Hay una canción llamada Nostalgia en la pampa que –como toda la obra de Ulpiano Duarte– no necesita palabras para imponerse. Cuando la canción da vueltas, el altoparlante transmite íntegras la soledad sobrecogedora de los campos abiertos, la sequía de las planicies y la nostalgia irremediablemente consecuente del tiempo que se lo devora todo.
Como las olas que se asoman a la pampa nostálgica de Guanacaste, cuando es la hora el tiempo azota vidas, a sabiendas de que la muerte de los inolvidables llega cuando sus frutos se han esparcido. El lunes, cuando el tiempo reflejaba las 6:30 p. m., el corazón de don Ulpiano Duarte se apagó por causas naturales. Un cuarto del Hospital México acogió su partida y, en el fondo, en algún lugar todavía resonaba su marimba.
Si como compositor el músico guanacasteco dejó huellas imborrables en la cultura popular costarricense –retrató un momento y un espacio mediante música que quedará para la posteridad–, como ser humano, ciudadano y héroe de familia será recordado por muchas generaciones por su cariño, perseverancia e ímpetu.
Marimbista profesional desde 1945, fundador de la Marimba Diriá (declarada Marimba Nacional en 1975), gestor del Taller de Marimba de la Etapa Básica de Música de la Universidad de Costa Rica, acreedor del Premio Nacional de Cultura Popular Tradicional en 1998 y del Premio Reca Mora de la Asociación de Compositores y Autores Musicales de Costa Rica en el 2007, el artista santacruceño (nacido en 1929) dedicó su vida entera a hacer con la marimba lo que muchos no consiguen con todos los recursos del mundo.
El maestro Duarte representó al país en presentaciones oficiales en Estados Unidos, Colombia, Venezuela, México, Canadá, España y Panamá, dejó un repertorio de más de 60 composiciones originales y editó dos discos de larga duración (los dos volúmenes de Viva Guanacaste, ambos de 1972 y disponibles gratuitamente en Internet desde el 2014).
Con la marimba como su máxima expresión –cuasi como lenguaje propio–, don Ulpiano surgió de las penurias de su hogar y, a la postre, compartió conocimientos y alegrías con todos los que estuvieran dispuestos a recibirlas. Así, se convirtió en una institución humana que no debería dejarse por fuera de la documentación histórica costarricense.
Polvareda. Desde 1979, cuando la Etapa Básica llega a Santa Cruz y Duarte funge como maestro, más de 5.600 personas han aprendido a tocar marimba, declarada instrumento nacional en 1996. Así lo afirmó a La Nación Razziel Acevedo, director de la sede de la UCR en Guanacaste y antiguo coordinador de la Etapa Básica.
Acevedo trabajó junto a Duarte casi 15 años, lapso en el que germinaron una tersa amistad y consolidaron una cálida relación laboral. “La marimba ha perdido a uno de sus más grandes exponentes”, dijo cuando se le consultó sobre el legado del marimbista.
“De él rescato dos virtudes: su talento natural para interpretar la marimba y su habilidad para componer música tradicional de un alto nivel”, agregó. “Su música transgredió el límite; pasó de lo rural a un ámbito universal, donde tanto es reconocido por el pueblo como grandes ejecutantes de marimba en el mundo”.
Los grandes no brillan solo por su talento, también por su humanidad. Acevedo anota que su don de servicio era inédito. Desde dar clases gratuitas de marimba a los niños de la comunidad (antecedente innegable de la Etapa Básica) hasta organizar conciertos para que los adultos mayores pudieran cantar y disfrutar de música de antaño, todo su accionar tenía a la gente como destinataria de su amor.
Para Fresia Camacho, cabeza de la Dirección General de Cultura (del Ministerio de Cultura y Juventud), don Ulpiano fue de ese tipo de personas que “condensan conocimiento y saber”, y cuyos aportes ayudaron a que no se perdieran algunas raíces culturales.
“Hay personas como él que tienen esa capacidad de concentrar toda una tradición particular, y él fue una persona a la que hay que agradecer el aporte tan enorme que hizo en este campo”, agregó.
“Ulpiano es un regalo para el arte y la cultura de Guanacaste y Costa Rica. Sin él, la marimba no estaría tan viva y amada como lo es por nuestra gente”, comentó la artista guanacasteca Guadalupe Urbina. “Me queda agradecer infinitamente la dicha de que haya traído a mi generación la belleza y la maravilla de un instrumento tan importante para la identidad afromestiza guanacasteca”.
En ese sentido, sus colegas rescatan los esfuerzos del artista para que la gente “volviera a ver a la marimba”, tal como lo manifestó Eduardo Balo Gómez, director del grupo Los de la Bajura.
“Ulpiano compuso canciones muy lindas con una sensibilidad exquisita, y además traspasó su técnica y manera de tocar la marimba a mucha gente, y esa gente a la que él le enseñó (como Abel Guadamuz, marimbista de Los de la Bajura) le siguen traspasando esa técnica a los niños”.
Para Gustavo Rojas, locutor que ha transmitido incontables mensajes de la Cámara Nacional de Radio acompañado de la música de Ulpiano, el amor del artista por Costa Rica resume su legado.
“Don Ulpiano representa a ese costarricense que, poco a poco, se va olvidando: el costarricense al que tenemos que volver; el modelo del costarricense que debemos ser. Más allá de su música y su arte, don Ulpiano debe ser un modelo a seguir”, comentó Rojas.
En redes sociales, artistas como Humberto Vargas y Manuel Obregón concedieron palabras de admiración y cariño para Duarte.
Zapateado. Ayer en la tarde, fumándose un cigarro luego de los actos fúnebres, Juan Carlos Díjeres –nieto de Duarte– habló al teléfono sobre el impacto que su abuelo tuvo en su vida y en el gremio cultural costarricense.
¿La principal enseñanza de Ulpiano? “Que con nada se puede llegar muy lejos”, responde Juan Carlos. “Mi abuelo no tenía zapatos, solo tenía unas tablas, y construyó sobre eso y le dio la vuelta al mundo sin siquiera haber terminado la escuela”. Cuando su padre murió, Duarte desistió de la escuela y empezó a tocar marimba para ayudar a su madre.
Era otro mundo, otra Costa Rica. Cuenta la leyenda que le canjeaban presentaciones por rosquillas para que no se durmiera, porque era tan solo un niño. “Su fortaleza no era solo para con la música; era interior y se la transmitía a todos, para lo pequeño y para lo grande”, afirmó Díjeres.
Juan Carlos le dio continuidad a la tradición musical de su abuelo desde otro frente. Ha tocado guitarra para agrupaciones locales de rock como Electric Creatures y Trival, y en años recientes se abocó a rescatar el legado de don Ulpiano remasterizando sus dos discos y compartiéndolos en Internet de manera horizontal.
“Siempre fue mi bastón”, dice Díjeres. “En ninguna familia decir que uno quiere ser músico de rock es una carta fácil, sobre todo cuando uno es un músico precoz de 10 o 12 años, pero el que siempre me apoyó fue mi abuelo”.
Como el título de aquella hermosa canción, hoy hay nostalgia pampera, pero también hay gratitud, recuerdos y –lo más importante de todo– frutos que se escuchan en marimbas que resuenan dentro y fuera de estas fronteras.
Duarte es el ejemplo de un artista que completa su ciclo de vida de la mejor manera: deja un repertorio que nunca cesará de conmocionar, y abrió el camino para que muchas otras personas pudiesen expresarse y lograr sus cometidos en vida, como lo hizo él en sus colmados 86 años.