El que no tiene muy buena condición física y asistió al primero de los dos conciertos de Percance de este fin de semana (1° y 2 de octubre) de fijo amaneció el domingo adolorido... pero feliz.
Y es que desde que empezó la música aquello fue como asistir a una intensa clase de crossfit de más de dos horas. Hubo gritos de alegría, aplausos de emoción, saltos de júbilo, sentadillas al ritmo del ska, brazos al aire y, por supuesto, gargantas extasiadas con la música.
Hay que decirlo, los de Percance siempre se han caracterizado porque sus conciertos los preparan para ser una fiesta total, tanto para ellos arriba del escenario como para esos fans que los han acompañado durante sus 16 años de trayectoria. La noche del sábado 1. ° de octubre en el Auditorio Nacional no fue la excepción.
Desde hace varios meses que el grupo quería darle a Costa Rica un show lleno de luces, de colores, de una puesta en escena de alto nivel, con invitados especialísimos, con muchas sorpresas. Hoy, a la luz de lo sucedido, es justo decir que lo logró con creces.
Imparables
Percance sin parar se llama el espectáculo. El grupo no pudo escoger mejor título para los recitales porque de verdad que durante las más de dos horas el show fue así: sin parar ellos y sin parar el público que los quiere tanto.
Pedro Capmany los acompañó como telonero de una noche desde que empezó prometía ser intensa. Con canciones propias, el solista calentó al público que estaba ansioso de darlo todo con la banda más fiestera. A la salida de Pedro del escenario por supuesto que la gente pidió “Los pollitos” (La historia salvaje, icónica de su padre, José Capmany), pero el artista salió de la tarima sin decir nada (porque la sorpresa vendría después, tengan paciencia).
A eso de las 8:10 p. m. y después de un entretenido abrebocas visual, llegó el grupo.Sus fans son de esos que llamamos de hueso colorado y desde que los músicos pusieron pie en escena, la locura se desató. Esteban Ramírez, vocalista de la banda, pidió que nadie se quedara sentado y todos obedecieron, pues de por sí la música no permitió ni un solo “ahuevado” en el chivo.
Fue precisamente con La banda más fiestera que se inauguró el bailongo. Globos gigantes de colores con el logo de Percance volaron sobre las cabezas de la audiencia. Todos jugaban, todos bailaban, todos cantaban.
La descarga de ska fue titularísima en la primera parte del concierto. Ya no me importa fue la segunda canción y para ese momento, apenas empezando, el sudor se apoderó de muchos. Suéteres fuera, cabellos amarrados y traguitos de agua sirvieron para aplacar un poco el calor (nada nuevo en el Auditorio Nacional). Nadie se quería sentar. Había niños, jóvenes, adultos mayores y también un grupo de muchachos de la Asociación Síndrome de Down de Costa Rica, quienes fueron los más animados de la noche (y eso ya es mucho decir). ¡Qué bárbaros para disfrutar!
“Ustedes no vienen a vernos a nosotros, nosotros venimos a verlos a ustedes”, fueron parte de las palabras de bienvenida de Ramírez a esos fans que se han convertido en amigos del grupo.
Desesperados, que es una de las piezas más fuertes del repertorio de Percance, llegó con coreografía, con los músicos luciéndose y, por supuesto, con Sandoval en la trompeta dándolo todo.
Con apenas tres canciones tocadas, el éxtasis parecía que ya no daba más, pero había mucho por delante.
Hubo rock, ska, merengue, algo de sabor de vallenato, una güira, un acordeón y alegría.
Para cuando interpretaron La Negra subieron a escena algunos de los anteriores miembros de la banda. Como si fuera una fiesta de amigos en la sala de la casa, así se sintió.
Sin permiso para cansarse
Si lo vemos desde una perspectiva generacional, Percance tiene muchos seguidores pasados de los 30 años y ya el cuerpo no es el mismo de antes. Pero nada de eso importó: el carisma y la pasión desbordada sobre la tarima contagió a todos los asistentes, aunque insistimos, más de uno de fijo se levantó este domingo adolorido... pero feliz.
Los golpes de adrenalina siguieron con Me lo tomo todo y El tiempo (junto con Pedro Capmany). Pero aquí llegó otro bombazo directo al recuerdo: Pedro y Percance interpretaron, ahora sí, La historia salvaje y salvaje se puso el ambiente al recordar uno de los hitos del rock costarricense. ¡Qué momentazo!
La segunda parte del recital comenzó un poquito más tranquila, algo que más de uno agradeció no solo para sentarse un ratito, sino porque sobre la tarima apareció un cuarteto de cuerdas con violines y chelos, mientras Esteban, sentado en una silla, interpretó Su mirada. En aquel espacio de tranquilidad y romance hubo una transición muy interesante, pues todos pensamos que Cómo saber también sería acústica, pero no.
Subieron las guitarras y los vientos a tarima para recibir, además, a Hugo Villa, cantante de Mentados, quien acompañó al grupo a cantarle al público: “No existe nadie que los quiera más”. También hubo chance para cantar el clásico Baby Don’t Worry, de Mentados.
Como si ya no hubiera sido suficiente, otra sorpresa.El experimentado rapero Cehzar se sumó al fiestón. En medio de ¿Dónde iré a parar?, el MC soltó varias rimas improvisadas alabando y reconociendo la carrera de Percance.
“¿Ya están cansados?”, preguntó Esteban, como incitando al extasiado público a no darse por vencido luego de brincar por casi dos horas. Nadie estaba sentado.
Las sorpresas siguieron, tanto en la parte visual como la musical. Luces de colores adornaron unas jackets especiales que usaron los músicos; los juegos pirotécnicos en escena emocionaban a más no poder al público; los globos de colores seguían bailando entre las butacas, y así llegó La mitad de lo que soy, una revisión al ska del clásico romántico costarricense.
El cierre llegó con Mismo lugar y con la sentencia de que aunque “no ha sido fácil contra el viento”, los de Percance han seguido volando durante estos 16 años... y contando.
Por supuesto que el adiós no podía llegar sin que interpretaran Gira el mundo. El público lo pidió y Percance complació. La despedida fue tan intensa como toda la jornada. Al final la última sorpresa de una noche que mantuvo a todos de pie bailando llegó con la participación de la Banda del Cedes Don Bosco, que interpretó varias piezas de Percance a su estilo.
Tras una noche de éxtasis, baile y mucha alegría, hoy posiblemente haya rodillas, músculos o caderas adoloridas, pero todo valió la pena.
Percance: ya no somos chiquillos de 20, pero aquí seguiremos bailando y brincando hasta el final.