Las caderas se menean como si estuvieran bajo un hechizo. El zapateo intenso hace vibrar el piso al compás del bajo, las palmas se funden con el ritmo de la tambora y los corazones vibran con los sonidos de los sintetizadores. En el concierto de Vicente García, realizado en Costa Rica la noche del sábado 27 de abril, el cuerpo se mantuvo en un trance provocado por su música y fue imposible quedarse quieto.
Con sus bachatas, merengues y fusiones de géneros como el reggae, el bolero y la salsa, el artista y su banda fueron los magos de una velada cargada de energía en el club Peppers, lugar que los recibió con un llenazo de calor y cariño.
Antes de que García subiera al escenario con sus cómplices musicales, una banda intensa con artistas virtuosos, la encargada de calentar el ambiente fue su coterránea Lena Dardelet, quien con una voz dulce conquistó al público con un tributo a esos géneros, que identifican y enorgullecen tanto a los dominicanos.
García y la banda arribaron a escena a las 9:22 p. m. El bajo y el teclado lo recibieron en la tarima y así comenzó una fiesta de orgullo por nuestras raíces latinas, un manifiesto de pasiones por el merengue y la bachata, pero también por la historia africana que corre por nuestras venas. El artista llegó sonriente, saludó a sus fans con una mano, vio el aforo repleto, se impresionó y de una vez puso manos al sintetizador para iniciar el show. La tambora, de inmediato, se conectó con la audiencia, anunciando que su potencia iba a ser protagonista durante toda la noche.
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Bachata en Kingston fue la pieza elegida para empezar el baile. Una gran elección, ya que este tema tiene todo lo que puede pedir un bailarín, pero lo mejor es que evidencia las locuras que a Vicente se le ocurren para contar una historia.
El músico se veía emocionado y disfrutando de lo que hacía. Durante el show fue carismático, aunque de pocas palabras, pero sonriente y extasiado por la energía que recibió de la audiencia. Desde que empezó el concierto, el público no paró de gritar, de aplaudir y de acompañarlo a cantar las letras de esas canciones que tanto quieren.
Una bachata para comenzar y después Merengue de enramada para el bamboleo de las caderas. La descarga de éxitos siguió con Ahí ahí y, en ese momento, Vicente se despojó de su guitarra y comenzó una interacción más fuerte con su público.
“Qué bonito cantas, Costa Rica”, fueron las primeras palabras del artista y con ellas llegaron más aplausos de sus fans en agradecimiento. Antes del concierto había caído una breve lluvia, algo que utilizó Vicente para improvisar la siguiente frase: “Qué bonito que se escucha Costa Rica cuando caigo con la lluvia”. Y es que el concierto fue así, refrescante como recibir gotas desde el cielo.
Los músicos de Vicente García, una potencia en concierto
Uno a uno los músicos de la banda de Vicente García tuvieron la oportunidad de lucirse con sus talentos. El bajo de Paul Rodríguez rayó en la sensualidad, los teclados de Ricardo Muñoz fueron siempre los cómplices perfectos y Diego Cadavid en la percusión le puso al show esa cadencia tan necesaria de lo latino. Mientras tanto, la güira de Alex Contreras encantó con su sabrosura y, en la guitarra y la trompeta, Sebastian Atehortua llevó al público en un viaje lleno de adrenalina.
Cuando llegó Desde mi balcón fue la trompeta la que jugó con las emociones del reggae. Aquí también destacaron los coros zulú africanos, que Vicente acostumbra usar en sus composiciones. Luego, el espectáculo se puso más movido y sabroso con piezas como El yeyo, El reperpero (con Vicente tocando la armónica), Candela y Un conuco y una flor.
“Estamos felices de estar aquí, una vez más, contentos de ver caras conocidas. Nos sentimos felices de venir a este hermoso país, gracias por hacernos sentir este cariño inmenso”, les dijo García a sus fans, antes de seguir viajando entre su sintetizador y su guitarra.
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En medio de la carga de música original, hubo un espacio para salirse de lo establecido e interpretar con gallardía un homenaje a la salsa brava y dura. El hijo de Obatalá, del maestro Ray Barretto, sonó con toda su potencia.
Por la naturaleza de la canción, al llegar Cuando baje el sol las revoluciones mermaron, más no las pasiones. Más adelante, con la sentida Carmesí -una de las piezas más queridas del repertorio de Vicente-, el coro fue ensordecedor.
El cierre potente de la velada estuvo a cargo de Espuma y arrecife, la famosísima Dulcito e’ coco, San Bá, Magüá y Entre Luca y Juan Mejía. ¡Aquello fue una descarga de adrenalina sin tiempo para tomar respiros!
Pero después de tanta algarabía hecha música, el adiós tuvo que llegar. Vicente y sus músicos se despidieron de Costa Rica, pero el público no los iba a dejar ir tan fácil, así que volvieron para una última canción: Te soñé. De esta manera, con la metáfora onírica, Vicente García se llevó parte del corazón de sus fans ticos.