
Es una tarde soleada en la universidad de Columbia, en Nueva York, aunque con algunas nubes. De un gran auto sale un hombre bajito vistiendo una camisa fresca, un pantalón color crema, el cabello trenzado, pero echado para atrás –para mantener la formalidad–, y una gruesa cadena plateada colgando del cuello.
Es Kendrick Lamar, el primer rapero en la historia que gana el Premio Pulitzer en música.
Hasta ahora el premio solo había sido entregado a música académica y jazz. Pero las composiciones de su álbum DAMN., tuvieron suficiente importancia cultural para conferirle la medalla dorada este miércoles 31 de mayo.
.@kendricklamar is in the building. “We’re both making history,” #Pulitzer Administrator @DanaCanedy told the Pulitzer music award-winner as he entered today’s prize luncheon. pic.twitter.com/Tg3cMQiLOH
— The Pulitzer Prizes (@PulitzerPrizes) May 30, 2018
La medalla del Pulitzer es una de las instituciones más respetadas y codiciadas entre los contadores de historias, sean fotógrafos, escritores de ficción, periodistas, y desde 1943, músicos.
“Es una virtuosa colección de canciones unificadas por su autenticidad vernácula y su dinamismo rítimico”, explicó el presentador del premio. “(El álbum) ofrece viñetas que capturan la complejidad de la vida del hombre afroamericano moderno”, agregó.
“Es un honor, he escrito toda mi vida y recibir este tipo de reconocimiento es algo hermoso”, dijo Lamar, quien es el segundo compositor más joven en recibir este premio.
El público lo recibió con una ovación al escenario.
Selfie time @PulitzerPrizes: @RonanFarrow @kendricklamar David Remnick. Annie Leibovitz is behind me getting the shot. #pulitzer pic.twitter.com/PPwkYVqYmK
— Michael Luo (@michaelluo) May 30, 2018
Violento, sarcástico,
Fue con DAMN. –álbum que vendió 610.000 copias en una semana– que Kendrick Lamar hizo historia, pero su forma de trabajar ha sido consistente en los últimos 15 años.
El artista, de 30 años, creció en Compton, uno de los barrios más pobres y violentos de Estados Unidos, y uno que se dio a conocer a inicios de los años 90 por los raperos Dr. Dre y Ice Cube, de N.W.A., y, más adelante, por Tupac.
Su triunfo es más que una herencia, es el desarrollo esperable de un artista que no solo ha mostrado lo que ocurre en los barrios olvidados por el sistema, sino la forma en que quienes viven eso evalúan cada uno de esos pasos.
Lamar ofrece en DAMN. su visión de un Estados Unidos dominado por Trump y con una comunidad afroamericana atacada y afectada por una cultura racista.
“DAMN. combina el mensaje político de To Pimp a Butterfly (2015), el sonido potente de Good Kid, M.A.A.D. City (2012) y la honestidad de Section.80 (2011)”, señaló el rapero en una entrevista con Beats 1.
En el tema ELEMENT., de DAMN., deja claro que creció viendo todos tipos de violencia, y aunque no quiere asociarse a ella, se molesta por todos los que fingen tener un pasado complicado para tener validez.
La canción es violenta, sarcástica, humorística y tiene un ritmo bailable. Es la representación misma de cómo DAMN. se volvió un clásico instantáneo.

“Siempre fuiste el chico que pensaba de más las cosas. Qué dices, ¿pegarle a un negro y hacerlo verse sexy’? pero puedes hacer reir hasta a un perro”, le escribió a Kendrick su mamá, refiriéndose al coro de ELEMENT.
Él publicó orgulloso el mensaje de texto original en su cuenta de Twitter. Cinco meses después, Lamar había vendido 2,2 millones de copias digitales y físicas del disco.
Un amante del oficio
El proceso de este disco es también un reflejo de la excelencia de Kendrick como artista.
“Yo no llego al estudio sino tengo un 80% del trabajo premeditado, porque para mí, se trata de lograr la mejor ejecución de los proyectos.
”Puedo trabajar mil ideas, pero si no están bien ejecutadas, no se siente como estar en casa”, le dijo Kendrick Lamar a Zane Lowe.
Las sesiones de grabación de DAMN. ocurrieron durante gran parte del 2016, con improvisaciones en vivo con un grupo de jazz, pasando días entero oyendo referencias musicales (Blonde de Frank Ocean fue una de ellas) y, por supuesto, con Kendrick escribiendo solo.
DAMN. cambiaba todos los días. Las impovisaciones con banda en vivo fueron cambiadas en algún punto por ciertos beats electrónicos. Algunas colaboraciones fueron eliminadas y otras, como la aparición de U2 en el tema XXX, llegaron al último minuto.
Temas como PRIDE. Fueron modificados durante todo el año y ELEMENT., tuvo hasta 25 versiones. HUMBLE. fue un trabajo de dos semanas. En DNA, la grabación de las intensas letras vino primero que la música, para construir "desde arriba". la canción. Todo resultó variado, pero todo fue calculado.
“En algún momento pensé que él se estaba volviendo loco”, dijo el artista Zacari, quien escuchó varias canciones que finalmente no aparecieron en el disco y colaboró con LOVE.
La mayoría de los colaboradores no sabían si sus aportes saldrían al final en el disco.
Pero esa era parte de la magia, acomodar y desacomodar todos los sonidos de la misma forma en que Kendrick Lamar juega con el lenguaje.
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“Amo las palabras, amo poder doblarlas, torcerlas, voltearlas, e incluso manipularlas. Eso es lo que muestra tu capacidad en el oficio, ese talento para tomar dos palabras que no necesariamente riman o dos ideas que no necesariamente calzan y ponerlas a funcionar juntas”, le dijo a Beats 1.
Legado

DAMN. obtuvo una “edición para coleccionistas”, en la que las 14 canciones tenían el orden invertido para revelar mejor la narrativa.
DUCKWORTH., la última canción (y la primera en esta versión) cuenta cómo el padre de Kendrick –Keny Duckworth– y el presidente de la disquera que lo firmó –Anthony Tiffith– se conocieron hace unos 20 años, cuando el primero trabajaba en KFC y el segundo había matado a los que atendían en un restaurante de la misma cadena.
El señor Duckworth le daba biscuits y pollo gratis a Tiffith para evitar problemas, y eso lo hizo conservar su vida y la posibilidad de criar a su hijo.
“¿Quién diría que el rapero más grande de todos saldría de las coincidencias?”, canta Kendrick Lamar, ironizando y celebrando el asunto.
Es esa claridad a la hora de ver el mundo la que hace el trabajo del rapero uno tan valioso como el de cualquier escritor o periodista.
Sin su voz (y cerebro), el mundo no tendría canciones como DUCKWORTH. o Allright, en las que muestra su entereza filosófica, su destreza como rapero y su capacidad de señalar la esperanza en un panorama violento.
Y a este mundo, lamentablemente, le urge esa esperanza.