Entro y lo primero que veo es una cabeza con una GoPro en la frente. La aventura comenzó.
En las instalaciones del Parque Viva en la Guácima, el Oktoberfest se despide de un fin de semana lleno de cerveza, comida, trajes típicos alemanes, juegos y conciertos.
Pero sobre todo, repleto de espuma ambarina.
Adentro hay puestos con stands de todo tipo de cerveza. Amarga y dulce. Artesanal, criolla, independiente. En el centro de todo, hay un nicho hecho con palets que alberga a más de 40 tipos de cerveza y más de siete compañías.
Diego Salas, trabaja para la cervecería Tierra Fértil y asegura que, a pesar de que apenas son las 2:00 p.m., les ha ido muy bien con las ventas del domingo.
“La gente es muy curiosa y se acerca a ver qué tipos de bebidas tenemos, eventualmente se atreven a comprar una, aunque sea solo para probar pero si les gusta, vuelven, porque además comprenden que esto de tomar birra artesanal es toda una experiencia y se aprende mucho”.
Y lo es, porque no se trata solo de permitir que la bebida espirituosa se apodere de las decisiones del resto de la jornada, sino que los productores de cerveza artesanal han aprendido, a prueba y error, que un producto no se hace solo para el consumo, sino también para educar.
Como dice Alejandra Araya de Costa Rica Meadery, una fábrica de hidromiel que desarrolla también cervezas. “Esta es una bebida antigua, la que tomaban los dioses nórdicos”, bromea al explicar que no son una empresa típica, si no que a partir de la miel, se han especializado en crear productos criollos.
Ellos, a diferencia de otras fábricas de cerveza, no importan la malta, si no que la crean. A demás utilizan productos como jengibre y maíz de Guanacaste.
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A las 5:20 el calor parece a propósito, nada puede saciar la sed pero nadie se va a ahogar aquí adentro. Para variar un poco la dinámica, Heladix tiene un stand en el que ofrecen seis tipos distintos de helado con licor. Hay guariX, una nieve con fanta colita, jugo de naranja y cacique. O CocoruM, con leche de coco y ron, o ChocoJack, con crema de chocolate y whisky.
“En realidad tenemos más de 180 sabores, pero acá solo trajimos seis para probar cómo nos iba y resultó que nos está yendo bien, todos responden con curiosidad este invento”, explica Catalina Elizondo, quien se manifestó muy satisfecha con las ventas del fin de semana.
A las 5:30 p.m. la bebida no se detuvo, solo se trasladó al concierto que la expectativa alimentó durante todo el día.
La banda local de reggae Un Rojo subió a la tarima para hacer suyo el festival.
Y lo de siempre: la energía, el calor de la gente que se mueve y baila y goza. Durante poco más de una hora, el centro de eventos Parque Viva fue reggae , fiesta.
Según Marco Arce, fan del festival, es pecado perderse la celebración porque pocas veces es posible disfrutar de eventos así.
“Yo no falto, es un fin de semana que realmente espero todo el año porque la paso bien con mis amigos. Hacemos algo nuevo y diferente y nos encanta aprender sobre la cerveza”, comentó Arce.
El evento que reunió a una cantidad imposible de descifrar para la productora (hasta ahora), logró que muchos pasaran un domingo distinto entre amigos, música de la buena y cerveza, mucha cerveza.
Lograr reunir a tantas personas bajo un mismo techo y conservar por horas la misma energía no es fácil, pero aquí las ganas de pasarla bien gozaron de un efecto dominó.
Es casi un lema del Oktoberfest: la fiesta no se acaba hasta que la última botella toque el fondo del basurero.