Desde que apareció en el panorama en el 2013, el grupo Magpie Jay no se ha quedado dormido en los laureles. Cada año, desde que lanzaron su primer álbum, filas de fanáticos han esperado pacientemente a comprar la entrada para uno de sus conciertos, han compartido sus canciones en redes sociales o las han pedido en la radio.
Ese empuje del público y la ambición del grupo los llevó a dar un concierto en el Teatro Popular Melico Salazar en el 2017 y que hoy los ve llegando por la puerta grande al Teatro Nacional, el escenario más prestigioso del país.
La banda conformada por Julián Garita, en la voz principal; Felipe Apéstegui, en la guitarra; Martín Brandt, en teclados y secuencias; Felipe González, en bajo, y Sebastián Suñol en batería y voz, dejan esta noche de ser un grupo de chiquillos que vacilan tocando rock y se perfilan como una banda cada día más interesada en perfeccionar su música.
Será la tarde y la noche del sábado 16 de febrero, cuando hagan su debut en el Teatro Nacional, que por estos días es objeto de polémica.
El quinteto va a estrenar su tercer álbum, Tragaluz, en un concierto con invitados nacionales y extranjeros y, sobre todo, sabiendo que hay más de 1.000 personas –la capacidad del Teatro– que quieren escuchar su música en vivo. Las tandas serán a las 4 p. m. y a las 8 p. m. y las expectativas no pueden estar más altas.
Conversamos con la banda sobre su llegada al mítico escenario y el contenido de Tragaluz, un disco en el que hay críticas a los dogmas religiosos, apertura en temas de sexualidad y quizá las canciones menos roqueras que haya publicado el quinteto.
Haciendo historia
Para saber qué está pasando con Magpie Jay hay que empezar por los conciertos de hoy. Más de 32 años han pasado desde que Shénuk, una banda de rock progresivo, presentó un álbum en ese escenario. En el 2017 Julián Garita, vocalista de Magpie Jay, fue parte del concierto Sinfonías del rock, que reunía a la Orquesta Sinfónica de La Carpio junto con la banda de rock Balance y varios vocalistas nacionales.
Pero las presentaciones de hoy son dedicadas a un solo grupo, uno que no se imagina la capital sin un espacio tan prestigioso.
“Creo que si le pasara algo al Teatro Nacional mucha gente sentiría dolor y se preguntaría por qué no se hizo nada para salvarlo”, señaló Felipe Apéstegui, guitarrista. “Llegar ahí es un logro personal creo que de cualquier músico de este país”, comentó.
La entrevista para este artículo se dio a cuatro días de los conciertos de presentaciones de Tragaluz. La banda se reunió durante toda la tarde en el estudio Conquista Records, en Escazú, para ensayar con algunos de sus invitados.
El ensayo y el mismo concierto en el que se verían los resultado los planeó Antonio Rodríguez, mánager del grupo.
“Creo que si hicimos este concierto es por Antonio. Desde que tocamos en el Melico él nos dijo que el siguiente paso era el Teatro Nacional y se cumplió. Él cree en nuestro proyecto a veces más que nosotros mismos”, apunta Julián Garita.
Además de los de Magpie, estaban en el ensayo Felipe Pérez, de 424; Alejandro Pana Pacheco, de Alphabetics, y Guido Fernández, del grupo Voodoo, quienes cantarán como invitados en los conciertos.
Participarán también el saxofonista Miguel Vega, de Sonámbulo; el percusionista, Dex Porras; el contrabajista Alberto Moreno, de Mimayato; y Sofía Insúa, cantante del grupo guatemalteco Easy Easy.
Nuevos productores
Entre los colaboradores presentes en el ensayo destacaban Felipe Pérez y Giancarlo Tassara, dupla de producción que apoyó al grupo. Miguel Misha Pacheco, de Conquista, puso las primeras piedras para Tragaluz, pero fue junto a Pérez y Tassara que Magpie Jay terminó con el disco menos roquero en su historia.
Desde que se publicaron los sencillos Skin of a Bear y Simple el cambio en el sonido fue evidente. La guitarra dejó de ser protagonista y empezó a compartir espacio sonoro con los sintetizadores, guitarras y las voces, quizá uno de los enfoques más importantes para Tassara y Pérez.
“Con la tecnología la guitarra puede sonar como uno quiera, pero es un instrumento único y por eso es mejor que una banda parta desde ahí (…). Garita canta muy bien, había mucho con qué trabajar”, señaló Tassara.
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Para la banda, la canción que abrió la llave al nuevo sonido fue precisamente Tragaluz, el décimo y último tema del disco. “Cuando se compuso Tragaluz creo que se abrió un nuevo capítulo para nosotros, todos lo sentimos así”, explicó Julián Garita.
“Creímos que teníamos casi todo terminado y solo faltaba grabar y no era así. Uno se puede encariñar con una figura o una idea, pero tratamos de soltar las riendas y cada vez que había un aporte, este terminó elevando la canción”, señaló Felipe Apéstegui.
Cambios
La canción Tragaluz no solo abrió un nuevo tono musical al grupo, sino también uno temático. Tomando como idea que todas las personas existen y se ven gracias a la luz, Julián Garita incorporó esta idea en varias de las canciones.
Entre esas canciones está el sencillo Simple, una que critica el poder que tiene la religión sobre las vidas y decisiones de las personas, esto después de haber crecido en un ambiente católico.
“Simple nace de algo personal porque yo soy gay y ahí hablo del arcoiris y de cómo es la mente la que interpreta los colores (…). Critico que la religión nos dice que debemos ser de un solo color, de una sola forma, pero la luz –eso que nos une como personas– es más importante y está por encima de las mentes que siempre han dicho cómo ver las cosas”, explicó.
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La canción Swim está inspirada en sus visitas a la Reforma (CAI San Sebastián) y señala que de alguna u otra forma las personas son prisioneras de algo. El tema Let Go (Deja ir) repite esas palabras como mantra, algo que ha tratado de incorporar en su vida, ahora que es profesor de yoga.
“Julián escribía mucho de su percepción del mundo, de su experiencia como humano, pero creo que necesitábamos hablar más de lo que teníamos alrededor y dar esas interpretaciones. Empezamos a sentir una responsabilidad por hablar de cosas”, mencionó Felipe Apéstegui.
No solo Julián vive cambios en su vida. Mientras que los discos anteriores se hicieron cuando los miembros del grupo estaban en la universidad, poco a poco se van acercando más a “la vida adulta”: las cuentas, los compromisos y los cambios.
“Creo que la vida real nos ha presentado retos, pero la forma de enfrentarlos es profesionalizarnos, trabajar más, y así encontrar la forma en que esta vara que empezó entre compas sea algo de profesión. Nuestra aspiración es vivir de esto”, señaló.
Así, Magpie se puso como reto hacer un concierto memorable en el Teatro Nacional, esa será la mejor forma de encaminarse a su sueño. Tendrán escenografía, invitados, música fresca y lo más importante: tendrán la atención de cientos de personas a quienes confiadamente pueden llamar sus fans.