Seis Power Rangers. Seis adultos vestidos de Power Rangers. Luisga, Fofo, Pablo, Andrés, Jorge y Pitín imaginan sus poderes, hacen sentadillas para probar la flexibilidad de sus trajes, se ríen de sí mismos y, sobre todo, del que se quedó dormido en el momento de la escogencia y le tocó lucir el disfraz rosado. “Nunca he tenido clientes que se emocionen tanto”, dice la vestuarista. Seis adultos con espíritu de niños. Era 30 de octubre y los integrantes de la agrupación Los Ajenos se preparaban para Halloween.
Algo tenían que inventar, la música es solo un porcentaje de su trabajo. Ellos lo tienen claro: su industria es la del entretenimiento. Los Power Rangers no solo hicieron bailar sino también reír.
Los Ajenos es charanga. Charanga de la buena. Acá podría terminar este artículo de no ser porque la agrupación destacó como ninguna otra: 320 conciertos en el 2013 y un número que aún no se termina de cerrar para el 2014, pero que promete aumentar la cifra; fueron postulados para el premio Mejor Artista de Costa Rica por Los 40 Principales; han hecho gira por cinco países; y, no solo llenaron el Gimnasio Nacional para el concierto donde grabaron su DVD, sino que también hubo reventa de entradas. ¡Hubo reventa! Es más, no solo hubo reventa sino que también vendían llaveritos con las caras de Los Ajenos a quienes estaban en la fila desde ocho horas antes de que abrieran las puertas al show. ¡Llaveritos! Para un artista nacional, esto es algo alucinante.
El éxito no es un suceso espontáneo, se forja. Los Ajenos tienen una fórmula que para nada es secreta: se tomaron en serio el trabajo. Se dedican exclusivamente a la música; la agrupación no es su pasatiempo, es su empresa y cada integrante es accionista.
Cual economistas, explican que la banda es como un producto que se inserta en un mercado. Su éxito depende de las necesidades y expectativas de los clientes, su permanencia está condicionada por la innovación, y las ganancias varían según la demanda. De esto hablan, con toda propiedad, los mismos muchachos que se visten de Power Rangers.
El negocio empezó a dar sus frutos. Todos Los Ajenos cambiaron de carro, cambiaron de look , han paseado más que nunca, algunos están cerrando tratos de casa propia, otros consiguieron novia y otros cambiaron de novia.
Su prosperidad no es exorbitante, siguen siendo humildes, se creen artistas pero no estrellas, firman cuanto autógrafo se les pida y ganan tan bien como cualquier profesional que supo escoger su carrera. Su gran mérito: viven de la música; eso, en Costa Rica, es un logro. Ellos lo saben, lo dicen, se enorgullecen.
Para llegar a tocar un promedio de 27 conciertos por mes, debieron cambiar de enfoque. Dejaron de hacer música para sí mismos y empezaron a hacer música para la gente. ¿Qué es lo que quiere la gente? Lo mismo que quiere Mireya: que bailen con ella. En otras palabras, la gente quiere –y necesita– divertirse. Ahí está, un nicho de mercado.
Lo que antes se llamaba Luisga y Los Ajenos, pasó a ser simplemente Los Ajenos. Más fácil de recordar, marketing básico. Además, una de sus publicistas le dio la clave: ellos no son guapos, son graciosos. Se lo tomaron muy en serio e hicieron, de cada concierto, una especie de show para morirse de risa. Se burlan de sí mismos y hacen del público su cómplice. Las pelucas, sombreros, pantalones colorinches, osos de peluche y las bufandas de plumas son casi tan importantes como los instrumentos.
Todo inició cuando los contrataron para tocar cada miércoles en un bar de Escazú. Ahí no calzaba la trova, así que empezaron a experimentar con covers de temas que estaban de moda. Luego, ya no tocaban en solo un lugar, sino en varios; no tocaban una sola noche, sino casi todas.
Poco a poco fueron introduciendo su música original hasta que la balanza se fue inclinando para el otro lado, cada vez más originales y cada vez menos covers . Empezó a ser así porque la gente lo pide, porque si no tocan Mireya , Tu norte o Me vale un cu , la noche no está completa.
Los seis
La locura del escenario es un retrato injusto. Son alegres, sí, pero no locos. Luisga es guanacasteco, de familia de músicos y trovador de espíritu. Superó su divorcio, conoció a una mujer que describe como maravillosa y ahora vive con ella; asegura que tiene una personalidad muy intensa pero, a la vez, es el más relajado del grupo.
Fofo es la mente brillante, el administrador. Desde niño trabajó en una empresa familiar donde aprendió todo lo que necesitaba para hacer de la música un negocio. Está felizmente casado y tiene tres perros.
Pablo es psicólogo y, cuando se le entrevista, es él quien termina haciendo las preguntas. Es baterista y marimbero. Ama la cuchara de su mamá y, por eso, vive más en la casa de sus padres que en su apartamento.
Andrés estudió ingeniería industrial en la Universidad de Costa Rica, empezó a travesear el bajo a sus 20 años y le encantan los superhéroes a pesar de que su mamá insiste en que debe madurar.
Jorge estudió trombón clásico y, como hobby , se matriculó en ingeniería agrícola. Lo suyo es bombardear con datos curiosos de las ciudades a sus compañeros. Es papá de un pez beta que le obsequió su novia.
Pitín es guanacasteco, Luisga le insistió en que se viniera a hacer música con él. Le hizo caso y pocas veces se arrepiente.
Cada uno de ellos funciona como un engranaje fundamental en esta fábrica de música y locura. El ahínco provocó que en este 2014, Los Ajenos, gústele a quien le guste, dejaran de ser ajenos para los ticos. Ahora no hay fiesta sin ellos, no hay generación que no los conozca, no hay alma que no mueva aunque sea un pedacito de pie en sus conciertos. La fórmula funcionó.