¿Quién iba a pensar que la finca La Lucha, en San Cristóbal de Desamparados, sería algún día la sede de un concierto de tres días de varios subgéneros del metal ? Teniendo en cuenta que esa finca fue adquirida muchos años atrás por Pepe Figueres, eso no se veía venir, pero sucedió en el Festival Siembra y Lucha.
El paradisiaco campo abierto recibió desde el jueves 5 de diciembre a cientos de fans del género, quienes experimentaron las mieles del metal durante tres días (viernes, sábado y domingo), rodeados de naturaleza por todos los frentes y conviviendo en un gran campamento que acaparó muchas de las hectáreas de la propiedad.
La actividad artística llegó a su conclusión la madrugada del lunes, aproximadamente a las 3 a. m., con la ceremonia de black metal encabezada por la banda noruega Mayhem, cuyo oscuro ritual complementó a la perfección con la oscuridad de la noche, el frío del lugar y las energías restantes del aforo.
Cual ametralladora rítmica, el de Mayhem fue un show basado en el shock , la tensión, la cadencia y lo gutural. La legendaria agrupación –que próximamente cumplirá 30 años– deleitó a propios y extraños con canciones como Deathcrush y Pagan Fears .
Antes de Mayhem, se presentó el grupo finlandés de power metal Stratovarius, que iba a ser el último acto de la jornada pero que, por motivos de vuelos, tuvo que tomar el escenario antes de lo previsto.
La banda tocó durante 90 minutos, y fue uno de los shows más asistidos y vitoreados de todo el festival. Ya con historial de conciertos en el país, el quinteto liderado por el cantante Timo Kotipelto se mostró en plena confianza con el público.
Ese domingo, el entarimado ya había visto pasar la potencia de los grupos Pneuma, en representación local; Alestorm, de Escocia; Tristania, también de Noruega; y Sanctuary, de Estados Unidos.
Una sorpresa fue el acogedor show que se llevarán de recuerdo los fans y los integrantes de Orphaned Land, cuyo metal progresivo importado de Israel era harto conocido por muchos de los asistentes.
Orphaned Land tocó temas como Brother , de su nuevo disco ( All Is One ), con una base de batería, bajo, guitarras y voz, y con secuencias que reproducían cánticos, coros e instrumentaciones israelitas.
Otra que se presentó el domingo (aunque su concierto estaba programado para el sábado) fue la agrupación finlandés de folk metal Korpiklaani, cuyo esfuerzo fue respondido por el público con una amena rueda frente a la tarima.
Problemas. El caso de Korpiklaani no es aislado; el festival estuvo cargado de contratiempos y descoordinaciones en materia del cartel, los horarios y los días en los que las bandas se presentaron.
Siembra y Lucha nunca ofreció un cronograma detallado de los conciertos. A la vez, bandas como Advent of Bedlam y Kronos no tocaron el día que estaban anunciadas –sino un día después–, mientras que Virginia Clemm y Kraken (foráneas anunciadas meses atrás) nunca se vieron en el escenario.
Por otro lado, el grupo costarricense Grecco llevó su desencanto a Facebook, puesto que solo se le permitió tocar durante 15 minutos. En el espacio, la banda le agradeció a todo el público que “fue a ver nuestra fallida presentación”.
Otra de las quejas comunes del público fue que las transiciones entre artistas duraban en promedio una hora. Al haber solo una tarima, los cambios de equipo y las pruebas de sonido eran dificultosas.
Melissa Gómez, encargada de prensa del festival, reveló a La Nación que el festival manifestará su posición sobre estos y otros inconvenientes próximamente, puesto que las quejas no ahondan únicamente en temas relacionados al espectáculo en sí, sino también al transporte que se ofreció al público durante todo el fin de semana.
Proyecto. Organizar un festival de tres días, con más de 20 bandas, fue una apuesta grande. Las dudas sobre la realización del concierto fueron pan de cada día durante los meses previos, y en el mismo festival muchos hacían cálculos sobre su sostenibilidad.
Gómez afirmó que la asistencia fue de 6.000 personas durante los tres días, y dijo que “el festival llegó para quedarse”, refiriéndose al futuro del mismo. Todo apunta a que este es un proyecto a largo plazo.