Un hombre con camisa a cuadros bailaba solo, el palco le hacía barra. Faltaban 15 minutos para que Los Tigres del Norte salieran al escenario del Centro de Eventos Pedregal, pero la fiesta estaba armada desde hacía horas. El bailarín, ataviado con botas y sombrero vaquero, lo daba todo sobre una pista improvisada, extasiado por los aplausos de su público,.
Esa alegría sin importar el qué dirán fue la tónica de un concierto. Allí, la felicidad bailó al ritmo de la música norteña.
Contentísimo, daba brinquitos y una que otra vuelta al compás de una música que solo él escuchaba en su mente y en su corazón. Quizá desahogó alguna pena o celebró algún amor del pasado. No lo sabremos. Aquel hombre con camisa a cuadros se fue solo hasta perderse en la muchedumbre que abarrotó Pedregal. Fue un fiestón, una verdadera parranda.
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Cuando perdimos de vista al bailarín, un video de la banda mexicana se proyectó en las pantallas gigantes de la tarima. Momentos después, los hermanos Hernández de Los Tigres del Norte arribaron a escena y todo fue una locura.
Los reyes de la música norteña lo dieron todo y más; eso lo agradeció el público, que los esperó desde tempranas horas de la tarde y sufrió los aguaceros. Los fans de los mexicanos vieron recompensada con creces esa paciencia que, en su mayoría, la acompañaron con tragos de tequila, ron, aguardiente. Otros en cambio prefirieron el abrazo de la pareja o bailar en solitario como el hombre de la camisa a cuadros.
Fue un concierto sin libretos. La organización confirmó que Los Tigres del Norte estaban dispuestos a complacer las peticiones del público y así fue. Y lo cumplieron: cada vez que terminaba una canción escuchaban a sus seguidores y tocaban el tema que les pedían.
El concierto arrancó con El jefe de jefes, la única canción que había sido programada antes de salir a escena y marcó una extensa presentación de poco más de tres horas.
Fue una cátedra musical. El quinteto no necesita de una lista de piezas previamente definidas para hacer un repaso sobre su amplio repertorio musical. Los artistas demostraron que sus más de 50 años en la escena no son fruto del azar o de un one-hit wonder.
Amos y señores de la tarima
Los Tigres del Norte probaron en Costa Rica que su poderío está más que vigente. De canción en canción, casi sin interrupciones, los músicos hicieron que sus fans no pararan de bailar y de piropearlos.
Para cuando comenzó el concierto de los mexicanos la lluvia ya había cedido como si el antojadizo clima costarricense se rindiera ante el espectáculo que los Hernández tenían preparado para su primera noche de concierto en suelo nacional (este domingo 14 de agosto tendrán un show en Liberia).
Lo que sí llovió fueron éxitos..., y cerveza. Cuando tocaron Mi buena suerte, un grupo de amigos se emocionó tanto que las bebidas de sus integrantes terminaron en el aire y más de uno salió bañado.
El recorrido llevó a escena No pude enamorarme más, La reina del sur, La mesa del rincón y Quiero que me quieras. Durante estos temas se comprobó que las pasiones que la música norteña desata en el público son intensas, tanto que no importaba tener pareja para bailar o que alguien cantara a todo galillo aunque no se supiera la letra.
Pa’ quererlos.
La presencia escénica de Los Tigres del Norte es innegable. Su manejo escénico, su prestancia y, en especial, lo buenos músicos que son compensan en demasía ciertas fallas de entonación de los cuatro cantantes.
Los cinco músicos de Los Tigres del Norte son eso, grandes músicos. Daba gusto verlos ejecutar con gran talento la batería, el bajo, la guitarra eléctrica, el saxofón y esa maravilla que es el acordeón. Su música está pensada para un público tan variado como las historias de sus canciones y eso se comprobó en el variopinto séquito que se reunió para corearlos: desde adultos mayores hasta jovencitos disfrutando del concierto.
El repertorio siguió con Ni parientes somos, La reunión (tema que grabaron en pandemia), Contrabando y traición... Ante la primera frase de Libro de recuerdos, “se acabó nuestro tiempo de querernos”, una fan gritó: “venga pa’ quererlo”.
La música siguió por un buen rato llevando a la audiencia por un subibaja de emociones.
Querido Chente.
Los momentos más intensos de la jornada subieron al escenario cuando sonó la más que reconocida introducción que dice: “Si la perra está amarrada...” y cuando le realizaron un sentido homenaje a Vicente Fernández con éxitos como La puerta negra, La ley del monte y De qué manera te olvido, acompañados por el mariachi Colonial y un grupo de bailarines.
Canciones y más canciones, baile y más baile. Felicidad y más felicidad, así se mantuvo el show de los mexicanos ante miles de costarricenses que gozaron a más no poder con la fiesta en Pedregal. Un festejo que comenzó desde temprano con la presentación de artistas nacionales como Arlene Elizondo, Vanessa González, el charro Gabriel Morúa, Sinca y Marko Jara.
Gracias a Los Tigres del Norte, la alegría bailó al ritmo de la música norteña.