La Oreja de Van Gogh tenía 10 años de no venir a Costa Rica, 10 años de no ver las caras sonrientes de sus más fieles seguidores ticos, de no ponerlos a brincar o a llorar con sus temas.
La banda española sabía que cuando volviera por estas tierras debía de entregarlo todo en el escenario, no guardarse nada, y justamente eso fue lo que hizo el lunes, en el Teatro Popular Melico Salazar.
Las intervenciones de la cantante Leire Martínez fueron pocas, pero ¿para qué decir algo cuando el repertorio habla solo?
Todos, sin excepción, estaban capturados por los temas que tocaban, la belleza de Martínez y la energía del grupo. El concierto fue, de principio a fin, un estallido de emociones, piropos, euforia y nostalgia.
Viaje inolvidable. No hubo atrasos. A las 8 p. m., mientras algunos estaban distraídos hablando con su acompañante, en el escenario comenzaron a aparecer los miembros de La Oreja de Van Gogh.
Un grito de alegría que parecía no tener fin casi se trae abajo el teatro.
Sin dejar que el público asimilara la emoción de tenerlos en frente, un juego de luces impresionante llenaba de rosado, blanco y amarillo el escenario, mientras que de la batería, el teclado, el bajo y la guitarra salían las primeras notas de Rosas .
Como lo hacen en el disco Primera fila (2013), en el cual dieron una nueva versión de ese conocido tema, el grupo dejó que los ticos cantaran, sin la ayuda de Martínez, la última parte de Rosas .
Unos tomaban aire para seguir con el concierto, otros se comenzaban a quitar cuanto abrigo o bufanda llevaban, mientras Leire Martínez brincaba por toda la tarima con su enagua y blusa negra ajustada.
“¡Te amo, guapa!”, fue el primero de muchos piropos que se llevó la cantante, quien se casó hace unas semanas.
Para seguir con esa misma dosis de energía, llegó El último vals y Cuando dices adiós . Aunque son canciones intensas, el público se mantenía quieto en sus butacas; todos esperaban el momento idóneo para levantarse y brincar como los miembros del grupo.
Mi calle es Nueva York y 20 de enero siguieron en la lista. El repertorio fue un subibaja de emociones, con éxitos y otras canciones no tan conocidas como Inmortal , sencillo del disco A las cinco en el Astoria (2008), el primero que grabaron con Leire Martínez, tras la salida de Amaia Montero.
La nota romántica llegó con Una y otra vez y Perdida . Cada vez que podía, el público suplicaba para que cantaran Jueves , tema dedicado a las víctimas de los atentados que ocurrieron en 2004 en España.
Unas 10 piezas después, llegó la más pedida de la noche y fue cantada al unísono. Al ver lo que causaba este tema, Leire Martínez dejó que los ticos se desgalillaran. “Quiero escuchar cómo cantan en Costa Rica”, gritó.
Después de Muñeca de trapo y El primer día del resto de mi vida , la banda tocó el tema inédito Pálida luna . Todos escucharon atentos y más de uno terminó tarareándola.
Así parecía llegar el final del show , pero, tras escuchar los gritos de ‘otra, otra’, regresaron para hacer del Melico toda una pista de baile electrónico con Cometas por el cielo y Pop . Nadie se quedó en su butaca; todos se levantaban para bailar, dar giros o brincar.
Se volvieron a marchar. Regresaron, esta vez para sí terminar la presentación con un centenar de personas pegadas a la tarima, una multitud que le extendía la mano para lograr recibir un cariño de Leire.
Cerraron el concierto con Puedes contar conmigo , tema que le dedicaron a su fiel fanaticada.
La Oreja de Van Gogh tenía 10 años de no venir, pero en una noche compensó a los ticos y prometieron regresar ‘pronto, muy pronto’.