El Imperial Flow Fest, después de una jornada intensa de artistas ticos realizada el 25 de junio por la tarde, en Pedregal, abrió el camino para los platillos internacionales que vendrían por la noche. Esos prometidos shows, entre ellos el de Mike Towers y Big Boy, emocionaron a los miles de fans que compraron su tiquete para el evento y no iban a decepcionar.
La expectativa para el tirón final del festival era multitudinaria: 13.800 personas se dispusieron, en el Centro de Eventos de Pedregal, a entregar su espíritu para un gran tazón de reguetón que empezó a derramarse cuando la tarde cayó.
El camino al acto final de Myke Towers se cumplió con lo requerido: gritos, baile y sudor.
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Disposición para el flow
Cuando la luz solar desapareció, Big Boy estaba en escena para comprobar que su poder de convocatoria está intacto, aún con la década que ha transcurrido entre su apogeo y la actualidad.
El puertorriqueño topó con la fortuna de que el aguacero, que por la tarde había caído en Pedregal, se había ido a eso de las 7 p. m. Era impactante ver cómo quienes estaban en las bancas de comida, en una colina del Centro de Eventos, bajaron en manada para congregarse en la zona de gramilla.
Con un set de unos veinte minutos, el rapero preparó a la audiencia al climax inevitable: Mis ojos lloran por ti. El cantante Angel López apareció para su mítica entrada al tema, que acaba en la ametralladora de palabras con la que Big Boy remata su tema.
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Angel López, seguidamente, se quedó en el escenario para continuar con su propio show. Allí complació con otro esperado tema, A puro dolor, que se popularizó para comienzo de siglo con la agrupación Son by Four, de la que era parte. Así, el Flow Fest tuvo espacio para la balada en medio de los beats de reguetón.
Tanda final
Después del lacrimógeno, pero bien recibido rato con Angel López, el joven Beéle tomó el escenario. Siendo uno de los últimos anunciados para el festival, su presencia fue grata. El nombre del colombiano es Brandon De Jesús López Orozco
La canción sOLA, una de sus principales cartas de presentación, fue una comprobación de sus capacidades. Beéle solo tiene 19 años pero se siente cómodo en el escenario. Se pasea por allí con confianza, dejando espacios para los coros grupales, pero siempre priorizando su voz en las canciones.
Al final del día, la gente paga el tiquete por oír la voz del cantante más que de la persona de al lado. Además, Beéle fue inteligente en interactuar con el público lo necesario.
Otras de sus canciones, como Si te interesa y Loco, provocaron bailecitos lentos entre el público, quienes festejaban la música en un ambiente en el que la lluvia había quedado atrás. El clima pintaba hermoso y así fue.
Después, el legendario DJ Nelson ofreció un set cargado de reguetón con artistas como Karol G, Bad Bunny y Ozuna. La gente gritaba las canciones, plenamente memorizadas, como comprobando que ya estaban listos para los dos platos finales, o mejor dicho, para los postres de un banquete de perreo.
De hecho, quienes estaban lejos de las tarimas -en los puestos de comida y mercadería-, decidieron emprender una estampida para llenar todas las zonas cercanas al escenario. Con la espera a Jay Wheeler, se comprobó que la convocatoria del festival funcionó; se estima que 14.000 personas estaban ahí presentes.
Cuando Wheeler salió a escena, lo hizo acompañado de un grupo de cuatro bailarines y su banda, que gozaba de mucha energía desde la batería y la guitarra eléctrica. Su show se disfrutó a lo grande y, para los más escépticos, sorprendería lo mucho que el público tico se sabía de memoria los temas del puertorriqueño, de 28 años.
Por supuesto, su presentación finalizaría con La curiosidad, la canción que tiene con Myke Towers. Todos los celulares aparecieron por lo alto para grabar la presentación y darle paso a Towers, a quien todos esperaban.
Con un juego de luces y un videomapping que incluía incontables figuras de coronas, Myke apareció en el escenario con una suéter blanca y un grupo de bailarinas. Empezó con uno de sus más fuertes temas de trap, MIRENME AHORA, en el que se enorgullece de su camino cimentado.
“Es un honor finalmente estar en Costa Rica y cantar aquí por primera vez. Gracias por esperarme, yo siempre soñé con esto”, dijo. Después, el cantante dio rienda suelta a una seguidilla de sus éxitos, con canciones como La playa, Caramelo, Fiel y La nota. No hubo canción que Towers cantara y que no fuera coreada por las miles de personas en Pedregal.
El puertorriqueño no requiere demasiado en el escenario para lograr su conjuro. Sus temas, inevitablemente pegajosos, provocaron que la gente brincara y soltara cerveza por todo lo alto. La curiosidad, su tema predilecto, volvió a aparecer para el cierre del show y para provocar lo que todos querían: irse a casa con el corazón y los oídos satisfechos.