
“No hay guerra que valga lo que una vida”, cantó Drexler en Milonga de un moro judío para comenzar el recital. No hacían falta las palabras para saber a qué respondía su decisión de empezar con este tema.
“Es insensato y demencial tener el conflicto entre Rusia y Ucrania después de lo que nos ha dejado en claro la pandemia”, dijo. “Hace dos años estábamos en otro sitio, muchos no habían nacido, muchos murieron. Pero hoy muchos están enamorados, muchos han superado cosas inimaginables. Siempre es un buen momento para recordar que necesitamos una era de amar”.
Sus palabras quedaron al viento para, precisamente, interpretar la canción que se titula de esa forma. Era de amar permitió el ingreso del resto de la banda de Drexler; un puñado de músicos no solo talentosos sino también carismáticos. El uruguayo siempre mantuvo su mirada buscando al público y, cuando las luces del teatro se encendieron para hallar rostros en los asientos, lo que Drexler se topó fueron lentes empañados y mascarillas empapadas por lágrimas.
Volver a la música en vivo, con un artista como Drexler, parecía dar inicio a una nueva temporada emocional. En aquel triste marzo del 2020, el cantautor escribió una canción en su hotel titulada Codo con codo. La cantó diciendo que “lo que iba a ser un manual para lidiar con aquella situación, acabó siendo una triste despedida incierta”. Pero, como bien dicen sus canciones, cuando la certeza caduca siempre aparece una noctiluca que nos da esperanza.
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Justo esa canción -Noctiluca-, dedicada a su hijo, dejó a Drexler con la voz entrecortada. En el recital contó que compuso este tema en un momento depresivo de su vida. Perdido en una playa de Montevideo, vio en el mar una nube fluorescente de noctilucas que sirvieron como una profecía. Dos años después, tendría un sueño que lo regresaría a aquella costa y le ofrecería el nombre de su hijo Lucas. “Puede que este concierto sea nuestra propia nube de noctilucas”, dijo, sin temor a equivocarse.
El escenario se pobló, justamente, de luces y sombras que aparecieron en un fondo blanco. La silueta de Drexler se fusionó con la de sus músicos y, posteriormente, con los aplausos de una audiencia sedienta.
Tan pero tan sediento fue el público que, al final del concierto, Drexler debió salir y volver del escenario repetidamente para no dejar a nadie con ganas. En su recta final, tomó partida de canciones del álbum Bailar en la cueva para conmocionar a todos y, precisamente, el tema que da título al disco, fue el que rompió cualquier atadura.
Después de 24 meses sin conciertos, bailar se siente algo extraño, pero el hechizo de Drexler puede romper cualquier camisa de fuerza. Todos levantados convertimos al Melico Salazar en un refugio.
Sentir la pierna del extraño que se mueve a nuestro lado se ha resignificado; oler el sudor del señor que baila detrás de nuestra butaca se convierte en un grácil milagro.
Muchos no creímos que el mundo pudiera ser lo que era antes. Aún estamos lejos, pero conciertos como el de Jorge Drexler dan razones para que los clichés existan. Aunque decirlo sea un lugar común, puede que la música verdaderamente sea el salvavidas que tanto necesitamos. Las canciones de Drexler lo menos que pueden hacer por nosotros es convertirnos en mejores personas y eso nos acerca a la era de amar que tanto anhelamos y necesitamos.