El miércoles 30 de agosto, a las 7 p. m., en el auditorio del Colegio Humboldt, ubicado en Pavas, la pianista costarricense Daniela Navarro Mora ofreció un concierto benéfico en apoyo al Sistema Integral de Formación Artística para la Inclusión Social (Fundación Sifais). Esta fundación se dedica a trabajar con niños y jóvenes en situación de riesgo social en La Carpio.
Daniela, acompañada de su piano, colaboró con Sifais, que utiliza el arte, el deporte y el desarrollo de habilidades como herramientas para combatir a diario los problemas sociales, incluyendo las drogas, en uno de los barrios más peligrosos del país.
Con el propósito de conocer más acerca de la vida de esta destacada pianista, nacida el 24 de mayo de 1996 en Moracia de Liberia, Guanacaste, nos pusimos en contacto con ella para que compartiera algunos detalles sobre su vida como pianista. Su carrera en la música comenzó prácticamente desde su nacimiento.
A pesar de que Daniela tiene un concierto programado en México para el próximo mes de noviembre, lo que demuestra su reconocimiento y calidad a nivel internacional, este logro no fue algo que llegó de la noche a la mañana. Por el contrario, le costó mucho, tanto en Costa Rica como cuando se trasladó a Rusia para estudiar piano a tiempo completo.
Aunque no creció en una familia de músicos, sus padres siempre le ponían música clásica desde que era una niña pequeña. Incluso antes de aprender a caminar, ella se paraba frente al espejo y fingía cantar. En una Navidad, le regalaron una pequeña organeta de juguete, lo que marcó el inicio de su amor por la música.
“Lo tengo claro en mi mente, era una organetita celeste con teclas de colores, cada tecla era la cabeza de un animal y cuando uno las apretaba, hacían un sonido. Mis papás vieron que pasaba mucho tiempo con la organetita, a tal punto que me olvidaba de las muñecas y todos los otros juguetes y así fue como decidieron encontrar un lugar que me ayudara a aprender piano”.
En Liberia, encontraron la Academia de Música Hiller, que estaba dirigida por la profesora argentina Sabina Hiller. Daniela llegó a esta academia a la edad de 5 años, y entre todos los instrumentos disponibles, eligió el piano, siendo un amor a primera vista.
Su progreso en el aprendizaje del piano fue notablemente rápido, y cuando tenía 7 años, la profesora Hiller recomendó a sus padres que Daniela necesitaba un nivel más avanzado de formación. En esa época, se publicó en el periódico un anuncio del Instituto Superior de las Artes, ubicado en San Francisco de Dos Ríos, San José, en que anunciaba que buscaban nuevos talentos musicales.
Acompañada por sus padres, don Carlos Navarro y doña Adela Mora, así como la profesora Hiller, Daniela asistió a la audición y ganó, lo que le permitió acceder a la cátedra principal de piano en el instituto.
“Ahí la cosa fue bien seria. Sí, avanzaba bien, pero despacio. Era una preparación fuerte para concursos dentro y fuera del país, recuerdo ir a Italia y Estados Unidos. Comencé a ganar premios a nivel internacional desde los 9 años”.
Sacrificios
Una vez en el instituto, la familia de Daniela se convirtió en un equipo formidable. La pianista afirma que sin su apoyo, no habría logrado nada. Tuvieron que enfrentar viajes constantes desde Liberia a San José para participar en concursos, conciertos y ensayos. Cada viaje implicaba un trayecto de 6 horas hacia San José y otras 6 horas de regreso a Liberia.
“Madrugábamos los viernes y volvíamos los domingos a Liberia. Fue una época de permisos en la escuela, de estudiar el doble para ponerme al día, de que mi papá y yo dormíamos en dos colchones que compramos, en el piso de las aulas del Instituto en San Francisco de Dos Ríos. Fue desde los 7 a los 13 años”.
“Nada es fácil. Todo cuesta mucho. Fueron muchos años de estudio, ensayos, conciertos, concursos. Mi familia se unió demasiado con el claro objetivo de mi crecimiento, sin ellos no hubiera logrado nada”, reconoce la pianista.
Cuando tenía 12 años, ganó un concurso en Francia, y uno de los miembros del jurado se acercó a los profesores del Instituto que la acompañaban (Alexander Skilioutovsky, Tamara Sklioutovskaya y Ludmila Meltzer) y les sugirió que Daniela debía ingresar a la Escuela Central de Música de Moscú, Rusia. Según él, esta escuela era conocida por formar profesionales de primer nivel y tenía una reputación mundial.
A Rusia
La niña de 12 años inmediatamente aceptó la propuesta, pero sus padres decidieron tomar un tiempo para analizarlo detenidamente. Sin embargo, el 13 de setiembre de 2009, Daniela llegó a Moscú en compañía de los profesores Alexander y Tamara, además de su padre, don Carlos. No obstante, su familia solo permaneció una semana en la ciudad.
“Cuando me preparaba para irme a Rusia me decían que ahí hacía mucho frío, que todo era distinto, que la comida, que el idioma, pero yo estaba tan feliz que no me importó nada. Cuando me quedé sola sencillamente entré en shock, tenía 13 años, fue un cambio muy brusco. Llamaba a mis papás llorando diciéndoles que eso no era otro país, era otro planeta. Todo me costó mucho”.
“Lo que más me costó fue el frío. Soy de Liberia, ¡nada más imagínese! Uno piensa que el frío con suéter ya se quita, pero yo no sabía lo que era estar a 30 grados bajo cero. Yo creía que era como frío de Coronado, ¡y jamás! Eso sí, la alegría tan tremenda cuando conocí la nieve la llevo en el corazón para siempre. Abrí la ventana y vi la nieve, salí en carrera, la toqué, la probé… ya me acostumbré al frío ruso”.
Ahora, a sus 27 años, ejerce como profesora de piano en la sede de Kaliningrado de la Escuela Central de Música de Moscú. Se graduó de esta institución en el año 2015 y de inmediato comenzó a cursar un posgrado en el Conservatorio Tchaikovsky. Durante su formación, obtuvo los títulos de Pianista Concertista de Música de Cámara y Pianista Solista de Música de Cámara y Profesora. En el año 2020, concluyó sus estudios con todos los honores, lo que le valió el prestigioso diploma rojo a la excelencia.