Los usuarios de la estación Grand Central de Nueva York se toparon con una sorpresa el viernes. Paul McCartney ocupó el icónico edificio para ofrecer un concierto.
Solos invitados como Jon Bon Jovi, Meryl Streep, Amy Schumer, Kate Moss y Steve Buscemi pudieron ver qué ocurría en el escenario, oculto detrás de unas cortinas negras, pero todos pudieron escuchar una selección de 24 canciones en que el músico abarcó más de medio siglo de carrera.
El evento formó parte de la promoción de Egypt Station, nuevo disco del ex-Beatle. McCartney dijo que se preguntó “¿cuál es la estación más genial en la que podríamos pensar?” y se decantó por la de Manhattan. Su banda se colocó bajo un candelabro y delante de un reloj gigante, justo en frente de la entrada de la calle 42.
McCartney, de 76 años, tocó clásicos como Let it Be, Can’t Buy Me Love, A Hard Day’s Night y Lady Madonna y escarbó en su repertorio para sacar temas como I’ve Got a Feeling, Hi Hi Hi y 1985.
Aunque interpretó tres temas de su nuevo trabajo, la mayoría del concierto giró en torno al White Album. La sudorosa audiencia, que no dejó de bailar, no parecía molesta por el viaje en el tiempo.
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Puede que McCartney sea uno de los músicos más famosos del mundo, pero también es humano. Con apariencia nerviosa, subido a una plataforma ubicada en medio del público y con una guitarra acústica en la mano, cambió dos veces la letra de otro de sus clásicos, Blackbird, y tuvo que empezar de nuevo en ambas ocasiones. Los fans, famosos y anónimos, se sabían la letra y le ayudaron.
"Conozco esta canción” , dijo frustrado. “¡La escribí yo!” .
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