Fito Páez goza de un estatus de leyenda en nuestras latitudes y no es para menos, el astro oriundo del puerto de Rosario volvió a demostrar que cuenta con una versatilidad de la que pocos artistas en el mundo pueden alardear.
A Fito lo recordamos por su innegable dominio del escenario, donde generalmente le bastan su garganta y los 88 martillos del piano para ganarse el corazón del público. Solo que este miércoles el argentino estuvo acompañado por la élite de Orquesta Filarmónica. El resultado fue una noche digna de enmarcar en la que el Flaco dio un repaso de un repertorio que empezó a tejer desde 1984.
A lo largo de su carrera, Páez se ha caracterizado por ser un músico puntual y enfocado en su arte. De hecho, Joaquín Sabina una vez lo describió como uno de los artistas más disciplinados con los que ha trabajado.
Fito Páez salió a las 8:00 p.m. en punto, fiel a su estilo.
El argentino se presentó al escenario como una postal que apela memoria: zapatillas casuales, lentes oscuros, su pelo crespo, una camiseta blanca con un estampado rojo en el pecho y un saco de vestir imperdible, cual cereza en el pastel.
El concierto arrancó con Cadáver exquisito, un tema que se popularizó tras el lanzamiento del disco en vivo Euforia. Fito se sentó frente al piano y desde ese momento ya tenía al público en la bolsa de su pantalón de mezclilla.
“Buenas noches, de Argentina con amor. Muchas gracias a la Filarmónica de Costa Rica”, dijo el astro previo a proseguir con una maratónica velada que dejaría a sus más fieles adeptos sin aliento.
El astro interpretó sus canciones con la misma entrega y precisión con la que tiene acostumbrados a los ticos; ayer la cita fue en el Parque Viva (La Guácima) durante una noche cálida que culminó un miércoles con matices de domingo por el feriado.
Sin momentos para un respiro, el argentino prosiguió con el poema urbano 11 y 6, uno de los temas más recordados del disco Giros. El público coreó a conciencia esta pieza protagonizada por dos jóvenes enamorados en el café La Paz.
El concierto siguió con el Chico de la tapa, con la que arranca el disco Tercer Mundo. Esta pieza hace mención a los dos jóvenes de la canción anterior, los cuales no tuvieron un final feliz. La chica murió y el chico terminó siendo un delincuente, pero como sentenció el cantante: La vida sigue.
El público se emocionó tanto que algunos fanáticos se levantaron de sus asientos y corrieron hacia la tarima para rendirle homenaje al argentino con saltos.
“Es un honor estar acá con esta orquesta tan maravillosa. A los que están frente a la tarima que no dejan ver a los que están sentados, les voy a pedir que se sienten para que todos podamos ver. Es como la democracia, no es lo que más me gusta pero es lo que es. Les voy a rogar que se sienten”, le pidió Fito al público, el cual se dispersó a sus asientos para que la presentación pudiera seguir.
La siguiente en el repertorio fue Parte del aire, una colaboración que hizo Páez junto a Luis Spinetta, en 1986. Esta pieza marcó la unión de dos generaciones del rock argentino. Lo bueno de tener un repertorio tan extenso es que cada canción tiene su propia historia que apela al corazón del público.
La presentación prosiguió con el tema de Piluso y la popular Giros.
“Esta canción se la dediqué a Charly García hace mucho tiempo, pero la verdad no era solo para él, era para todos nosotros”, anunció el cantante antes de continuar con la pieza, Cable a tierra. Esta canción, lanzada en 1985, Páez se la dedicó a García, cuando este atravesaba problemas originados por su adicción a las drogas.
Posteriormente, le llegó el turno a La ciudad de los Pibes sin calma, Naturaleza sangre y Tumbas de sangre.
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“Estamos muy contentos de cumplir el sueño de tener a Fito Páez con la filarmónica, después de esta pieza vamos a tomarnos un descanso de 15 minutos y continuamos”, informó el director de la orquesta Marvin Araya.
Lo bello de recordar. El concierto se reanudó, esta vez con un Fito vestido con traje rosado y una camisa negra. El argentino cantó Tú mi vida, el primer tema de su último disco, La ciudad liberada, el cual se presentó hace un par de años.
Tras la reanudación de la presentación, Páez continuó con La familia, un arreglo instrumental que apela a la melancolía, una decisión que el artista defendió de primera entrada.
“Esta es una música algo melancólica. A mucha gente no le gusta este sentimiento en estos tiempos, pero no hay que tenerle miedo a la nostalgia. Es bonito recordar el barrio, a mamá, a papá y al resto de los amigos”, explicó el artista.
“Silencio es lo que necesitamos. Después si queremos hacernos los listos, nos podemos ir a tomar un trago en la esquina y lo arreglamos todo ahí”, advirtió El Flaco, antes de continuar con su arreglo musical.
Las notas que apelan al rock&roll y al movimiento regresaron con temas como Ámbar violeta y Al Lado del camino. A partir de ese momento, Páez empezó a complacer a su audiencia éxito tras éxito.
“Las palabras no, qué mecanismos más extraños. A veces las decimos pero no queremos decir eso y terminamos enredando todo. A mí me gusta más el beso, el polvo, los abrazos y las miradas. A veces odio las palabras pero hay algunas que aún las puedo cantar con la frente en alto, como estas”, explicó el cantante antes de reventarle el corazón a la audiencia con Al lado del camino, un himno en todas las cantinas que predican un estilo de vida bohemio.
Los últimos compases
El concierto no podía terminar sin Amor después del amor, una canción que da la impresión de haber sido compuesta para este tipo de momentos, a tarima llena y con los corazones aún embriagados por tanta emoción.
Hubo un cambio de marcha repentino con la interpretación de Ciudad de Pobres Corazones, uno de los temas más oscuros en toda la discografía del cantante rosarino.
"¿Quieren otra? Vamos a esperar que Fito se cambie y hacemos otra. Quiero agradecerles en realidad que vengan, quiero invitarlos el próximo fin de semana, vamos a tocar lo mejor de Iron Maiden. Bueno… tengo que hacer tiempo mientras Fito se cambia… ¿vieron el golazo de Messi?” tertulió un momento el maestro de ceremonia, en una de las postales que dejó la noche.
Este fue el preámbulo de la interpretación de Yo vengo a ofrecer mi corazón. Fito empezó frente al micrófono pero pronto se distanció de su herramienta y su voz quedó desnuda frente a las 5000 personas que asistimos al Anfiteatro Coca Cola del Parque Viva. Páez cantó sin micrófono y todo el público guardó silencio. Nadie quería perderse esos momentos que solo un artista, que a sus 56 años y quien goza del calificativo de leyenda, puede generar.
El concierto terminó con las canciones Dar es Dar y Mariposa Tecknicolor. Las luces se apagaron pero los ticos no dejaron de recordarle a Fito que su nombre está escrito en el Panteón del rock latinoamericano, junto a otros gigantes como Gustavo Cerati, Charly García y Luis Alberto Spinetta.