Flor Silvestre fue parte de la generación del oro del cine mexicano. Cantaba como lo ángeles y era singularmente bella, por lo que no fue raro que Antonio Aguilar –leyenda de la música ranchera– se fijara en ella y la llevara un día al altar.
De la unión de estrellas brotaría una generación de artistas que no está dispuesta a borrar su legado. Hablamos de sus hijos, Antonio y Pepe Aguilar (Por mujeres como tú), así como de su nieta Ángela, que a sus 17 años ya es toda una diva de la escena musical de su país.
Antonio, Pepe y Ángela lloran hoy la muerte de la matriarca, que a sus 90 años partió de este mundo dejando canciones como Cielo rojo, Mi destino fue quererte, Gaviota traidora, Renunciación, Imposible olvidarte y Que Dios te perdone.
Flor Silvestre, cuyo nombre real era Guillermina Jiménez Chabolla y nació el 16 de agosto de 1930, era especialista en varios géneros, pero el bolero y la ranchera eran sus favoritos.
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“Era ella, mi bella Flor, la que me inspiraba a ser cada día mejor. Siempre bella, hasta cuando dijo adiós. Una mujer digna del cielo, por eso Dios se la llevó. Te amo tanto que no te supe decir cuánto. Gracias por tanto, gracias por todo, gracias siempre”, escribió Ángela Aguilar en sus redes sociales.
La misma Ángela ha homenajeado a su abuela en varias ocasiones. De hecho, en el 2018, lanzó una versión moderna de Cielo rojo, uno de los temas más populares de Flor.
La muerte de Flor Silvestre la dio a conocer Televisa Espectáculos, agregando que su deceso ocurrió en su rancho de Zacatecas. Al morir, la artista estuvo acompañada de sus hijos Pepe y Antonio Aguilar, así como de sus demás seres queridos.
“El cansancio detuvo su corazón rodeada de sus hijos y sus nietos. Flor Silvestre descansará al lado de quien fuera su gran amor Antonio Aguilar. Murió a los 90 años, en Zacatecas, en su Rancho El Soyate”, informó la televisora.
De acuerdo a la misma publicación, sus restos descansarán junto a Antonio Aguilar, su gran amor.
El cine, destino de Flor
La actriz y cantante debutó en el celuloide cuando tenía apenas 20 años. Por la película Flor Silvestre, estrenada cuando ella tenía 13 años, Guillermina Jiménez Chagoya eligió el nombre artístico que la acompañaría en su vida.
Su primera aparición en la pantalla grande fue en 1950, luego de que el productor Américo Macini la escuchara en una de su giras y la invitara a hacer su debut en Te besaré en la boca, a la que seguiría ese mismo año Primero soy mexicano, dirigida por el también actor Joaquín Pardavé.
En 1952 hizo lo que pocos logran: integrar una trilogía fílmica que comenzó con El lobo solitario, siguió La justicia del lobo y terminó con Vuelve el lobo, en todas compartiendo créditos con Dagoberto Rodríguez y bajo la realización del uruguayo Vicente Oroná.
Cinco años después fue en un set donde se encontró con el que sería su segundo marido por casi siete décadas: Antonio Aguilar. En Los muertos no hablan, mientras Antonio Aguilar era un vengador enmascarado para defender a los campesinos, ella era la protagonista en busca de justicia.
Pero no solo la contrataban para drama, sino también comedia, aunque siempre era la chica seria. Así pasó con El bolero de Raquel, al lado de Mario Moreno Cantinflas y Dos locos en escena, compartiendo set con la pareja de Viruta y Capulina.
Amante de los caballos y diestra jinete, fue llamada para estelarizar ¡Viva la soldadera!, ubicada en 1913 cuando un grupo de mujeres deciden sumarse a la revolución contra el mal gobierno.
Más de 70 largometrajes conforman la filmografía de Flor, contando también La muerte de Pancho Villa, El moro de Cumpas, Benjamín Argumedo y Triste recuerdo, su última película.