Cuando Luis Porras y otros músicos se juntaron para formar Jirondai se imaginaban el proyecto como una sombrilla que albergara distintas expresiones y distintas voces. La primera idea fue hacer música electrónica con influencias de rock y con cantos indígenas grabados.
Armaron una biblioteca de cantos y relatos de los cabécares, los bribri, los ngöbe para usar en sus canciones, inspirados en lo que había hecho Deep Forest con los sonidos africanos.
“Pero el asunto es que (Deep Forest) hizo todo de lejos. No conoció a los músicos, no les habló, solo compró un banco de samples (sonidos pregrabados)”, recordó Luis Porras, fundador de Jirondai.
“Entonces decidimos no ser una banda de samples, sino una banda para muchos cantores indígenas, mostrar la música de las comunidades”, agregó Porras.
De ese momento ya han pasado unos 13 años. Empezaron a grabar discos con voces invitadas y a hacer conciertos y se corrió la voz de que había una banda con vocalistas indígenas.
“Siempre pensé que Jirondai era una sombrilla que podía aglomerar a distintos cantores. Ahora es el momento de abrirla más”, manifestó Porras.
La música llevó a Porras y los colaboradores del proyecto a conocer comunidades que conservan tradiciones y quieren ayudarles a hacerlo.
Han grabado cantos ancestrales y hasta canciones populares, quieren generar intercambios entre músicos del Valle Central y los de las comunidades indígenas, y han llevado grabadoras y cámaras digitales a algunas comunidades para que documenten su día a día.
La sombrilla de Jirondai está más abierta que nunca y el proyecto ya dejó de ser un sueño: ahora es referente.
Lenguas vivas
Después de convencer a músicos y cantores indígenas de trabajar juntos, Luis Porras se empeñó en hacer discos que rescataran las lenguas indígenas que continúan vivas.
Empezó con Historia ancestral (2009), dedicado al pueblo ngöbe. Así se alió con Unchi (Alexis Rodríguez).
“Hace unos diez años era casi imposible oír música con voces indígenas en un concierto, incluso creo que muy poca gente había escuchado los cantos. Eso cambió en las noches de Mundoloco, en las que Jirondai encontró su nicho”, recuerda el músico Andrés Cervilla, colaborador de Jirondai.
“Nos señalaban porque nos presentábamos con un indígena cantando frente a la banda. De alguna manera le quitaba lo exótico o lo pintoresco y eso incomodaba”, señaló Porras.
Unchi y los otros cantores que se han sumado, dice el músico, son la cara del proyecto y por eso prefiere que la suya figure lo menos posible.
“Es un colectivo, construimos juntos y vamos aprendiendo juntos en el proceso”, afirmó.
Entre esos colaboradores se sumaron luego el cabécar de Chirripó, Luis Salazar, y la cantora bribri, Mildred Blanco. Con la ayuda de estos se produjeron Casas de la memoria (2011) y Sesiones Queztal (2014), que se valen tanto de grabaciones de campo como de interpretaciones como banda.
“Encontramos cantores que podían adaptarse al formato de canción, que llevaban tiempos. En Sesiones Queztal se trató más de adaptar la música, de perseguir al cantor en el texto”, afirmó Porras.
Para mostrar ese trabajo grabado, esperan hacer en julio cuatro conciertos en el Teatro Vargas Calvo, en San José.
En este espacio íntimo (tiene un cupo de 45 personas) piensan grabar un concierto con varios cantores.
“Es algo que nunca hemos hecho y creo que es importante hacerlo ya, antes que se nos compliquen las posibilidades de volver a reunirnos todos”, explicó Luis Porras.
Participarán del concierto los cantores Luis Salazar, Unchi, Mildred Blanco, la mexicana Paloma Coronado y el miskito Johnny Hall.
Actualmente, la banda de Jirondai la integran Luis Porras (programación de secuencias y teclados), Isaac Morera (percusión), Luis Mario Marín (guitarra) y Johnny Gutiérrez, alias Nillo (secuencias).
Contadores de historias
Jirondai toma su nombre de la leyenda de un antiguo chamán de la comunidad ngöbe. Se cuenta que el chamán tenía dos rostros: uno para ver el pasado y otro para ver el futuro.
En los 13 años de trabajo, Luis Porras ha recopilado y recabado más material de archivo. Pero ahora se ha enfocado en dejar los registros de las generaciones actuales de indígenas.
“Es raro oír a algunas personas hablando de los indígenas en pasado: ‘ellos fueron, ellos hicieron, ellos creían’, como si no se mantuvieran vivas e intactas muchas de las tradiciones. Las comunidades indígenas se mantienen y todavía hay mucho que no conocemos”, señaló.
Facilitarle cámaras digitales, grabadoras y celulares a distintas comunidades indígenas ha sido el paso más importante que han dado en ese sentido.
Indígenas, como Luis Salazar, se llevan durante semanas tarjetas de memoria para grabar celebraciones, viajes y llevar un diario de campo en su comunidad. Luego se lo dan a Luis Porras para que archive y categorice ese material.
“Hay videos de chichadas, de actividades diarias, de entierros. Creo que hemos visto mucho más de lo que se ha logrado ver antes y eso es gracias a que son los mismos indígenas los que cuentan y muestran estos momentos”, dijo Luis Porras.
“Ellos son contadores de historias natos, toda su cultura se ha transmitido mediante generaciones con la palabra”, agregó el gestor.
Las nuevas grabaciones serán parte de un repositorio que, se espera, esté en línea este año. La prioridad es que el material llegue a manos de las comunidades y luego, al resto del país.
Con la ayuda del programa TICAS de la Cooperativa Sulá Batsú, –un grupo de programadoras– esperan generar una aplicación para celulares que facilite el acceso al material.
“Serían mujeres programando una aplicación para difundir los cantos de los indígenas, que, en gran parte, son transmitidos de generación en generación por mujeres. Sería algo muy significativo”, manifestó Luis Porras.
Un año cargado
Si ya suena como que este será un año lleno de novedades para Jirondai, es porque no ha oído el resto.
Entre los planes está colaborar con el chef Pablo Bonilla, dueño del restaurante Tomillo, que buscar rescatar las comidas indígenas y llevar a chefs para que aprendan las recetas y tradiciones de las comunidades.
También se ha acercado al proyecto el músico Andrés Cervilla, dueño la empresa de identidad sonora Pee-Pah y trombonista del grupo Infibeat.
“Sin los viajes y las experiencias que he tenido con Jirondai, no existirían canciones como Duretok”, dijo Cervilla sobre el más reciente sencillo de su banda de funk.
Junto a Cervilla, Luis Porras publicará este año el sello disquero Araima, en el que se publicarán las próximas producciones de Jirondai y también nuevos talentos que se encuentren en las comunidades indígenas.
En Talamanca, Telire, Alto Queztal y otros lugares hay tanto cantos ancestrales como música popular de acordeonistas o percusionistas.
“La música regional tiene poco acceso a ser producida y difundida, son cosas completamente offline de lo que está ala alcance de todo el mundo. Con todo y que ahora es fácil conseguir música en internet, es difícil encontrar proyectos de corte cultural”, comentó Cervilla.
“Estamos abiertos a todo, que no solo sea de folclor, perfectamente me veo haciendo hip-hop con artistas centroamericanos, va a ser un espacio de difusión”, agregó.
La idea es que el sello nutra emisoras de radios como La Voz de Talamanca, que en este momento tiene muy poco contenido en lenguas indígenas. Este proyecto tendrá el apoyo de la Cooperación Española.
El registro de los días en las comunidades indígenas continuará. En ese proyecto quedará guardado el mayor mensaje de Jirondai: respetar y difundir las diferentes culturas que hay en el país, “las diferentes Costa Ricas”.
“Somos la suma de muchas naciones, diferentes Costa Ricas que estamos dentro de una más grande”, explicó Luis Porras. “Debemos respetar las culturas milenarias que existen en el país y comprender que aún tienen mucho que enseñarnos”, finalizó el gestor.