No hay nada que reclamarle a Los Ajenos . Su espectáculo La fábrica de locura fue exactamente lo que prometieron: un manicomio divertido, lleno de color y movimiento, capaz de hacer que hasta el más aburrido moviera los pies y se uniera al festejo.
Alegría, carnaval, saltos, coreografías y una cuantas sorpresas les recetaron los músicos –que, sobre todo, son entertainers – a las casi 4.000 personas que el viernes llenaron el Gimnasio Nacional, ubicado en La Sabana.
El espectáculo, además de concierto, fue la grabación del primer DVD de Los Ajenos; el grupo costarricense requería de un publico apuntado y dinámico, con el fin de que en las tomas se viera un ambiente de algarabía. La gente accedió gustosa: coreó canciones, gritó a todo pulmón, se pusieron pelucas, sombreros y accesorios de carnaval... Los asistentes se hicieron cómplices de la banda.
“Nosotros no somos La fábrica de locura : La fábrica son todos ustedes; la locura es gracias a ustedes. No tienen idea de lo agradecidos que estamos”, le dijo el popular Luisga, cantante, a la audiencia, en una de las cuatro ocasiones en que le agradeció por su participación.
El espectáculo evidenció la simbiosis entre músicos y seguidores; la alianza entre ambos provocó que todo fuera una fiesta. Sin duda, un acierto de Los Ajenos es lograr integrar a la gente en su espectáculo, que se sienta parte del festejo.
El circo. El show comenzó con el ingreso de Luisga flotando encima de los espectadores. Gracias a un arnés colocado en su cintura, el cantante pudo hacer piruetas y movimientos similares a un acróbata de circo. El público reaccionó eufórico.
El vestuario de los músicos fue estrambótico, pintoresco y multicolor, muy acorde a su interpretación escénica y como ya han hecho tradición en sus presentaciones.
Pamela Chu , tercera canción del repertorio de 25 piezas, fue un acelerador para un público que ya venía a 100 km por hora. Los Ajenos entendieron que tenían a la gente en la bolsa, y la gente hizo lo de siempre en cualquier concierto de la banda, pasarla bien.
Como parte del espectáculo, una pantalla gigante mostró animaciones multicolores, papelitos de colores llovieron en varias ocasiones y bolas de playa rebotaban entre el mar de gente.
La escenografía emulaba una fábrica con un aire circense, y un grupo de bailarines, conformado en su totalidad por personas pequeñas, condimentó aún más aquel feliz manicomio.
Uno de los momentos clímax fue la interpretación de Vuelo sin razón , pieza que casi todo el Gimnasio Nacional acompañó a todo pulmón. La audiencia, además, hizo la coreografía siguiendo las instrucciones de Luisga.
El aporte de los artistas invitados fue de los mayores aciertos; ellos inyectaron adrenalina y llenaron de elogios a los costarricenses.
En este apartado, los panameños sacaron lo mejor nota. Emilio Regueira, cantante de Los Rabanes, y Martín Machore fueron los que más despertaron aplausos.
Con Martín, los ticos estrenaron su canción Loco .
También hay que darles mérito a los argentinos de Club Atlético Carnaval y al costarricense Shell Dixon, quienes completaron la nómina de invitados.
Unas 120 personas trabajaron en La fábrica la locura , entre personal técnico de sonido, extras, escenógrafos y camarógrafos.
Familiar. Los Ajenos superaron el reto que se impusieron: llenar el Gimnasio Nacional, tarea difícil tomando en cuenta que el costo de las entradas oscilaba entre los ¢6.000 y ¢8.000, y usualmente participan en conciertos gratuitos.
Luis Sanabria, vocero del equipo de producción, aseguró que contabilizaron casi 4.000 asistentes.
En el público se destacaron, sobre todo, personas jóvenes, veinteañeros, pero también hubo treintones y cuarentones, quienes saltaron y vacilaron como si estuviesen en los masivos festejos de Zapote o Palmares.
De igual forma asistieron familias enteras: papá, mamá e hijos, tías, hermanos. Juntos disfrutaron del espectáculo , el cual duró poco más de dos horas.
Lo mejor quedó para el final, Los Ajenos cerraron su espectáculo con la canción Mireya , con la participación de todos los invitados y de bailarines en tarima, con una nueva lluvia de papelitos de colores, luces y animaciones.
Terminó el show , mas el grupo pudo haber seguido tocando por horas, y el público hubiese seguido ahí, de fiesta en el manicomio.