E n noviembre de 1989, no se podía estar en otro lugar. Todos querían acercarse al borde del “mundo occidental”, donde todo estaba cambiando. Berlín había sido la frontera artificial por décadas, gracias a su muro infame. De pronto, el 9 de noviembre, empezó a caer, pedazo a pedazo.
Cuando el célebre chelista Mstislav Rostropovich escuchó por la radio que el Muro de Berlín caía, en su apartamento parisino, supo que era allí donde debía estar.
Tomó un avión de inmediato. Las fotografías lo inmortalizaron cuando, al pie del paredón manchado de grafitis, tocó la zarabanda de la Segunda Suite para violonchelo de Bach. Era el sonido de la libertad, interpretado por un artista de Azerbaiyán que había huido de la opresión cotidiana tras la Cortina de Hierro.
Como Rostropovich, quienes habían luchado de una u otra forma, con verso o canción, a favor de la libertad, querían presenciar el fin de una lucha entre hermanos alemanes cuyo monumento ominoso era el muro de 1961.
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Los videos de jóvenes alemanes escalando las paredes y abrazándose sobre las paredes de la frontera abierta recorrieron un mundo ansioso de esperanza.
Cedía la ansiedad de la Guerra Fría y su amenaza nuclear, un tema que recorrió el pop de los años 80 en exitosas canciones.
Miedo. En 1982, el guitarrista de la banda alemana Nena disfrutaba de un concierto de Rolling Stones en Berlín Occidental, cuando vio que se lanzaron docenas de globos rojos al aire. Se preguntó si, al cruzar los globos el muro, los del Este lo considerarían un ataque. Así nació la idea de 99 Luftballons (99 globos rojos), el mayor éxito de la banda y uno de los sencillos definitivos de los años 80.
Bandas como Ultravox ( Dancing With Tears in My Eyes ), The Smiths ( Ask ) y Alphaville ( Forever Young ) ironizaban con la posibilidad de que “la bomba” cayera y estallara una nueva y devastadora guerra. Por dos décadas, el mundo había vivido entre amenazas de bombardeos y demostraciones de fuerza de las potencias. Pronto, esa era llegaría a su fin.
Ningún incendio empieza sin una chispa, canta Bruce Springsteen. El Jefe encendió una el 19 de julio de 1988, en un histórico concierto que unos 300.000 berlineses del este escucharon. Springsteen estaba enojado con las autoridades comunistas, según un libro de Erik Kirschbaum, porque lo habían engañado al titular su presentación “Concierto de ayuda a Nicaragua” sin su consentimiento.
El libro relata que un oficial alemán les dijo a los estadounidenses que tocar “en honor a Nicaragua” no era gran cosa: era justo como tocar un concierto para PepsiCola en Estados Unidos. Sin embargo, Springsteen dijo que él no tocaba para PepsiCola en casa y que no tocaría en apoyo a ningún gobierno en Alemania. Lo convencieron de tocar, aunque el tiquete dijera aún “Concierto para Nicaragua”.
Springsteen se vengó. Al inicio de Chimes of Freedom , les dijo en alemán : “No estoy a favor ni en contra de un gobierno. Vine a tocar rock and roll para ustedes, con la esperanza de que, algún día, todas las barreras sean derribadas”. Todos sabían de cuáles barreras hablaba.
Klaus Meine, cantante de la mayor banda alemana de rock , Scorpions, se relajaba en un club parisino con sus compañeros de banda cuando vio, tras la barra, un televisor que emitía lo imposible: el muro desbordado por los jóvenes de ambos lados.
Con Scorpions, Meine había tocado la canción Wind of Change por primera vez en agosto de 1989, en Moscú. Ya entonces le parecía que algo estaba por cambiar. No sabía que la pieza se convertiría en el himno por excelencia de la reunificación.
El Este y el Oeste se unían en el célebre silbido de Meine y la letra: Take me to the magic of the moment / On a glory night ( Llévame a la magia del momento / en una noche de gloria ). Diez años más tarde, para celebrar la caída del muro, Scorpions tocó la pieza con 160 violonchelistas dirigidos, por supuesto, por Mstislav Rostropovich.
Cambios. Contrario a lo que muchas personas aún creen, el muro no cayó de inmediato y para la reunificación habría que esperar algunos meses.
Sin embargo, la fiesta comenzó pocos días después del primer golpe al concreto. Ya el 21 de noviembre, Crosby, Stills & Nash tocaron Chippin’ Away frente a la Puerta de Brandemburgo, invitando a derribar a golpes la injusta separación.
Conforme se acercaba el fin de año, la idea de una nueva era se respiraba en el ambiente. El 25 de noviembre, el celebérrimo director Leonard Bernstein reunió a una orquesta y coro únicos con músicos de las dos Alemanias, la Unión Soviética, Francia, Estados Unidos y el Reino Unido (todos los países que habían fraccionado Berlín tras la Segunda Guerra Mundial). Tocaron la Novena Sinfonía , de Beethoven, pero, al cantar la Oda a la Alegría , cambiaron la palabra “alegría” por “libertad”.
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Ese también fue el canto de David Hasselhoff, cuya popularidad como cantante en Alemania siempre fue un enigma en Estados Unidos. A pesar de la dudosa calidad de la canción, el gesto sobrevive: él recibió el Año Nuevo de 1990 cantando Looking for Freedom ( Buscando la libertad ).
Berlín se había convertido en el puente entre el Oeste y un Este que pronto parecería dejar de estar tan lejos –aunque aún quedaban varios meses para que la Unión Soviética colapsara–.
Las celebraciones continuaron a lo largo de 1990; el apogeo fue cuando Roger Waters interpretó el álbum de Pink Floyd The Wall en la Potsdamer Platz, el 21 de julio. Bon Jovi, Scorpions, Bryan Adams, Sinéad O'Connor, Cyndi Lauper, entre otros, lo acompañaron en una fiesta que ya era de todo el mundo.
Por un breve momento a finales de los años 80, el mundo se reunió en Berlín. La paz, por primera vez en décadas, parecía real.
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