Dicen las viejas lenguas de la sabiduría popular que uno siempre regresa a los sitios en los que ha sido feliz.
Quizá esa era la sensación que les recorría el cuerpo anoche a los músicos de la Orquesta Filarmónica, quienes se reencontraron con su público en Parque Viva y permitieron aflorar los recuerdos de todo lo acontecido desde que, poco más de un año atrás, los violines, los clarinetes y la percusión habían cortado la cinta inaugural del Anfiteatro Coca-Cola.
Aquella noche de abril del 2015 era especial. Eran los músicos nacionales los elegidos para ser los primeros en pisar un escenario que se había construido para convertirse en catedral de la música.
Es probable que no por casualidad --porque no existe razón alguna para creer en las casualidades--, cuando los reflectores iluminaron las curvilíneas siluetas de los instrumentos y las notas comenzaron a fluir a través de los altoparlantes, las voces de Joaquín Yglesias y Grace Abarca se unieron en Vivo por ella , uno de los clásicos de todos los tiempos de Andrea Bocelli.
Sí, lo de anoche era un homenaje a la música y también una demostración de que los mejores recuerdos nunca perecen.
“Hace un año estábamos inaugurando Parque Viva”, dijo el maestro Marvin Araya. “Este es un concierto para recordar varios de los conciertos de nosotros”.
Así, la Filarmónica regresó sobre buenos tiempos, a los que en su momento titularon De Italia con amor, Noches de trova, La música en el cine, Abba/Carpenters, Songs of Freedom, Plancha Filarmónica, Back to the 80’s, Rock Filarmónico en español y su tributo a Led Zeppelin.
Empero, al mismo tiempo, la velada de ayer marcaba un nuevo hito para Araya, pues decidió lanzarse a una nueva aventura: hacer que su orquesta sincronizara notas con la banda de sus hijos Mario y Marvin, Entrelíneas.
Con confeti al aire y las palmas del público, la agrupación acabó con el silencio del intermedio para interpreta Nadie sabe bailar y Se siente bien .
Difícil conexión. Empero, la noche no fue fácil para la Filarmónica. Al prinicipio, el público parecía un gigante que se negaba a despertar.
El frío imperante solo combinaba con la interpretación de Sharon Abarca del tema Let It Go , de la película Frozen .
Ni siquiera la potente voz de Charlene Stewart en Happy , de Pharell Williams, había logrado ocasionar unn sobresalto en el público.
Sin embargo, aunque dicen que nadie es profeta en su propia tierra, cuando el cantante Tipí Royes apareció en escena para interpretar Three Little Birds y One Love (Bob Marley), el anfiteatro se unió en vítores al unísono y las pantallas de los celulares, en procura de grabar el momento en un video, se veían por doquier.
Luego, Stewart regresaría para rendir un tributo a Whitney Houston con I Will Always Love You y entonces, esta vez, sería aplaudida al punto que a cualquiera se le estrmecerían las fibras.
La noche continuaba, y coleccionaba nuevos recuerdos que no merecen ser borrados de ninguna memoria.