No hay día, no hay hora. Tampoco hay año ni momento exacto para decir: “aquí empieza la historia de cuando María Pretiz Beaumont comenzó a tocar el piano”, porque en ella sentarse frente al instrumento fue tan natural como caminar.
Papá tocaba el piano, ¿por qué no iba a hacerlo entonces la niña pequeña de la casa? Y si en el cine sus hermanos Loida y Daniel –hoy artistas plásticos– le improvisaban una cumbre con suéteres y chaquetas para que pudiera desde su asiento ver la cinta, entonces era natural que los libros más gordos que habían en casa sirvieran de escalera para que las manos de María alcanzaran la larga corrida de teclas negras y blancas de su juguete. Sí, el piano era su juguete.
Jugaba a sacar la música que escuchaba, jugaba a hacer canciones. Pero aún así, la niña jamás imaginó que de grande escribiría canciones que la harían llegar a los primeros lugares de la radio Stereo Azul, –
La chiquitita María jamás imaginó que en el 2010 alcanzaría los 20 años de una carrera en solitario.
Un andar que le registraría siete discos propios y 40 producciones como invitada; no imaginó que , de grande, al pronunciar su nombre dirían: “María Pretiz, pianista, cantante, compositora, arreglista y productora”.
Fue casi un paso instintivo. “En ese momento no sabía en qué iba a terminar. Si iba a dar clases el resto de mi vida o qué”, cuenta María mientras toma un café en la intimidad de su casa.
María Pretiz , daba, sin saberlo, sus primeros pasos en el camino que este año la reconoció con un premio ACAM a la música nacional como mejor compositora y autora de nueva canción costarricense por su disco
Era parte del grupo de música cristiana Dynamis junto al, ahora famosísimo, Martín Valverde.
“Cantar sola me daba terror. Me acuerdo que era supertímida”. Y pensar que hoy ya ha compartido escenario con Alux Nahual, Armando Manzanero, Tania Libertad y una larga lista de artistas.
Paralelo a sus estudios de composición integró, orgánicamente, Pentadrama con el siempre combativo Rubén Pagura y el prolífico Juan Carlos Ureña. Entraba ella como música para
Un año después Pagura, Ureña y María Pretiz integraban el Grupo de Música de la Municipalidad de San José. Era música con trabajo de base, pues tocaban en centros comunales y en barrios josefinos y para 1990 llegaron a tocar a Canadá y Cuba con el objetivo de difundir la música costarricense.
Para 1990 el abanico de posibilidades se abre y Juan Carlos Ureña, junto a María Pretiz y otros músicos forman Oveja Negra.
Es con esa formación que ella empieza a cantar de forma un tanto más protagónica, pero siempre acuerpada por otros. Oveja Negra actuaba en escuelas y salones comunales y en las noches llenaba los bares y los restaurantes.
El escenario la iba madurando y la artista que no quería más acompañar a otros, sino que quería decir lo que llevaba entre pecho y espalda comenzó a manifestarse.
Y un buen día decidió no tocar más para nadie y tocar para ella. ¡Oh, la magia de las circunstancias! Luis Ángel Castro, que cantaba por aquel entonces todos los sábados en la Galería Shakespeare –en Paseo Colón– la invitó a cantar y esa fue su primera vez como compositora y cantante solitaria.
Luego pasó al extinto El Tablado, en el barrio La California, y cuando el dueño le dijo que no quería más solistas, que prefería un grupo, fue la llave de ignición que desató su papel de mujer lider en una banda. “Yo le dije, ‘si me da un mes yo le tengo un grupo. Y armé Contrarreloj”.
Así comenzó esta historia de solista. Y todo se fue manifestando a favor. Sin tener dinero para grabar, un buen día dos fans le regalaron $1.000 y con ello Contrarreloj grabó, en 1991,
Contrarreloj fue fundamental en la historia de la música contemporánea tica. Era la época en que Guadalupe Urbina hacia notable trabajo en el folclor y géneros afines y Miriam Jarquín como cantante de
Y no fue un asunto de género. “Tuve la dicha de siempre rodearme de compañeros de trabajo que nunca me pusieron ni más arriba, ni mas abajo, por ser mujer. Me hace gracia ser mujer, pero no lo escogí así. Soy mujer pero no es una batalla de género, es una catarsis”, evalúa ahora Pretiz.
La canción de Maria Pretiz es psicológica, es dulce pero irónica, es de preguntarse cosas. Eso lo dejó claro en
“Se me ha hecho importante tratar de entender las razones detrás de lo que digo y hago. Es importante conocernos a nosotros mismos, re-conocernos y aceptarnos al ir cambiando. Creo en la necesidad de dejar la comodidad de lo conocido con tal de crecer”, ha escrito ella misma en el texto de presentación de su concierto para la serie de recitales Diversus.
Es que si en algo se ha mantenido firme María Pretiz es en no hacer “comida rápida” para el oído. Que no suena entonces en las radios comerciales... pegar no es su objetivo de vida profesional.
Por eso no hay etiqueta posible para su sonido. Es un híbrido porque es artista de amplio conocimiento y de amplias posibilidades. En sus discos hay baladas, hay
Su versatilidad la llevó incluso a elaborar, junto a su hermana pintora Loida, y a su amiga, la escritora Camila Schumacher un libro-disco para niños,
“No hicimos canciones de la ‘cucarachita’ que va caminando... no. Es música para niños como Mafalda. Abordamos temas tan brutales como la verdad y la autoestima, el consumo, la política y el infinito. Y no era dar respuestas, sino potenciar las preguntas”.
¿Y como no seria ese el norte? Si María Pretiz es maestra en poner en bonito y fino la catarsis.
“Creo en la creación como expresión, como catarsis. En mi caso, desde niña me pasaba preguntando ¿por qué? y esa preguntadera necia, lógicamente me lleva a hacer canciones como las que hago”.
Su versatilidad de capacidad la ha llevado también a ser productora, no solo de sí misma, sino también del disco
Sus canciones han sido grabadas por otros. Álvaro Aguilar, de Alux Nahual, grabó
En la historia de María Pretiz no pasa lo que canta un tango, “