Los miembros de Magpie Jay tienen ocho años de reunirse a tocar en el mismo lugar, la cochera del baterista, Sebastián Suñol. Este espacio es amplio, más grande que un cuarto de un apartamento y tiene paredes a penas estructurales, que dejan ver el paisaje verde que rodea la casa.
Estamos en Belén, huele a tierra mojada y los cinco miembros del grupo huelen a repelente para mosquitos. A mi llegada, me aconsejaron protegerme yo también con el oloroso spray y luego ofrecieron agua o café.
El lugar y el trato son familiares y quizá es que más que un grupo de música, Magpie Jay es un núcleo familiar. Empezaron haciendo covers de Red Hot Chili Peppers hasta que un día se plantearon el reto de hacer sus propias canciones.
Este 15 de octubre Magpie Jay presenta su segundo álbum, titulado Islita . Lo harán esta noche con un concierto en el Edificio Steinvorth en San José (150 norte delñ Banco Popular), a las 9 p. m.
La entrada de este concierto costará ¢6.000. En el escenario, se presentará una joven banda que le canta a los suyos, a los los jóvenes veinteañeros que viven intensamente cada experiencia y quieren recolectar más de ellas.
Proceso. Como se dijo antes, Magpie Jay es un grupo que se ha fiado de las señales del destino para darle camino a su obra. El nombre del grupo, por ejemplo, es el nombre de un ave azul que apareció varias veces durante la grabación de su primer disco, publicado en el 2015.
“Nuestro primer disco se llamó Monte Claro porque fuimos a una finca de ese mismo nombre en Liberia, con la idea de buscar un espacio íntimo, alejado para dedicarnos solamente a tocar y experimentar, ver qué salía” Julián Garita
La finca Monte Claro pertenece a la familia del guitarrista Felipe Apéstegui. Este primer disco de Magpie Jay fue estrenado en el sitio mexicano Noisey (una división de la revista Vice, de Estados Unidos) y su primer video fue estrenado en la revista web Remezcla, dirigida a los latinos habitantes de Estados Unidos.
Ambos hechos dejaron claro que el grupo estaba apuntando más allá de las fronteras del país (y que su producto estaba cumpliendo los estándares).
El nuevo material, asegura el grupo, tiene la misma intención. “Tiene 14 canciones y eso es una declaración de la ambición que tenemos”, explica Apéstegui.
Los dos álbumes de la banda se grabaron en Conquista Records, en Escazú y han empleado a Miguel Pacheco –dueño del estudio– como productor y a Jorge Noguera como ingeniero de sonido.
La banda señala a Pacheco como una de las personas que “nos convenció de creer en la energía de la banda ”, explica Julián Garita, cantante.
Pacheco le ofreció al grupo una casa de su familia en Punta Islita, Guanacaste, para que repitieran con comodidad la forma de trabajo en un ambiente cercano a la playa.
“Fuimos tres veces y en cada ocasión estuvimos ahí una semana o un poco más. Fue una experiencia más chuza que la de Monte Claro , porque ese primer disco fue por diversión, en este fuimos a trabajar en serio. Estuvimos en la playa, chileamos y todo, pero fuimos bastante estrictos con el trabajo”, expresa Felipe González, bajista. La primera muestra de ese trabajo fue el sencillo Bigfoot , lanzado el 30 de setiembre.
Este sencillo es una balada rock que trata sobre la desconexión con el resto del mundo que se puede sentier la playa “Mi sed por calor / me hace olvidar / que puede que me queme”, canta Garita en inglés.
Creación. Islita contiene 14 canciones de rock en las que hablan de las decisiones y situaciones a las que se han enfrentado: corazones rotos (en Fool y Happy Faces ), padres divorciados ( Don't Wait a Lifetime ), estar demasiado tiempo bajo el sol ( Bigfoot ), enamorarse ( Sound of the City ).
En la mayoría de estas canciones se busca el escapismo: se habla de cómo sería el mundo sin sentir dolor o del momento en que se está apunto de dar un giro brusco a la vida (como sucede en la Trigger , canción con la que inicia el disco).
A grandes rasgos, retrata los veintes, las primeras decisiones grandes de un grupo de seres humanos y las ansiedades que vienen con ellas. Quizá por eso, cuando publicaron su primer disco, vieron a un público joven reaccionar con calidez, llenar los recintos en los que tocaron y pedirles más música.
“Con Monte Claro vimos que a la gente le gustó (lo que podíamos hacer) y eso fue mucha motivación, pero también nos puso a pensar sobre nuestro rol e identidad como músicos y artistas.
”¿Qué es lo que hace un artista? Para nosotros es comunicar, decir algo y así empezamos la búsqueda de lo que queríamos decir en este nuevo disco. Fue un despertar de consciencia”, explica Garita.
En la entrevista participa el tecladista Martín Brandt, quien también fue compañero del colegio Blue Valley de los otros cuatro pero se integró hasta hace 5 meses. Él cree que la evolución musical y personal del grupo quedó registrada en las 14 canciones.
“Felipe González estaba estudiando jazz y eso se refleja en sus intervenciones (en bajo); Apéstegui es muy fan de John Frusciante (guitarrista de Red Hot Chili Peppers), pero ahora empezó a aprenderse canciones a otro nivel, a buscar arreglos más elaborados; Sebastián se empezó a meter con melodía y canta en tres canciones del disco”, detalló Brandt.
Para el tecladista, el cambio más evidente está en Julián Garita, quien fue mucho más franco en expresar cómo se sentía.
“No queríamos dar una pincelada de lo que queríamos decir, sino dar la posibilidad a quien le guste la música de profundizar.
“Más que un poema, queríamos darle a la gente un ensayo”, comentó Garita sobre sus intenciones y sobre la extensión del material.
Salto. Considerando que el disco tiene baladas, canciones más roqueras o más pop, la apuesta del grupo es ofrecer en conciertos un repertorio variado y además, alargar el ciclo de promoción del álbum.
“El primer disco hizo que nuestras vidas se llenaran de música: todas las semanas había ensayo o concierto y creo que eso nos dio una motivación de vida para seguir, al menos esa es mi motivación en este momento”, explica Suñol.
Magpie Jay ha generado ingresos por contrataciones para conciertos, pero lo que han ganado se ha reinvertido en grabar más material como banda.
El quinteto, como muchos otros, se enfrenta a un mercado competitivo en el que cada vez aparecen más bandas y en las que “novatos” poco a poco deja de ser sinónimo de “mal ensayados”.
Como otros grupos actuales, sueñan con tocar en el extranjero (en México y Estados Unidos) y con poder dedicarle más tiempo a su grupo.
“La portada del disco es un precipicio visto desde arriba y abajo se ve un mae nadando. Si ese espacio es nuestra islita, el lugar donde creamos lo que es Magpie Jay, el precipicio es el salto que queremos tomar para trascender, lograr algo más grande”, explicó Felipe Apéstegui, quien se encarga de hacer el diseño en el grupo, incluida la portada mencionada.
¿Podrá Magpie Jay lograr el salto? Solo con el tiempo se sabrá. Pero como lo hacen los aventureros más inteligentes, Magpie Jay tiene un plan y el ese plan involucra que el golpe contra el agua, nunca le llegue a uno solo.
“Sonará cursi”, dijo el baterista Sebastián Suñol, “pero siempre hemos apostado por que, sin importar qué tan difícil es lo que enfrentamos, nos lancemos en familia”.