El sábado 3 de setiembre, Sonámbulo dio un concierto en Jaulares para celebrar su décimo aniversario. La presentación duró 4 horas y es, por mucho, el concierto más extenso que han dado en su carrera. “Ni se sintieron”, expresó Beta, el saxofonista.
Durante esas cuatro horas Beta dejó de llamarse Esteban Pardo y él, junto con sus compañeros, se fundieron en un solo nombre: Sonámbulo. Durante más de veinte canciones, el grupo dejó de tener nueve miembros y pasó a tener más de 500 que bailaban, veían a los ojos a su pareja o saltaban gritando al cielo.
“Sonámbulo es un grupo de mucha energía humana; es importante verlo en vivo para entender eso, no solo oírlo”, explicó Beta. “Es más fuerte el conjunto que el individuo”, recalcó.
En una tarima es donde Sonámbulo se muestra en su forma más pura y por eso es lógico que quieran celebrar allí una década de andanzas. En estos conciertos no solo han dado un repaso por su carrera sino que han mostrado canciones nuevas.
Este jueves 29, darán un concierto en Jazz Café Escazú titulado Esponjósis: La unicidad del Absoluto en el que mezclarán el performance circense y las artes visuales con la música, una oportunidad imperdible en la que el grupo piensa redefinir la experiencia de uno de sus conciertos.
Así como sus presentaciones en directo se inspiran por otras disciplinas artísticas, su música es un híbrido. Sonámbulo tomó la cumbia, el afrobeat, el funk, la música cubana, el reggae y lo juntó en un sola olla de la que salió un caldo, la música que llaman psicotropical.
El proceso para formar su sonido y su mitología no fue fácil, pero después de verlos tocar por cuatro horas seguidas y terminar con sonrisas en el rostro, quedó claro que están listos para diez años más.
Ascenso. Carol Campos, quien ha sido mánager del grupo de forma intermitente, recuerda que el grupo siempre se ha tratado de compartir la música.
“Conocí a Daniel (Cuenca, fundador) desde el año 93. Yo estaba saliendo del colegio y él tocaba y hacía tambores. Dani abría las oficinas del Fecou (Frente Ecologista Universitario, en San Pedro) y llegaban los chiquillos de la calle a aprender y a ver”, comentó Campos.
Además de los tambores, Cuenca tenía con otros amigos el grupos Los Magos de Tiempo, encargado de musicalizar espectáculos de teatro. Beta, saxofonista, era parte de ese grupo y Tito Fuentes, bajista de Sonámbulo, también lo era.
Ellos se encargaban de plantear música para los bailarines o malabaristas del circo e improvisar para el show. Cuando no había bailarines, los músicos se reunían en casas a improvisar, a sacar ritmos y melodías del momento.
Campos recordó que su esposo topó con Daniel Cuenca unos diez años después y le comentó que ahora él tenía una banda llamada Sonámbulo.
Hay muchas versiones de cómo surgió el nombre del grupo, pero la más conocida es que “apareció” durante un ensayo. De ese nombre surgió el verbo sonambulear, definido como el acto de salir a la calle a bailar las canciones del grupo, dejarse llevar por ellas.
Los ensayos llevaron a las canciones, las canciones a los chivos y los conciertos a grabar el primer disco del grupo. Esta fue la primera experiencia en el estudio de grabación para varios de ellos.
“A la mayoría nos devolvieron a la casa a ensayar”, contó Beta entre risas. “Grabamos los instrumentos por aparte, pero Daniel siempre estuvo ahí para todos, como apoyo moral”, agregó.
A puro peluche fue el nombre de la ópera prima y fue publicado a finales del 2009. El álbum contiene los primeros clásicos en el repertorio de Sonámbulo: Juana y mi hermana, la suite de tres partes, Jabalí montuno y Chusma funk.
Esta orquesta callejera construyó desde ese primer trabajo una mitología basada en la realidad. El disco era un viaje por la Zona Roja, por los cafetales y por los salones de baile, los pocos que quedaban.
Con ese trabajo, el grupo dio conciertos en parques, bares y festivales en el país y en el 2011 alistaron maletas para irse a Europa por dos meses.
“Esa gira marcó un antes y un después para Sonámbulo. Por un lado, tocamos en festivales muy grandes, pero el lado más importante fue la convivencia.
”Vivimos en un solo piso los once, pasamos hambre y nos pegamos fiestas juntos, nos agarramos y luego nos arreglamos, todo juntos”, recordó Beta.
La intensidad con la que vivieron esos dos meses le dio un nuevo aire al grupo. Regresaron a dar más conciertos y armaron una fiesta enorme en el último Festival Imperial, en marzo del 2012.
Ese concierto le había v conseguido a Sonámbulo un cupo en el cartel del festival Austin City Limits, en Texas.
Retos. El grupo regresó con mucha fuerza, pero aquí empezó una seguidilla de obstáculos para el grupo. Pensando en la producción de un segundo disco armaron una campaña en la plataforma Indiegogo para comprar equipo de grabación. Querían recaudar $20.000, pero alcanzaron solo $7.000.
Mientras planeaban la grabación, en el 2013, el grupo se enteró de la enfermedad de Daniel Cuenca, una complicada degeneración en la espina dorsal.
Considerando que en el país no había tratamiento para esta enfermedad, el grupo organizó varios conciertos para que Cuenca viajara a Barcelona a tratarse. En los conciertos –realizados en octubre del 2013– varios grupos nacionales donaron su trabajo a la causa.
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Afortunadamente Cuenca pudo ser operado, sin embargo, no ha vuelto a presentarse en conciertos con el grupo, dado que continúa batallando con la enfermedad.
“Ser testigo del deterioro físico de Daniel marcó mucho la vida de todos. Implicó agarrarnos de algo fuerte e invisible, para apoyarlo (…) Aprendimos a estar juntos sin perder la calma el humor y la hermandad cuando las cosas se ponen difíciles, fue una prueba de que más que un grupo es una familia, es bueno saber eso”, expresó Campos.
Nuevo camino. A pesar de su estado de salud, Daniel Cuenca grabó voces para el disco Psicosonorama , que se publicó en noviembre del 2014 . Roberto Román, El Cuba, también grabó su voz y sus tambores en ese disco, pero ahora está en Estados Unidos aprovechando una oportunidad laboral.
La ausencia de las dos voces principales del grupo, hicieron a los miembros restantes de Sonámbulo cuestionar el futuro de la agrupación.
“Cuando Cuba se fue, muchos amigos nos preguntaron, ‘¿ahora qué?’, creo que sintieron que se podía terminar (el grupo). Hicimos una reunión –incluso con Cuba que aún no se había ido– y nos propusimos decir cada uno lo que queríamos hacer”, explicó Beta.
“Habló el primero y dijo ‘yo quiero seguir tocando’, el siguiente dijo ‘yo quiero hacer música con los que seguimos aquí’ y así todos. Fue muy tuanis, nos recordó que Sonámbulo es más que una ficha, somos una familia”, finalizó Beta.
A celebrar. El show que dará Sonámbulo este jueves será un homenaje a Daniel Cuenca, explicó el bajista Tito Fuentes.
“Lleva el nombre La unicidad del Absoluto, en honor a Daniel; de varias serias reflexiones que hemos compartido con él salió ese término. Él sigue siendo parte del grupo, tal vez la gente no lo ve, pero siempre está en lo que Sonámbulo esté haciendo”, expresó Fuentes.
“Sonámbulo ya es mucho más que personas especificas que tocan canciones, es un movimiento que va a evolucionando y espero que así siga siempre”, comentó Fuentes.
“No sé si siempre seremos los mismos, pero ojalá sean siempre personas que tengan libertad para expresarse y hacer lo que más les gusta y que quieran compartirlo”, agregó.