Algo vio Gustavo Cerati, algo que lo marcó tanto que, sin proponérselo, le inyectó una dosis de cierre y de sentimientos de conclusión a Fuerza natural , último disco que compuso, grabó y publicó. Entre las pistas de lo que pudo haber visto hay una tal Lucy, que no sabemos si fue la misma que se paseó por un cielo lleno de diamantes cuando los Beatles impactaron al mundo, pero una Lucy al fin y al cabo.
Cuando entró a la habitación, el espacio se curvó. Vimos luces y el metrónomo de Dios. Puso el tiempo en suspensión, canta el astro del rock argentino en He visto a Lucy , la última canción –penúltima, si tomamos en cuenta # , el tema escondido que le sigue– de su obra concluyente, lanzada al mercado el 1.° de setiembre de 2009, hace cinco años y cuatro días.
Pasados los tres minutos de la canción, Cerati manifiesta: Yo alucino, y lo haré mil veces más, porque aún resuena en mí su voz . El impacto que esa última frase tuvo en muchos de sus seguidores menos de un año después –cuando, a causa de un accidente cardiovascular, en mayo del 2010, entró en coma– resulta incalculable.
La voz de Cerati fue una divisa del rock latinoamericano desde comienzos de la década de los años 80. Fue la voz que nunca dejó de hacer eco, de retumbar y de vibrar, pese a su cuerpo inmóvil, débil, impotente y en reposo durante más de cuatro años en una cama de hospital. La voz del que dijo que poder decir adiós es crecer, el que sabía que nuestros pasos son causa y efecto, el que probó la lluvia derramada en busca de un sorbo de distracción.
Hoy, un día después de su muerte a causa de un paro respiratorio, las tantas obras que le conocíamos se plantean como alternativas al dolor de los millones de humanos que encontraron en el artista a un amigo y en su música una capa para volar por la vida como superhéroes que aman, que se cuestionan, que evolucionan y que no se conforman. Tal como él.
Hoy, cuando él descansa de una larga agonía, el viento transporta un flujo de recuerdos inevitables, memorias que recorren el historial y los nexos de círculos de amigos, desconocidos, familiares, fanáticos hermanados por un concierto o un disco, humanos que forjaron sus identidades gracias a una melodía o una estrofa producto del ingenio de Cerati.
Hoy, la atmósfera respira evocaciones de niños que corean Trátame suavemente antes de sus primeras citas, de melancólicos jóvenes que gritan toda la letra de Zona de promesas a la altura de la madrugada, de una madre que recuerda un mal momento al cantar Té para tres , de un padre que comparte con su hijo fragmentos de la vida al son de Signos , de una adolescente que vive los cuatro minutos más didácticos de su vida con Adiós .
En ese sentido, quizá su muerte no fue tan triste, quizá su dolor cesó, quizá su familia pasará la página con respeto y dignidad. Podemos soñar: quizá pronto un telescopio lo localice bailando con Lucy en el universo.
Enorme. Algún día, hace más de cinco décadas, alguien vio a Gustavo en función de varios palos de escoba con los que creó música en la escuela a la que atendía, en su barrio natal Barracas, en el norte de Buenos Aires.
La música –y especialmente la sed por crear– lo invadió desde chico, poco tiempo después de su nacimiento, el 11 de agosto de 1959. Para cuando estaba en el colegio, Cerati ya había probado suerte con numerosas bandas y había intentado amalgamar sus deseos con sus influencias, principalmente de artistas como David Bowie, The Police y Luis Alberto Spinetta.
En sus veintes, al tiempo que comenzaba con sus estudios publicitarios en la universidad, conoció al bajista Zeta Bosio y, con él, dio paso a una relación musical que en el futuro los llevaría a dar la vuelta al mundo.
Cerati y Zeta compartieron juntos en agrupaciones como The Morgan, Los Estereotipos y Stress, todos prototipos de Soda Stereo y recipientes de influencias de la época, de géneros musicales como el punk rock y el new wave , y de una necesidad potente de modernizar el rock en español.
Tras intentar con diversas alineaciones y muchos músicos (que luego se convertirían en renombres de la escena musical argentina), en el verano de 1982 deciden mantenerse como un trío, junto al baterista Charly Alberti, y denominarse Soda Stereo.
Tocaron en vivo por vez primera en diciembre de 1982, en casa de un amigo, y a partir de 1983 comenzó su carrera musical pública, con varias presentaciones en el creciente circuito de música en vivo de Argentina, y con la grabación de su primer álbum, un homónimo que vio la luz en 1984 y que incluyó himnos como Sobredosis de TV y Un misil en mi placard .
La banda se convirtió en la abanderada de la vertiente más popular del rock argentino. Para esto influyeron los discos Nada personal (1985), Signos (1986), Doble vida (1988) y Canción animal (1990), que dejaron como saldo éxitos como Juegos de seducción , Persiana americana , En la ciudad de la furia y De música ligera .
Fisuras en la relación de los músicos se mostraron a comienzos de los años 90 y, en 1992, el lanzamiento del sexto álbum de Soda Stereo, Dynamo (un nuevo paso hacia la experimentación) coincidió con el de Colores santos , una colaboración con su amigo músico argentino Daniel Melero.
Cerati se casó con Cecilia Amenábar en 1993, año en el que tuvieron a su primer hijo, Benito, y en el que el músico lanzó su primer álbum como solista, Amor amarillo , mientras Soda no tenía claro su futuro próximo.
La banda se reunió en 1994 para componer el que sería su último álbum en estudio, Sueño stereo , publicado en 1995, y considerado por muchos como su mejor producción. Un año después, a regañadientes, grabaron su famoso MTV Unplugged (titulado Comfort y música para volar ).
El trío se separó en 1997 por problemas personales, e hizo una gira de despedida que culminó con un espectáculo en el estadio River Plate, frente a más de 70.000 personas, registrado en el disco doble El último concierto .
Solo. Tras la desunión de Soda, el público esperaba ansioso que Cerati retomara su carrera como solista. En 1998, fundó el proyecto de música electrónica Ocio y empezó a mostrar matices de experimentación.
En 1999, su segunda producción en solitario empezó a circular, bajo el nombre Bocanada , y su carrera alzó de maneras insospechadas, con gran éxito de ventas y una recepción positiva universal por parte de la crítica.
Puente , el primer sencillo, lo convirtió nuevamente en el abanderado del rock en español que se hacía en Argentina, e incluso le valió un premio Grammy Latino a canción de rock .
En el 2001 se le vio coqueteando con más ritmos, sonidos y secuencias, primero con la banda sonora de la película +Bien y luego con el disco en vivo 11 episodios sinfónicos , en el que presentó arreglos de música clásica para canciones suyas y de Soda.
Los álbumes Siempre es hoy (2002) y Ahí vamos (2006) también le trajeron éxito y lo colocaron frente a nuevas generaciones de escuchas, en un punto en el que se consideraba su carrera como solista casi que igual de fundamental que con Soda Stereo.
No obstante, el primer capítulo de Soda había terminado abruptamente y de manera impulsiva, y tanto los fans como los músicos sentían un déficit de clausura del grupo. En el 2007, con esto en mente, el trío se reunió en la gira Me verás volver .
Con ese capítulo cerrado de manera más positiva, Cerati entró al estudio a grabar un disco que se alejó más del rock y que lo llevó a conquistar nuevos terrenos no solo musicales, sino también ideológicos. Fuerza natural llegó en el 2009, y Gustavo estaba completamente satisfecho con su carrera y con su presente.
Parecía que las visiones que le generaron Lucy y otros elementos le arrebataron el temor a la muerte, y se le sentía en paz con la idea de que la vida en esta dimensión eventualmente llegaría a su final, convencido de que había algo más allá esperándolo.