Kany García no es la misma tras el paso de la pandemia. Si bien su música sigue igual de inclaudicable y su dominio del escenario no perdió ímpetu, ella admite que el pasar dos años metida en casa la ayudó a relajarse un poco, a dejar que las cosas fluyan y a no agotarse en la búsqueda de la perfección. No todo puede estar bajo su control y hoy lo acepta.
Todos hoy somos distintos, tanto el púbico como la artista. Ella, finalmente liberada de las restricciones, encabeza una gira con sabor a desquite y reencuentro que la lleva por toda Latinoamérica, ya sea para darle nuevos aires a canciones indispensables de su carrera y de las que el público se apoderó hace años o bien para mostrar la nueva cosecha, esa que labró en los largos meses de confinamiento.
Kany tiene mucho para contar. Si bien su nueva filosofía de vida le dicta que no puede escribir nada en piedra, confía en que su esperado regreso a Costa Rica se dará tal y como ella y su fanaticada ansían. Aquí, la cantautora puertorriqueña actuará el próximo sábado 7 de mayo, en el Anfiteatro Coca-Cola, de Parque Viva. Producido por Move Concerts, el concierto significará la tercera presentación de la artista en nuestro país, tras sus recitales del 2017 y 2019.
Las entradas tienen precios que van de los ¢29.500 a los ¢65.000. Aunque la venta ha sido acelerada y se anticipa que el recinto gozará de una concurrencia notable, aún hay boletos disponibles para quienes no se han decidido en el sitio web Eticket.
Frente a frente
El pasado 25 de marzo, Kany echó a andar la gira frente a los suyos, cuando protagonizó el primero de dos llenazos absolutos en el Coliseo José Miguel Agrelot de Puerto Rico (o El Choliceo, como le llaman de cariño en San Juan a esa arena).
Gracias a las facilidades brindadas por Move Concerts, ‘La Nación’ viajó a la isla para entrevistar a la artista, quien aquella noche vivió un emotivo reencuentro con un público que la adora. Kany es profeta incuestionable en su tierra, donde se le precia como una figura valiente que dice las cosas como son, poseedora de una facilidad natural para meterse en los zapatos de los demás.
En su show se abre la puerta a cualquiera: con ella la diversidad se extiende a todo lo que el concepto permite. Sus baladas, sus piezas más roqueras, las tonadas desenfadas de aires caribeños y las canciones que abordan sin miramientos temáticas sociales cubren por igual a personas de todas las edades, géneros y procedencias. En las filas de su concierto se aprecian parejas jóvenes del mismo sexo y matrimonios mayores que se acompañan con sus hijos o nietos. Y, desde luego, hay notoria presencia de grupos de amigas que encuentran causa común en la música frontal de García.
El repertorio que presentó esa noche y que probablemente será el mismo que traerá a Parque Viva balancea sus éxitos indispensables de siempre -Soy yo, Quédate, Amigo en el baño, Hoy ya me voy- con éxitos más frescos, al estilo de Agüita de coco, DPM y Titanic. Con canciones de ese calibre no hay pierde.
A lo largo de dos horas de show, invitados sorpresa (¿tendrá un as bajo la manga en Costa Rica?) y francos intercambios con el público, Kany García dejó el escenario feliz... por todos los motivos. Finalmente había roto “la abstinencia” de dos años de experiencias virtuales y distanciamientos. Apenas habían pasado unos minutos de la nota final y la gente, extasiada, emprendía el camino de regreso a casa cuando la artista sacó unos minutos para conversar con nosotros, ya con la mira puesta en el resto de la gira y su próxima escala en Costa Rica.
Este es un extracto de la entrevista.
-Los artistas están muy acostumbrados a ser visitas, a ir a cantar a la casa de otra gente pero para el inicio de esta gira estabas en tu casa, con tu gente. ¿Qué tal lo viviste?
Siempre es complicado. Creo que cuando le cantas a tu país conoces su cultura, su idiosincrasia, lo que le preocupa y le duele más, entonces la tienes clara para armar el show pero estás muy comprometida. Esas cargas adicionales de estar en Puerto Rico no me pasan en Costa Rica o en el resto de Centroamérica o Sudamérica; es diferente. Aquí siempre es distinto.
-Armar un setlist siempre es difícil, tenés que “sacrificar” un hijo o una hija de años pasados para hacer espacio al materia nuevo. ¿Cuán difícil fue armar este repertorio?
No fue tan complejo porque, al menos en mi caso, trato de ser público antes que artista cuando defino el repertorio. Pienso en mí cuando voy a los conciertos y digo ‘¿por qué demonios este artista no canta esta canción que es su éxito más grande o esta canción que me hizo conocerle?’. Entonces siempre salgo de los shows con esa pregunta y creo que viéndolo desde el público pienso en esas canciones que no quiero que haya cuestionamientos cuando acabe mi concierto. Y así armó el repertorio. Trato de que sean éxitos; siempre hay espacio para algo que no fue sencillo pero que son canciones que tienen algo que contar y que por eso las añado. No se me hace pesado, porque la gente se vuelve en el hilo conductor en lo que voy a hacer al final del camino, ellos son los que hacen el libreto.
-Fueron más de dos años de no poder estar frente a la gente, de acostumbrarte a presentaciones virtuales, lives y redes sociales. Hablemos de las enseñanzas que algo tan inesperado como la pandemia te dejó a nivel personal y artístico.
A nivel artístico el dejar de ser tan exigente, pues empecé a grabarme desde casa, sin la posibilidad de estar con todos mis músicos, y eso hoy me ayuda a relajarme cuando hay problemas de lo que sea, algo con el audio, las luces... al final la gente lo que le interesa es que conectó con una canción y no está pendiente tanto de si se escucha perfecto el guitarrista o la voz. Antes de la pandemia era más perfeccionista con eso y hoy me doy cuenta que aún sin los escenarios la gente sigue estando ahí, y eso me cambia la perspectiva para pasármelo mejor en los shows.
A nivel personal hay muchas que tenían que ver con ser súper planificada y hoy soy más de fluir, de si se da esto bien y si no... Con la idea, el lujo y el gusto de desear estar en Costa Rica el 7 de mayo pero a sabiendas de que cualquier cosa puede pasar, y un poco también de no aferrarme a las cosas que no puedo controlar.
Y ahora sí, ya viendo a la gente no en un monitor, sino frente a frente...
Es una locura...
¿Ahorita cómo te sentís?
Fue loco. Yo estaba muy bien hoy hasta 10 minutos antes de subir (al escenario), que ahí fue como que me entró este síndrome de abstinencia de no estar frente a la gente, y de decir que esto va a pasar, no frente a 1000 o 2000, sino frente a una casa completamente llena, con 14.000, 15.000 personas, es mucho.
Hay una cosa como de shock que tienes que trabajar contigo. Es volver al servirle al otro, a pensar en el otro, a pensar en la gente que está aquí más nerviosa que yo, pensando en que están aquí exponiéndose, algunos con mascarilla, otros sin, a sabiendas que aún con esto de la vacuna uno nunca sabe. Estas personas hace rato no vienen a ver un concierto mío, entonces cuando pienso en ellas y ellos me relajo yo. Pero sí, esos últimos 10 minutos son mortales.
Tras ver tu concierto el mensaje que me llevo es un gran llamado a la empatía. Hay momentos emotivos, divertidos, otros más profundos pero lo que se lleva uno a la casa es la empatía. No sé si eso es lo que te propusiste.
La verdad que sí, de alguna manera. Es un show que llama no a ser tolerante, sino empático y solidario con todo, con el dolor ajeno, con el dolor que a veces no es nuestro pero se le ve en el otro. La gente a veces se cree que es un país y que mis problemas son los más grandes del mundo. El show es una manera de proyectar innumerables diversidades, situaciones. Si bien la gente está ahí por Kany, en el show se expone a una cantidad de cosas; los tengo medio atrapados, y eso me fascina.
En tus conciertos el público es muy diverso en todos los aspectos. En edades se ven, por ejemplo, señores mayores a lo mismo que niños. El público al que le llegás es muy amplio. ¿Cómo sentís al ver tanta gente distinta?
Para mí es increíble pues estamos hablando de una generación que ya puede pasar los 40, 50 años, y luego pensar que la música que uno hace está llegando también a niños de 6, de 7, de 11 años, pues hace que uno sienta que, como carrera, le queda mucho camino por delante. Segundo, la responsabilidad de cuál es el mundo que le estoy presentando a esa nueva generación y que lo tenga en su radar. Trato mucho en el show de jugar para ver cómo ataco a todas esas generaciones. Ver esa diversidad es algo de lo más lindo que he podido lograr.
Los visuales son impresionantes y amarran muy bien con las canciones. ¿Con quién los trabajaste?
Los trabajé con dos chicos, Jampi (Miró) y Raúl Cosculluela, puertorriqueños. Los obligué a que escucharan todo mi repertorio. Me senté con ellos ha hablarles de donde escribí las canciones, de por qué las hago, de mi manera de pensar, de visualizar mis shows, de que no es un show solo para Puerto Rico sino que se va a presentar en toda Latinoamérica. Quería que las imágenes vayan de la mano de lo que soy, de la propuesta del show a nivel musical, del sentido de los mensajes y de lo que ha sido un repertorio de 15 años para que las canciones fueran actualizadas. Fueron conversaciones de seis meses, de mucho tiempo.
Y te voy a ser honesta: no vi los visuales hasta una semana antes del show y tenía mucha ansiedad... ¿y si no me gusta nada de eso? Y qué bueno es cuando la gente te escucha, cuando la gente te percibe y te atiende. Parece fácil pero escuchar es una gran labor, pues a veces tienes una conversación y la gente se lleva la mitad. Por eso cuando vi los visuales les dije: ‘qué bien me tienen leída’.