Quizá era mucho pedir, y quizá decirlo en voz alta significaba dejar ir el tono humilde que había mantenido hasta ese momento, pero en el fondo era lo correcto.
– El partido tuvo 13 puntos de quiebre, y en las 13 ocasiones saliste ilesa. ¿Cómo lo hiciste?
– Esto va a sonar mal -dijo riendo la tenista Naomi Osaka-, pero realmente quiero jugar contra Serena.
Fue el pasado 6 de setiembre y el recinto completo rugió. Una chica japonesa de 20 años acababa de pronunciar el nombre que despierta más pasiones en el tenis estadounidense, precisamente en el estadio Arthur Ashe, ese en el que Serena Williams ha alzado el trofeo plateado en seis ocasiones.
Naomi Osaka ansiaba hacer lo mismo y el hecho de enfrentarse a una de sus héroes de la infancia solo la impulsó a vencer a Madison Keys, aún cuando iba perdiendo 0-3 y logró volcar el marcador a 6-4 en el último set, aún con los 13 puntos de quiebre.
Faltaban dos días para que Naomi ganara en ese mismo estadio el Abierto de Estados Unidos, uno de los cuatro Grand Slam, los torneos más importantes en el tenis. Allí se convirtió en la primera persona japonesa en ganar un Grand Slam.
Su triunfo fue agridulce por haber vencido a su heroína, la cual discutió con el juez durante casi todo el segundo game y quien –sin malas intenciones– opacó el triunfo ajeno.
“Me siento un poco feliz y un poco triste también”, admitió Osaka. De sus ojos almendrados brotaron lágrimas desde que terminó el partido hasta que empezó la ceremonia de premiación.
Durante la mayor parte de aquel momento cumbre cubrió su cara con su visera blanca para evitar que el mundo la viera llorar; mostrar debilidad va en contra de los códigos sociales japoneses. Tal gesto debió bastar para silenciar las voces que cuestionan la “japonesidad” de Osaka, solo por el color de su piel.
La poderosa nerd
Naomi Osaka nació el 16 de octubre de 1997, en Osaka, Japón. Su padre, Leonard Francois, es un haitiano-estadounidense. Su madre, Tamaki, es japonesa.
En lugar de tener el apellido de su padre en el nombre, decidieron dejar el materno, para honrar también a Osaka, la ciudad en la que nació la menor de dos hijas.
La revista GQ la describió como una “nerd con una inclinación por el tenis”, agresiva y sin miedo en la cancha pero tímida fuera de ella. Bleacher Report, medio especializado en deportes, la definió como una chica “tan humilde como hambrienta”.
El tenis es su trabajo, “una misión” dice ella, y cuado no está en el gimnasio entrenando o en la cancha practicando sus saques, enciende el PlayStation para jugar Overwatch con su hermana mayor, Mari, de 22 años, quien también es tenista (es la 289 del mundo).
Según el New York Times, en alguna entrevista dijo que ella “aspiraba a ser la mejor, mejor que nadie más” e inmediatamente se rió por haber hecho referencia a la canción de Pokémon.
En esa misma entrevista admitió ser fanática del manga y las películas japonesas, aunque ella solo vivió en el país asiático en los primeros tres años de su vida.
Naomi se formó como tenista en Nueva York y Florida. Su estilo de juego es agresivo y potente y su victoria contra Serena Williams así lo mostró: fue con un ace –un tiro no contestado por su oponente– que Osaka se llevó el trofeo a casa.
Durante el juego puede enviar una bola amarilla a 160 kilómetros por hora (para comparación, el brazo de Roger Federer logra un promedio de 125 kmh). En uno de sus saques puede alcanzar 193 kilómetros por hora.
Esta habilidad la ha desarrollado con Sascha Bajin, un entrenador alemán que trabajó con Serena Williams ocho años y quien desde hace meses estaba convencido de que su actual pupila podía ganar un Grand Slam.
Era cuestión de tiempo.
Nace una potencia
La historia de cómo llegó una raqueta a las manos de Naomi Osaka tiene un punto en común con la forma en la que el trofeo del US Open llegó a sus manos. Y ese punto en común es la familia Williams.
Leonard Francois, padre de Naomi, vio en 1999 en televisión la historia de cómo Richard Williams, padre de Serena y Venus, logró sin saber mucho de tenis que sus hijas se volvieran dos campeonas.
Francois, quien sí había jugado tenis, quiso copiar el modelo: formar a sus dos hijas para hacer saques fuertes, para ser atléticas y para desarrollar un juego potente.
Osaka tomó una raqueta desde los 3 años y junto con su hermana Mari, practicaba saques y jugadas. Por muchos años Mari dominó, pero cuando Naomi cumplió 13 años, algo cambió.
Su juego finalmente alcanzó una potencia que su hermana no podía contener y de pronto, ni siquiera tenistas más experimentados podían hacerlo.
Un año después, en el 2011 entró al ranking oficial de la WTA de la mejor manera, derrotando a Samantha Stosur, campeona del US Open en el 2005, en un partido oficial. Desde entonces ha seguido sorprendiendo a excampeonas: Simona Halep, Angelique Kerber, Maria Sharapova, Coco Vandeweghe y Venus Williams han caído frente a la japonesa.
Por supuesto que su éxito capturó la atención de la Asociación de Tenis de Estadios Unidos, quienes ofrecieron apoyos financieros para que la tenista compitiera en su nombre, pero la decisión de que Naomi Osaka jugara por Japón había sido tomada mucho tiempo atrás.
Por Japón
Naomi Osaka dijo en el 2016 a USA Today que si bien ella jugaba por Japón, entendía mucho más de lo que hablaba el idioma.
Se podría asumir que por crecer en Estados Unidos adoptó la cultura estadounidense pero el ser hija de inmigrantes creó una mezcla de costumbres del hogar: su madre le hablaba en japonés, su padre en inglés y la familia paterna se comunicaba y cantaba en el inglés criollo haitiano.
La relación entre los padres de Naomi, fue condenada por la familia del lado japonés, que veía deshonrosa el vínculo interracial. El matrimonio se formó en Japón pero el peso social de tener niñas hafu (es decir mitad japonesas) los hizo irse.
Aún así, cuando el talento de las pequeñas empezó a verse, el padre decidió acercarse a la Asociación Japonesa de Tenis para conseguir apoyo en la formación de las atletas. La organización, que pasaba por una sequía de tenistas mujeres, les dio la bienvenida.
Hacer que sus hijas le dieran crédito al país en el que nacieron no es extraño, pero hay que decirlo: Leonard Francois hizo una elegante y movida considerando que él y su familia no tenían cabida en la sociedad japonesa.
Pero el cambio avanza.
Tras siglos de ser una sociedad relativamente homogénea, Japón se encuentra naturalizando a hijos de japoneses sin importar su procedencia o lugar de nacimiento, para mitigar las bajas tasas de natalidad y el siglo 21 ha traído a la mesa una conversación aún más grande sobre diversidad.
Es muy temprano para decir que Osaka será un símbolo de una sociedad japonesa o incluso de un mundo que celebrará con más fuerza la multiculturalidad, pero es claro que su nombre llegará a lo más alto del tenis.
A finales del 2017, era la 68 del mundo. En agosto, después de vencer a tres tenistas que fueron número 1 del mundo, escaló al puesto 17. Ahora, después de ganar su primer Grand Slam, es la número 7 en el ranking de la WTA.
“Quiero hacer un buen papel y quizás terminar el año en el Top 5, pero no me meto presión. Por el momento, estoy disfrutando”, dijo en su recibimiento en Yokohama, Japón, después de ganar el US Open.
Osaka le expresó emoción a los presentes sobre participar en los Juegos Olímpicos Tokio 2020, en la que ella llama su ciudad favorita.
Se sabe que firmó con marcas como Nissan y Citizen y Adidas le renovó su contrato, por lo que se estima serán unos $8,5 millones al año. A setiembre del 2018, ha ganado unos $7 millones por participar y calificar en competencias.
“Cuando veo 15 hacia el futuro, veo a Naomi teniendo una carrera extraordinaria”, señaló Stuart Duguid, su agente, cuando Osaka aún no había ganado el US Open.
“Pero también espero que ella cambie las percepciones culturales de las personas multirraciales en Japón. Espero que ella abra la puerta para las generaciones futuras, no solo en el tenis o los deportes, sino en todas las áreas de la sociedad. Ella puede ser una embajadora de ese cambio”, expresó.