Durante siete décadas, la Orquesta de Lubín Barahona se ha movido al ritmo de la historia de este país, pero hoy su director duda de cuánto más podrá durar ese baile.
“A veces duramos hasta dos meses sin tocar”, relató Mario Barahona, director del grupo. “Gracias a que los músicos no viven de lo que se ganan en la orquesta es que se ha mantenido, porque, si no fuera así, ya no existiría”, agregó.
Según Barahona, el ensamble enfrenta la mayor crisis de su carrera, debido a que en las contrataciones actuales se suele favorecer al que cobre menos, sin tomar en cuenta la calidad musical.
“La situación está muy difícil, el Gobierno y las instituciones le ponen a uno muchos requisitos, exigen tres cotizaciones y escogen la más baja sin tomar en cuenta el número de músicos, la trayectoria y la calidad musical; se van por el dinero. A mí me han rechazado muchas contrataciones por lo mismo”, contó el hijo del fundador del grupo.
Barahona relató que el año pasado tuvieron 19 presentaciones durante todo el año, lo cual comparó con haberse sacado la lotería; sin embargo, este año la situación ha sido muy distinta, ya que hay meses en los que ni siquiera tocan.
El director recordó que el año pasado se vieron beneficiados con el programa Proartes, del Ministerio de Cultura, para desarrollar una antología del bolero tico y realizar tres presentaciones en las ciudades de Puntarenas, Limón y Guanacaste, lo cual significó un fuerte impulso para el grupo y los motivó a buscar ese apoyo una vez más.
Para este año presentaron un nuevo proyecto con actuaciones en los hospitales Blanco Cervantes, México, San Juan y Calderón Guardia, así como en los centros penitenciarios La Reforma y El Buen Pastor, pero no fue aprobada.
“La idea era llevarles música a los enfermos y a los que no están libres, pero no me aceptaron el proyecto”, narró Barahona con innegable frustración en su voz. “En esta nueva convocatoria que hubo ni siquiera participé porque pareciera que uno anduviera, perdóneme la expresión, muerto de hambre y pidiendo plata. Ellos saben la trayectoria y la calidad y me pareció incómodo volver a solicitar. A mí me parecía que era un buen proyecto. No sé qué no les pareció”.
Barahona insistió en que se mantienen en el negocio porque es algo que les gusta hacer y por mantener viva la tradición, no por el dinero, ya que es mucho el sacrificio y no siempre hay ganancias.
“Ahora nos han ayudado algunas municipalidades que tienen eventos fijos. Es difícil trabajar ahorita para una orquesta de 20 personas, de los cuales 16 son músicos”, detalló el director.
Según expresó Barahona, trabajar con una orquesta tan grande implica que los costos sean mayores que los de un grupo pequeño.
“Una vez un directivo (de una institución) se dejó decir que con lo que me pagaba a mí, llevaba dos grupos y esa es la mentalidad que hay ahora para contratar”, dijo.
“Estoy dejando que pase este año para conmemorar los 70 años, pero vamos a ver qué se proyecta para el año que viene, aunque está muy difícil”, añadió. “Voy a tener que hacer un grupo pequeñito, como tantos que hay en el país y que desaparezca la única orquesta en su estilo de este país”, concluyó.
Según Mario Zaldívar, investigador de música popular, para garantizar la supervivencia de esta orquesta, es necesaria la participación de distintas entidades. “Es una reliquia que solo se puede sostener desde un punto de vista cultural, ya que el comercial está enfocado en otro lado. Ojalá que la organizaciones públicas y privadas le den más oportunidades”, aseguró.
“Es meritorio que haya logrado mantenerse, ya que hoy día es muy difícil. De ahí han salido muy buenos músicos”, dijo, por parte, el destacado músico Otto Vargas.
“Mi abuelo, Isaac Barahona, que era músico y director de banda, les inculcó la música a los siete hijos. Él tenía una finca en Sarchí y ahí fue donde comenzaron la orquesta” relató este hombre de 64 años, quien se encarga de la administración de la orquesta.
En 1942, Lubín Barahona se mudó a San José y de ahí extendió su rango de acción al resto del país, incluso fuera de nuestras fronteras.
Las partituras del estadounidense Glenn Miller, así como de otras orquestas latinoamericanas en el repertorio de la Orquesta de Lubín Barahona contribuyeron a convertir en una sensación al grupo y lo hizo presentarse en ciudades como Golfito y Quepos. “Se trasladaban en sus carros y llevaban los instrumentos o alquilaban una ‘cazadora’ y ahí iban todos o hasta por ferrocarril”, rememoró.
En la orquesta se formaron destacados cantantes como Luis Molina, Gilberto Hernández, Adriano
En el exterior se presentaron en ciudades como Barranquilla y Cartagena, en Colombia; Maracaibo, en Venezuela; Ciudad de Panamá y Nueva York, en Estados Unidos, así como en otros países del Caribe como Aruba y Curazao.
Entre las anécdotas del grupo, Barahona recordó como en 1955 fueron convocados por el entonces presidente José Figueres para ir a animar a las fuerzas policiales costarricenses que se encontraban en la frontera norte debido a un conflicto limítrofe con Nicaragua.
Lubín Barahona se mantuvo al frente de la orquesta hasta 1970, luego se dedicó a tocar el piano con el grupo hasta finales de esa década. En 1980, enfermó y falleció en 1981 de un paro cardiorrespiratorio. A partir de ahí, su hijo Mario se hizo cargo del grupo a la fecha.