No hubo espacio para quedarse quieto, no fue necesario descansar, no se podía. La noche prometía sabor, cadencia, calor y energía; por supuesto, todo provocado por la bachata, el merengue y la música con tintes latinos y caribeños del dominicano Vicente García. ¡La bailada fue intensa!
En pocas palabras, fue una noche para gozar y para vivir el orgullo de las raíces latinoamericanas. El concierto que ofreció García el domingo 13 de octubre en el Club Pepper, en Curridabat, quedará en la memoria de sus fans como un espectáculo de orgullo por el sabor que corre por la venas de América Latina.
El pretexto de la cita con el dominicano fue la gira de Candela, tercer disco de estudio del artista originario de Santo Domingo, pero el recorrido de las canciones fue una visita por diferentes géneros y sonidos que ha exaltado también en sus otras dos producciones como solista: Melodrama (2011) y A la mar (2016). Entre bachatas y merengues –esos que honran su origen– pero también entre reggae e influencias del blues, jazz, soul y salsa, Vicente dio una cátedra de buena música la noche del domingo.
LEA MÁS: El merengue se renueva en el talento de Vicente García
No solo fueron las fusiones y las experimentaciones que presentó en sus piezas lo que hizo que el artista encantara a sus seguidores en Pepper, sino también la versatilidad que muestra al interpretar varios instrumentos, además de la perfecta simbiosis que logra en el escenario con los ocho músicos que conforman su banda.
Punto y aparte merecen estos grandes artistas que entre emoción y alegría (que se les nota mucho en la tarima) muestran un talento envidiable en la interpretación. Entre trompeta, saxofón, gaita colombiana, maracas, acordeón, tambora, güira, batería, piano, bajo y guitarra, la banda es la encargada de tocar en vivo lo que García experimenta en el estudio; una labor complicada si se toma en cuenta la amplitud de géneros y sonidos de diferentes culturas que fusiona el dominicano en su música.
De pocas palabras, pero muy enérgico en escena. Vicente conectó con su público durante la presentación desde que puso un pie en el escenario y se agachó para tocar con sus dos manos el entarimado como una muestra de respeto a lo que sería su hogar por poco más de una hora y media. El concierto comenzó tarde, aproximadamente 45 minutos después de lo pactado, según informó la organización el retraso se debió a la revisión de unos documentos por parte de la policía de migración; pero nadie se movió de Pepper.
Solventado el asunto burocrático, Vicente arribó a escena. Guatú –que en el lenguaje de los indios taínos significa fuego– fue el abrebocas de la velada, algo así como una promesa de lo que se iba a sentir en el ambiente: puro fuego a partir de la música. En la canción que usa como entrada a su disco Candela, el artista demostró su facilidad con la kalimba, instrumento de origen africano que le dio sabor a esa primera interpretación donde ensalzó la influencia de la cultura afro en este continente.
Revoluciones
La ruta del concierto iba a ser un viaje por historia e investigación, por baile y alegría. Con una amplitud de lenguaje tradicional que nos une e identifica a los latinos, las canciones de la noche repasaron historias de amor, de desilusión, de esperanza y, por supuesto, las memorias de nuestra idiosincrasia.
Entre el desmayo que provoca el desdén de un mal amor con la canción El yeyo, hasta el ofrecimiento de una parcelita de tierra taína y una flor para conquistar al ser amado en Un conuco y una flor, todo el desarrollo del espectáculo fue así, un tributo a las raíces de la música y a las situaciones que nos representan.
LEA MÁS: Vicente García: un dulce homenaje a la cultura dominicana
El artista, sus cómplices de la banda y el público que asistió al espectáculo no pararon de bailar. La energía fue contagiosa, tanto que no importaba tener una pareja para mover las caderas, todo Pepper se convirtió en un salón para desahogar las penas a ritmo de la música, para zapatearlas con muchas ganas.
Una de las canciones más esperadas de la noche llegó muy rápido y con una sorpresa especial. La cantante costarricense Kumary Sawyers, de la banda Un Rojo, se unió a Vicente en las voces de Dulcito e’ coco, tema del que habían hecho una versión juntos en Costa Rica. La tica tomó el micrófono y con su potente, y a la vez dulce voz, le imprimió un toque especial al momento.
Cuando la bachata se hizo presente se sentía todavía más el calor en el lugar. Ahí ahí es una bachata fusión donde también predomina el uso de sintetizadores y que se combinan con la base rítmica del trap y los sonidos vocales de los coros zulú. Ante aquella expresión artística ejecutada en vivo no quedó más que volverse a rendir y bailar la pieza romántica que le canta a una relación sentimental intermitente.
En resumen, hubo Perico Ripiao, ese merengue tan representativo de Dominicana. Hubo sentimientos africanos, orgullo latino, alegría y picardía, la bachata más romántica, las canciones que representan la vida del trabajador del campo, otras que tributan admiración al labriego o las que hacen una oda al mar Caribe y a sus playas de arena blanca. Sí, fue un concierto de música latina de alta calidad.