Para muchos, Ale Fdz podría estar loco; esa es casi la única explicación posible para lograr entender que él prefirió pagarle todos sus ahorros a un sello disquero, para que no lo promocionara ni les abriera las puertas a nuevos escenarios en México, tal y como lo establecía un contrato.
¿Qué pasó? Con una sonrisa que transmite paz aseguró que Jesús, hijo de Dios, tocó su vida y cambió su mundo.
Por eso, su proyecto Ale & La Suite Estéreo pasó a mejor vida; ahora, salvo para ayudarse a reunir fondos para pagar el alquiler, esas canciones que lo hicieron conocido en el país, como Bola de cristal , ya no las interpreta.
Como si mirara el mundo con otros ojos, dice que es más cool vivir para Dios y sentir su amor.
Que le digan pandereta lo tiene sin cuidado; ser calificado de idiota (que se lo han dicho) ante la oportunidad que dejó pasar, lejos de ofenderlo, le confirma que todo lo que la sociedad dice que es ser exitoso, es vacío y sin sentido.
Claro, la música no se la quita de encima, sencillamente porque es parte de su médula. Ahora, es parte de Fuego, proyecto de alabanza y adoración donde ni siquiera es el músico principal.
“Eso quita toneladas de presión (no ser el músico principal) y trae una paz deliciosa. Dios es el único rockstar del grupo”, afirmó Fernández, quien interpreta varios instrumentos.
Un nuevo Ale Fdz. En el 2010, un joven de 22 años atrajo a él las miradas del mundo de la música nacional. Ese año presentó Pradera B , un EP o disco corto de cinco canciones, todas escritas, interpretadas y cantadas por él.
Además de Bola de cristal , que sonó en radio y tiene videoclip, el material de descarga gratuita tuvo canciones como La última vez, Satelital y Soledad.
En el 2010, comenzó a ver que su trabajo salía adelante; formó su banda La Suite Estéreo, fue telonero de Miley Cyrus en el Estadio Nacional, fue parte de la banda de Jorge Villamizar, exlíder de la banda Bacilos; fue artista invitado en la celebración de los 25 años de Viva y en setiembre del 2012 realizó su primera gira a México.
El panorama era alentador, pero esa era la cara envidiable que buscaba mostrar. “En esa gira por México, me presentaron a un ejecutivo de una disquera que me ayudaría a concretar mis sueños: vender muchos discos, vivir de la música: ¡esa era la oportunidad!”, recordó Fdz.
Algo le incomodaba, a pesar que las puertas del éxito parecían abrirse; en el fondo, reconoció, estaba lleno de inseguridad, se sentía solo, vivía rodeado de envidias, vivía en una constante competencia con colegas y tenía mucha ansiedad al buscar que su trabajo “pegara” con el público. Vivía sin paz.
Pese a todo, firmó un contrato de siete años con la disquera extranjera. Entonces, se arrepintió.
Sin estar muy enterado, otras fichas se movían en su entorno. Fue así como llegó a la iglesia evangélica La Viña , invitado por el ingeniero de sonido de su tercera grabación.
Él se consideraba parte de la Iglesia católica, apostólica y romana por “sus tatas”, no porque fuera un fiel practicante.
Por eso le resultó un mundo nuevo lo que ocurría en La Viña. El día que llegó, por vez primera vez, escuchó el sermón de un pastor que predicó de sanidad.
Para añadirle una cuota de rareza, se acercó una persona ofreciéndole hacer una oración. No se explica qué pasó, pero esas palabras y lo que estaba viviendo, le provocaron ganas de llorar.
“Quedé marcado. Me decía ‘tengo que volver a ese lugar’, ahí sentía un calor rico. A partir de ese momento, comencé a aprender valores que contrastaban con mi perspectiva del mundo”, aseguró .
Esos días del 2012 coincidieron con una nueva gira a México, lo cual marcaría su relación con la disquera que le prometía nuevas oportunidades para él.
Fueron momentos de preocupaciones, disconformidad y desinterés por su carrera.
De pronto, solo quería encontrar la forma de no ir en busca de su sueño hasta entonces.
Al final, decidió cancelar el contrato con la disquera y devolvió lo que invirtió en Ale Fdz hasta ese momento. Aquella transacción, que representaba todos sus ahorros de años, le otorgó la felicidad.
Fuego. Con una nueva libertad en sus manos, comenzó a asistir a reuniones de alabanza y adoración, sin deseo de figurar; solo buscaba la oportunidad de usar sus dones en la música, para dar las gracias a Dios.
Poco a poco, se integró a un proyecto de La Viña que se llama Fuego. A veces toca la guitarra, si puede la batería o los teclados; ahora, cantar pasó a segundo plano.
Sin preocuparse de que le crean, aseguró que lo único en que piensa es usar la música para estar en la presencia de Dios y compartirlo con otros.
Fuego tiene un disco corto homónimo, que recoge cantos de música optimista. Son canciones donde expresan su gratitud o transmiten aliento a quienes recorren la misma senda.
Si los invitan a tocar en alguna iglesia o si sus canciones interesan a alguna emisora, esto no les roba el sueño; solo les importa Dios.
Alejandro Fernández, nombre completo del músico, añadió que esta nueva etapa también incluye una mejor relación con sus padres. Ante todo sabe que no es alguien perfecto, solo un joven que está en camino de ser mejor ser humano, mientras vive una felicidad que no conocía.