Si cada quien debe conseguir cómo hacerse un espacio en el mundo, las orquestas no se escapan del intensivo proceso de esculpirse una forma de ser.
La Orquesta Sinfónica de la Universidad de Costa Rica parece haberse encontrado a sí misma tras el primer gran capítulo de su vida, pues en el 2019 cumplen diez años de existencia en los que evolucionar y darse forma ha sido una tarea complicada de cumplir.
Hoy, con una estabilidad en la base de músicos, con un director preciso en sus ideas y un público configurado a su imagen y semejanza, la Sinfónica de la UCR respira con tranquilidad sus mejores días: es una de las tres orquestas más importantes del país (junto con la Sinfónica Nacional y Sinfónica de Heredia) y se compone de un grupo de jóvenes músicos que han aportado una identidad a la orquesta.
Que lo digan Alejandro Gutiérrez Mena y Guido Calvo, dos maestros de la música que encabezan el ensamble. Gutiérrez es el actual director de la orquesta y a él, en buena parte, se le debe el éxito y efervescencia de la cual goza la agrupación sinfónica actualmente.
Desde los últimos tres años, Gutiérrez ha sido un escultor de la orquesta. Su mirada sonriente, su rigurosidad técnica y su tono amistoso han hecho que los conciertos de este ensamble tengan un sabor diferente al resto de orquestas sinfónicas.
En los conciertos de la Sinfónica de la UCR, el público puede aplaudir cuando le plazca, puede zapatear, puede sacar su celular y grabar la canción sin el mínimo problema… Estos recitales gozan de una libertad muy especial que en pocos ambientes sinfónicos se goza.
“Yo no quería que el público viniera a ver un concierto, se quedara quieto y se fuera a su casa. Siempre ha habido un distanciamiento entre público y orquesta y yo espero que la cortina transparente entre ambos se quiebre. Por eso nuestros conciertos son mucho más interactivos. Nosotros queremos que los conciertos sean de la manera más relajada y fácil para que el público consuma la música de manera más efectiva”, comenta el director.
Por su parte, Guido Calvo es génesis y evolución del puñado de músicos. El veterano violinista, ganador de un Premio Nacional de Cultura en el 2013, ha atestiguado la evolución del ensamble desde su primera raíz, al ser el concertino de la orquesta durante todos estos años.
Calvo ha visto en plenitud a los tres directores que ha tenido la Sinfónica de la UCR: Luis Diego Herra (el fundador), Juan Manuel Aranda y al actual conductor, Alejandro Gutiérrez.
“Yo recuerdo cuando Luis Diego Herra llegó a mi oficina y me dijo: ‘mirá, vamos a fundar una orquesta en la universidad. ¿Querés ser el concertino?' Yo le dije de inmediato que sí. Mi idea fue apoyar y he estado desde el primer momento. Hemos mantenido el proyecto y sabe muy bien saber que va bien encaminado”, rememora Calvo.
Ambos músicos se sienten felices por la lucidez del décimo aniversario de la orquesta: no dudan que pasan por el mejor momento del ensamble.
Con el programa más ambicioso para su historia, y la felicidad de consolidar el proyecto, los músicos se unen al sentimiento generalizado de que celebrar diez años de vida está lejos de tomarse a la ligera.
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Vida musical
Una vez que la Universidad de Costa Rica le aprobó el presupuesto a la orquesta sinfónica, las preguntas comenzaron a surgir: ¿qué tocarían? ¿Cuál sería el perfil? ¿Con qué repertorio comenzar? ¿Cómo armar una temporada?
“Nosotros siempre quisimos aspirar a ser una orquesta consolidada. Una orquesta, como cualquier grupo, son muchas personas que tienen que acostumbrarse a estar juntas. Fue un proceso lento, pero seguro. Sí hubo dudas en el seno de la escuela de artes musicales porque no entendían de qué se trataba pero, al ser nosotros de la universidad, hicimos nuestra la necesidad de estrenar música de compositores costarricenses, de nuestra gente”, recuerda el concertino.
El comienzo fue complicado pues aún el sentimiento de fidelidad e identidad con la orquesta no existía. Apenas existían 35 miembros del ensamble –ahora son setenta– y, según recuerda Calvo, no existía una sólida base de músicos integrantes del ensamble.
“Aunque poco a poco se despertó el compromiso”, rememora el concertino, “porque todos estábamos muy felices porque los muchachos que salían de la escuela de artes musicales ya no tenían que ir a buscar chivos para ganarse algún dinero. No está mal tocar en chivos, pero no es para eso que estudiaron. La orquesta les dio la oportunidad de emplear su conocimiento”, agrega.
Afortunadamente, el director Gutiérrez conocía sobre el proyecto de la orquesta. Eso sí, en los primeros años del ensamble, el conductor estaba a punto de salir hacia Estados Unidos para estudiar dirección musical en Texas, ciudad en la que obtuvo un doctorado.
El talento del oriundo de Cartago no pasó por alto y, siendo director asistente de la rama juvenil de la orquesta Pacific Symphony (dirigida por Carl St. Clair, casualmente hoy conductor de la Sinfónica Nacional) obtuvo un contacto con el público que lo marcó.
En territorio norteamericano tuvo una especie de augurio sobre lo que debía hacer si volvía a estar en el podio de una orquesta. ¿Lo principal? Ser didáctico y mostrarle al público que la música sinfónica se debe vivir sin ataduras.
“Ahí entendí que la orquesta debe servir a la comunidad. Pacific Symphony es una orquesta entregada a la gente, sin miramientos. Cuando vine acá (a Costa Rica), entendí que había que interactuar con el público, explicarle a la gente por qué tocamos las piezas que tocamos, por qué es tan potente la música y cómo nos transforma”, afirma Gutiérrez.
Cuando Gutiérrez fue nombrado como titular de la sinfónica universitaria, lo primero que afirmó fue su premisa de interpretar el repertorio clásico para robustecer la estructura. A partir de consolidar “las bases”, empezaría a arriesgar.
“Mi primera intención, que no deja de existir, es que la orquesta, toque lo que toque, lo haga correctamente. Después de eso, yo quiero que el público general sepa que esta es su orquesta. No es solo la orquesta de la universidad, es la orquesta del país porque todos pagamos para que exista. Ese sentimiento de comunidad hace que los conciertos sean tan cálidos”, dice.
Diez años después
Actualmente, la Sinfónica de la UCR que se caracteriza en especial por dos aspectos.
El primero es el interpretativo: los conciertos no suceden como una clase magistral, sino que el público puede ser parte de las obras. Gutiérrez suele ofrecer especiales de boleros, navidad y conciertos infantiles –cabe destacar los Conciertos de Tío Ale que comenzaron el año pasado con gran asistencia de niños en los recitales– y otras actividades.
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En estas presentaciones, el público puede hablar con los músicos, puede cantar algunas de las canciones (una pantalla con proyecciones de las letras aparece en los conciertos), puede reaccionar sin importar que la obra no haya terminado y se permite el uso de grabaciones durante la presentación.
Por otra parte, se encuentra el repertorio: la orquesta se reconoce por tener una programación que abraza el repertorio clásico y la música costarricense.
“Si la Sinfónica Nacional toca música clásica, y la Sinfónica de Heredia toca música contemporánea, es algo que vemos valioso para la escena sinfónica del país. Nosotros hacemos lo nuestro sin verlo como competencia, porque lo importante es que la gente tenga opciones según su gusto y cada uno tiene un público muy hermoso”, analiza Gutiérrez.
Manteniendo su configuración musical, este año la Sinfónica de la UCR ha decidido arriesgar más en su programación.
Para la temporada 2019 –la cuarta al mando de Gutiérrez– el ensamble realizará una gira fuera de San José, interpretará dos óperas (La Flauta Mágica y Los payasos), será parte del montaje de El lago de los Cisnes, se fusionará con solistas de la Sinfónica Nacional y prevé estrenos mundiales de compositores costarricenses.
Además, tras la inauguración del Aula Magna el año anterior, el ensamble tiene una sala de conciertos de lujo. Anteriormente, debía intercalar sus presentaciones en el Teatro Melico Salazar, Teatro Nacional y Teatro Eugene O´Neill.
“Esto era algo impensable”, afirma el concertino Calvo, “pero el maestro Gutiérrez se ha comprometido y el nivel de la orquesta viene en crecimiento”.
“Yo creo que vamos por la mitad del camino”, confiesa Gutiérrez. “Mi idea es que en los próximos años podamos ser una orquesta importante en el continente".
Actualmente, Gutiérrez planea desarrollar a la orquesta con obras del romanticismo. Será el siguiente paso a seguir para que la orquesta pueda enfrentarse a cualquier tipo de repertorio.
“Así empezó la orquesta de la UNAM de México. Poco a poco creció y ahora tiene un nombre. No dudo que esta será una de las orquestas más importantes de América Latina”, finaliza Calvo.