La rebeldía, la locura y los excesos son cosa del pasado, pero algunos pasajes de esa vida estrepitosa se convirtieron en letras de canciones que ahora se corean en varias latitudes. Otras piezas están dotadas de versos que le cantan al corazón o que hacen eco de problemáticas sociales y que, también, resuenan en parte del orbe.
Cuando Ramón Melendi –artísticamente conocido como Melendi– sale al escenario con su poderío vocal, resulta algo complicado comprender esos años de desenfreno que vivió. El cantautor español tiene 40 años, varios de los cuales los vivió sumido en el alcohol y las drogas. Incluso una vez –en el 2007– un avión en el que viajaba de Madrid a México debió retornar a España por el mal comportamiento del artista y eso significó un punto de inflexión en su vida.
Desde entonces Melendi decidió cambiar su historia. Su carrera en la música despuntó con nuevos aires, sentidos y letras y así erigió la portentosa trayectoria musical que le ha valido el reconocimiento y los aplausos de públicos masivos de su natal España y muy lejos de ella.
Este sábado por la noche, la oportunidad de demostrarle al español que su música trasciende fronteras fue para el público costarricense. Cerca de 10.000 personas se congregaron en el Anfiteatro Coca-Cola del Parque Viva, en La Guácima de Alajuela, para el primer concierto del cantante en territorio nacional.
Melendi hizo escala en Costa Rica con su tour Mi cubo de rubik, con el que ha recorrido España, Estados Unidos, parte de Centroamérica y, en las próximas semanas, Suramérica.
Tocado y hundido fue el tema que eligió el artista para encender la mecha de su primer concierto en el país. Sin jugar más con las ansias que se cocían en la audiencia desde días antes a su presentación, Melendi apareció frente a su fanaticada cinco minutos después de la 8 p. m.
Vestido tan desenfadado como pudo –pantalón de mezclilla y una camiseta manga corta que dejaba al descubierto sus brazos tatuados– Melendi prometió a sus seguidores que aprovecharía el espacio para, además de cantar, conocerse mutuamente.
“Buenas noches Costa Rica. ¡Pura vida! ¿Cómo están?”, resonaron los altoparlantes apenas él concluyó el primer tema de un repertorio variado que llevó al público por toda la historia que acumula como cantante.
A esa misma altura lanzó la promesa que enloqueció a todos. “Gracias por el cariño que me demuestran por las redes sociales y por dedicarme a mi algo tan valioso como es su tiempo. No quiero que esto sea un concierto y nada más, quiero que sea una oportunidad para conocernos un poquito más”, afirmó el artista antes de interpretar Tu de Elvis yo de Marilyn.
Y así fue, durante la velada, el originario de Oviedo realizó constantes intervenciones para contar algunos capítulos de su vida, como el de sus inicios en la música y el de su primer beso, ambos a muy temprana edad: 16 años.
Precisamente ese episodio de su historia inspiró Mi primer beso, una pieza de vieja data que explotó en un auditorio extasiado pero con pólvora suficiente para un espectáculo que apenas iniciaba y que se alargaría quien sabe por cuánto más tiempo.
Besos a la lona, Lo que nos merecemos, Un violinista en tu tejado y Autofotos formaron parte de ese repertorio inicial del show de Melendi, quien guiñaba el ojo a la audiencia con sus explicaciones constantes de cómo surgieron el arsenal de temas que acumula en sus más de dos décadas en la música.
La noche avanzaba sin prisa, desde los primeros temas que compuso hasta algunos más recientes sacudían con insistencia las emociones de la gente, pero cuando le llegó el turno a Mi código postal, el europeo sorprendió con lo inesperado.
Pidió una tregua a sus fanáticos: caminaría en medio de ellos si mantenían la cordura a su paso, no por dárselas de importante, sino para que el show avanzara mientras él se conducía por el recinto. Por supuesto que casi con juramento el público prometió que así sería, y no falló.
Melendi descendió y recorrió los pasillos de las filas contiguas al escenario del Anfiteatro Coca-Cola, aceptó una bandera de Costa Rica que colocó en su cuello, y cuando finalizó el tema regresó de nuevo a su sitio.
Aquel recorrido por parte del público fue una de las altas luces de un concierto que contó con un repertorio de 26 temas, todos trallazos de esa música pop que le canta al corazón, a la sociedad, y a él mismo.
Otro de los brillos del espectáculo fue cuando el artista cantó Destino o casualidad, que en una de sus versiones la interpreta acompañado por el dúo mexicano Ha*Ash.
Coreada por las miles de almas, Melendi cerraría la primera parte de su concierto con Canción de amor caducada y Como una vela.
El escenario quedó en tinieblas, el cantante se retiró por segundos, pero el público obligó su presencia nuevamente con el tradicional coro unísono de “otra, otra...”.
Melendi volvió, estaba de nuevo en el escenario por unos minutos. Interpretó La promesa y Cheque al portamor, que terminó con lágrimas recorriendo sus mejillas. Luego se tomó unos minutos más, relató la historia de amor de Pablo, su mejor amigo, para justificar el tema que interpretaría: La Promesa, una pieza que escribió dedicada a su amigo.
De nuevo, el anfiteatro quedó en tinieblas, pero la audiencia, no resignada aún al epílogo del show lo pidió de vuelta. ¡Y Melendi retornó!
Seria la ultima vez y para despedirse por lo alto se alió con uno de sus temas más esperados Tu jardín con enanitos, la antesala del final definitivo de la presentación, que cerró poquitos minutos después de las 10 p. m. con Lágrimas desordenadas.
El último acorde musical de esa pieza significó el final de la presentación del español, que con un exquisito repaso de lo mejor de sus años en la música –de las buenas épocas y las no tan buenas–, se agigantó frente al público costarricense, a quien le pidió posar para una fotografía que colgaría en sus cuentas de redes sociales, que dan fe de su éxito y los destinos que ha recorrido con su prosa y su voz.