Para utilizar la metáfora obvia en estos días, podríamos decir que la turrialbeña Susan Campos Fonseca es de temperamento volcánico. El problema es que con esta artista y académica, de nada sirve lo obvio.
Desde su regreso al país de un prolongado estudio en España (del 2005 al 2013), Campos se ha mantenido inquieta , siempre al borde; a lo largo de los meses, en distintas conversaciones, ha mencionado proyecto tras proyecto, idea tras idea. Su voluntad de agitación se ramifica sin cesar.
“Nos hemos dado cuenta de que se puede crear espacio social a través de lo sonoro. Eso genera otras maneras de entender el mundo”, dice Campos, profesora en la Universidad de Costa Rica y una de las investigadoras más prominentes en el país en el campo sonoro.
Con su actividad en espacios como Debates Sonoros, desde el 2013, y la Cátedra Toriaravac, recién abierta, se suma a un batallón de artistas y académicos que sacude las formas de entender el sonido en Costa Rica (esta semana se celebra en la Universidad de Costa Rica el primer Encuentro sobre Estudios Sonoros y Creación Experimental , coordinado por Campos y colegas).
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Contra la predominante forma de entender el mundo –verbal y visual–, Campos argumenta que “podemos construir mundo a través de la escucha y de la creación sonora; el mundo tiene también este correlato sensorial, físico, corporal”.
Creación. “Humana en el abismo”: así se autodescribe en su página de Facebook. Campos disfruta de colocarse al borde: entre ruido y música, entre academia y comunidad, y otras productivas zonas fronterizas.
Meses atrás, conversando sobre su disco Minimal Aggression ( editado por Irreverent Music Group ), Campos decía: “Mi disco explora el abismo del ser: limpiarte completamente, tratar de renunciar a todo, soltar todo lo que se supone que tienes que ser y tratar de reimaginarte a través de lo sonoro”.
En ese álbum, producido en colaboración con el músico colombiano Julián de la Chica y presentado con éxito en Estados Unidos y Canadá, Campos entrelazó sonoridades del minimalismo, instrumentos japoneses, ideas del noise y otras experimentaciones, en una atmósfera de erotismo y muerte (también separadas por una frontera muy tenue). Indagaba en música de John Dowland, se aproximaba al arte butoh ; no obstante, lo que buscaba era su individualidad como creadora. “No veo por qué no podemos explorar nuestras raíces desde otra perspectiva”, decía.
Esa búsqueda de las identidades y sus espesuras históricas e ideológicas orienta gran parte del trabajo musical y académico de Campos –quien está elaborando un estudio del campo del noise en Costa Rica–.
Campos contrasta esa creación sonora con las ideas de “música latina”, “lo propio”, “nuestras raíces” y otros mitos afines. “Dentro de la modernidad hay un discurso de la ‘etnificación’. Ejercemos un acto colonizador de la escucha del mundo”, afirma. Es decir, imponemos un modo de entender la música desde una perspectiva (occidental, masculina...) y velamos otras formas de ver, sentir y ser.
“Justamente ahora que he estado trabajando en este libro sobre el tema del noise fue el gran problema de estudio. Me di cuenta de que estaba enfrentando un problema de colonialidad interior. Somos colaboradores en el proceso colonizador, está en nosotros”, argumenta. Por ello, rehúye de creación musical con la connotación colonizadora o “nacionalista” que surge a veces: la idea de una “música costarricense”, como si hubiera una sola, una manera única y extendida por toda la población de entender lo sonoro.
Después de todo, al construirnos, destruimos; la estela que dejamos atrás es parte de esa “identidad”. Así, los estudios de Campos son de duda incesante. Su investigación del noise , creación sonora basada en el ruido , acabó preguntándose si “realmente significa un acto innovador y dis-ruptivo en Costa Rica”.
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¿Por qué? “Nos basamos en que si la basa tecnológica es diferente, lo que produzco es diferente”. Pero hoy, en una cita del Encuentro, un clavecín renacentista tocado por María Clara Vargas se mezclará con música electrónica de Ronald Bustamante. Ni pasado ni futuro: un presente fluido.
En esa fluidez desea involucrar no solo la creación sonora y la composición musical, sino también la forma en la que se estudia. La universidad se desborda, debe hacerlo, o corre el riesgo de apagarse. Para la cátedra Toraivarac, “no existe universidad sin comunidad”. Del mismo modo, Campos considera que los creadores musicales deben cuestionarse su posición en el campo creativo y cómo encaran sus condiciones. “Es lo que necesitamos justamente y que está sucediendo ahora es abrirse más a los procesos de experimentación, de ideas y procesos, y tratando de encarar a los creadores consigo mismos. Pareciera que es más cómodo aliarse al proyecto de una figura de influencia, hablar de comunidad, hablar de una memoria costarricense, que encararse como artistas individuales”, decía unos meses atrás.
Actualmente, Campos prepara otro disco con Julián de la Chica y participa en la Bienal Centroamericana –que dedica X Sonora a la exploración en ese campo en la región–. Con el Uncanny Valley Project , se reúnen creadoras como Fiamma Aleotti y Coraima Díaz; se publicarán un álbum colectivo y un libro.
Campos dice que los creadores deben “encararse a sí mismos”, en su historia y condiciones. Con ella misma lo ha hecho tantas veces que quizás ha encontrado que era una y muchas más.