Un solista que viaja por el mundo debe compartir sus conocimientos con las nuevas generaciones de instrumentistas. Así lo cree Rachel Barton, la violinista estadounidense que ha tocado bajo la batuta de directores de la talla de Plácido Domingo, José Serebrier y Zubin Mehta.
La artista regresa dos años después de que impresionó con su ejecución del Concierto para violín en Re Mayor, opus 77, de Johannes Brahms, para tocar otra desafiante obra: el Concierto N.° 5 en La Mayor para violín y orquesta , K. 219, de Wolfgang Amadeus Mozart.
Lo hará en el V concierto de la Temporada Oficial de la Orquesta Sinfónica Nacional, un encuentro que liderará John Nelson, donde también se escuchará la obertura Benvenuto Cellini , Op. 23 del francés Héctor Berlioz y la bellísima Sinfonía N. °4, de Robert Schumann.
“Este concierto de Mozart es muy especial para mí, porque el próximo disco que lanzaré al mercado tendrá el concierto completo interpretado con la Academy of Saint Martin in the Fields. Lo grabé en Londres hace algunos meses. Mozart es algo que tengo muy presente en mi mente en este momento, aunque lo he tocado toda mi vida, estudié profundamente para asegurarme de qué era, exactamente, lo que quiero dejar al mundo con este disco”, destacó.
La solista, quien porta consigo un violín Joseph Guarneri del Gesu, fabricado en Cremona, Italia, hace 270 años, auguró una gran ejecución para los encuentros del viernes y del domingo, pues antes de la grabación de este disco nadie había escuchado interpretaciones hechas por ella de forma tan personal.
“Creo que he llevado estas interpretaciones a otro nivel con el proyecto (el disco). Estaré tocando la obra con mis propias cadenzas ”, acotó.
Barton describió esta oportunidad de tocar un instrumento histórico, como el que ella posee, como una libertad sin límites.
“Es cierto que los violines modernos tienen colores que son tan bellos como los violines viejos. Cuando tocas con un violín nuevo es como pintar con docenas de colores, pero cuando tocas un violín antiguo es como si tuvieras miles de colores, pues tienen mucha más complejidad y más matices, así que cualquier sombra de una emoción que quieras expresar la encontraras en un violín como este”, dijo.
Además de su compromiso con la Sinfónica, Barton llegó antes al país para compartir con estudiantes de tres casas del arte costarricense: el Centro Nacional de la Música, la Universidad de Costa Rica y el Sistema Nacional de Educación Musical.
“Es un verdadero placer para mí compartir con los estudiantes costarricenses. Estoy feliz de hacerlo, porque siento que esta es la responsabilidad de un solista que viaja: no solo tocar un concierto, también compartir la música con las generaciones más jóvenes”, aseguró la artista.
Polifacética. Además de sus proyectos en la música académica, Rachel Barton llega al país después de haber lanzado al mercado un disco con 25 canciones de cuna con arreglos para violín.
Las piezas son el producto de una extensa investigación hecha por la artista, con el fin de hacer un disco para su hija Silvia, que hoy tiene dos años y medio.
Sumado a este proyecto, en setiembre lanzará un álbum con su banda de rock Earthen Grave.
“Esto es curioso porque durante muchos años me pasé diciéndole a la gente que escuchara música clásica porque era muy emocionante y ahora hago un álbum con música clásica para dormir. En cuanto al rock sigo trabajando con mi banda Earthen Grave y en otoño estaremos lanzado un disco. Es simpático porque ambos proyectos son completamente opuestos, aunque debo decir que actualmente un par de chicos de la banda usan mi disco de canciones de cuna para tomar siestas”, bromeó.