Música

José José, el amor lo perdona todo

El domingo, si algo hizo Costa Rica por José José fue quererlo. Al público no le importó que ya no cantara como antes; ellos lo hacían por él. Lo que no pasaron por alto fue un show que no le hizo justicia

Durante hora y media, José José cantó sin parar. Repasó sus mayores éxitos y demostró tesón. Luis Navarro para LNEntregado. (Luis Navarro)

Cuando Nadia Rosas decidió ir al concierto de José José el domingo pasado, lo tenía claro: el príncipe de la canción ya no es el mismo de antes. Pero, como esta desamparadeña dice: “Un fan lo perdona todo”.

Igual le pasó a Argentina Alvarado, de 67 años, y quien se trasladó desde Alajuela hasta el Gimnasio Nacional en La Sabana, para verlo.

Estaban los fans avisados: el maestro vocal ha perdido su potente voz, pero había que verlo y hacerse presente para quererlo.

Y amarlo fue lo que hizo el público de Costa Rica. De pie lo recibió a las 7:53 p. m., y de pie lo despidió cuando, a las 9:30 p. m., el mexicano bajó del escenario aún envuelto en la música de El triste, canción que el público pidió a gritos.

Cuando se ama, se apoya, y eso pasó con José José. El Gimnasio Nacional no estaba lleno, había lugares vacíos, especialmente en la zona baja; sin embargo, el público cantó con él en Payaso, en A esa, en Gavilán o Paloma, en Me vas a echar de menos o en un midley que tuvo temas como Lágrimas y Más.

José José tocó corazones. Hubo gente en las primeras filas a las que les corría una lágrima por la mejilla. Logró conmover a pesar de que el escenario no le hizo justicia: pequeño (estructura de 10 metros) y con pobre o ningún concepto estético. Ni siquiera hubo un diseño de luces que al menos diera climas para guiar un show.

Conmovió a pesar del desastre de sonido y de un montaje que no estuvo a la altura de la estrella: “redes” alrededor de la zona baja y miembros de seguridad haciendo de cordones, en lugar de la necesaria barrera lateral, entre otros detalles y bemoles previos.

José José es un príncipe valiente. No dobló como lo hacen muchos de los artistas de hoy; cantó. A pesar de su dificultad, cantó.

El enemigo. Al príncipe no le tocó nada fácil. Dos días antes del recital –el viernes 12– se desató un lío entre la productora Big Showss y la Asociación de Compositores y Autores Musicales (ACAM) por el no pago a tiempo de la licencia de derechos de autor.

Eso mezcló su nombre con un hecho en disputa. También hizo que en horas de la tarde del domingo, en lugar de que se desbordara amor por José José, se viera en el Gimnasio Nacional a la Fuerza Pública y a las partes en discusión.

Esto acabó tres horas y media antes de la cita, cuando el extranjero Italo Antoniotti –que se presentó como asociado de Big Showss– sacó la cara por la producción local y aceptó la fiscalización de ACAM y el pago que generó el conflicto. ¡Tan fácil que era resolver eso antes!

Pero el acabose fue el sonido del concierto en un venue que, resulta cómodo para el público, pero cuyo techo de latas de zinc y paredes de cemento favorece el “rebote”.

Se sumó otro factor: el artista traía un sonidista que se ubicó atrás en el escenario y no de frente a los hechos ¡Cómo iba a controlar lo que le llegaba al público!

Un intento de mejora se dio una vez acabado el telonero. A Enrique Dodero y su banda le gritaban “no se escucha, no se escucha”. Y fue hasta que el equipo del mexicano lo permitió, que un técnico local, Gill López, movió un poco las bocinas. El Gimnasio lo aplaudió por el hecho y porque subía y bajaba con la agilidad del Hombre Araña.

Pero la suerte estaba dada. El sonido fue el enemigo: saturado, parecía aturdir a la gente, y el exceso de efectos en la voz hacían imperceptible lo que cantaba José José.

Hubo canciones en las que no se le entendía ni a las coristas cuando protagonizaron algún tema como lo fue en Te quiero así, que en sus años dorados el príncipecantó magistralmente en dúo con Lani Hall.

Fue evidente la molestia de los asistentes. “El sonido fue una cosa fatal. No importa que su voz estuviera desmejorada pero la música no se entendía. Me voy insatisfecha no de él, del concierto,” dijo Verna Zúñiga, quien estuvo en tercera fila.

Bien librado. José José, el gran ejemplo vocal de Latinoamérica, no brilla ya como el cantante que fue en los 70 o en los 80, pero como artista sigue siendo un gran maestro del escenario.

A cada canción, a pesar de lo casi doloroso que resultaba escucharle hablar, conversó con el público.

Fue gentil, amable, divertido –hizo chistes–. Fue caballeroso – el crédito a Rafael Pérez Botija, que Manuel Alejandro, que Juan Carlos Calderón– y fue galante; cuando le gritaron: “¡Te amo!”, él respondió: “Yo también los amo. Son mi familia de Centroamérica”, y con eso dedicó al público Amar y querer. Y el gentío cantaba con él, y por él, “el que ama todo lo da, todo lo da”.

Los asistentes vieron a José José como un ejemplo de tesón. “Encontramos a una gran persona y después de haber estado en terapia intensiva, ahora lo vemos ahí parado. Eso es ejemplar”, aseguró Marcos Zúñiga. Llegó desde Coronado.

Sin embargo, la gran pregunta es: ¿Este es el concierto que se merece un José José?

“El final de una carrera continental como la de José José no debe ser así. La producción, su producción personal, no lo está ayudando. José José debería tener un espectáculo digno de un final grandioso, que le permita a la gente recordarlo como lo que es, y no un concierto de poca monta que no le suma, le resta”, concluyó el crítico de música Alberto Zúñiga.

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