Acostumbrado a luchar por ser el mejor, a los 91 años, el rey del calipso tico, Walter Ferguson, mantiene su determinación.
El paso de los años, inevitablemente, ha dejado su huella en
En su memoria tiene dibujada la ruta entre su casa y el negocio de su familia, ubicado a la par. Sus días transcurren entre estos dos lugares. Eso sí, asiste fielmente al templo de los Testigos de Jehová, los miércoles, jueves y domingos.
En una silla en la entrada del restaurante Sol y Mar, en su adorada Cahuita, el
Desde la semana anterior, Ferguson es protagonista del primer Festival de la Cultura y el Ambiente en Cahuita, el cual lleva su nombre.
¿Piensa asistir al festival, don Walter? Un certero “¡no!” es su respuesta. “Ellos me conocen y saben que no voy, como no puedo ver, no me siento muy cómodo”, explica el ganador del premio
Ese galardón tampoco fue a recogerlo. No le gusta venir a San José. Prefiere la vida en el monte, como él mismo le llama. Ha vivido en la misma propiedad desde que tenía dos o tres años, según recuerda.
En la finca, que le regaló su padre y que es su gran orgullo, se ganó la vida para mantener a su familia, pero nunca renunció a su sueño de hacer música. Ya su mamá lo había vaticinado desde pequeño. “Algún día vas a ser un gran compositor”, le había dicho su progenitora. Y no se equivocó.
A pesar de que solo hay dos discos que registran su trabajo, desde muy joven se dedicó a componer y cantar sus propios calipsos y así fue ascendiendo, hasta convertirse en la figura más importante de ese género en nuestro país.
Toda una leyenda en vida, aunque él le resta importancia a estos calificativos, pero sí comparte con ilusión los logros que consiguió a través de los años con sus composiciones y su canto.
Este es un extracto de la conversación que el destacado músico sostuvo con
Me recuerdo de mi música. Desde muy pequeño me gustaba cantar, tal vez con tonterías, pero mi mamá siempre me decía que iba a ser un compositor. Cuando fui creciendo, y tenía 10 años, empecé a tocar la armónica y después el ukelele y la guitarra; nadie me enseñó a tocar.
Mi mamá murió hace 40 años. Ella cantaba cuando estaba joven en la Iglesia Metodista, donde cantan mucho las mujeres; le gustaba mucho, todos los días cantaba y a mí me gustaba mucho oírla cantando y empecé a cantar como ella también.
Primero toqué la armónica, que era de uno de mis hermanos mayores, empecé a tocarla, mi mamá me dijo que se la devolviera a mi hermano, pero a escondidas seguí practicando. Cuando mi hermano se enteró, se enojó tanto que tiró la armónica al patio en la oscuridad. Empecé a buscarla, hasta que la encontré. Al final, mi hermano terminó enseñándome a tocar. Nadie me podía ganar tocando la armónica. También aprendí a tocar guitarra y el órgano porque mi mamá me mandó a clases con un señor.
Yo no puedo decir nada que no me guste del clarinete. Me gusta todo. La gente me llama clarinetista. Había un hombre en Hone Creek que me decía que por qué no compraba un clarinete y me lo vendió a pagos. Yo recibí el clarinete en octubre y en diciembre ya sabía tocarlo. Eso sí, aprendí a tocarlo al revés, con la mano derecha donde iba la izquierda y viceversa.
Desde que era pequeño, pero solo cantaba. Cuando empecé a tocar el ukelele y yo veía que Mighty Sparrow (el reconocido rey mundial del calipso) tocaba su propio calipso, y yo pensé: ‘por qué yo no puedo hacer eso también’, entonces, en vez de cantar los calipsos de otros, yo cantaba los míos. Por eso canté
Como a mí me gusta tanto el calipso, entonces voy a decir que es lo mejor, pero para otra gente tal vez no. Una vez fui a una serenata y la señora me dijo que no quería nada de calipso, pero a mí sí me gusta.
Es igual que decir un carpintero o un constructor, no hay diferencia, pero como yo hago calipso, entonces soy un
Depende. Una cosa que yo nunca hice fue meterme en cosas ajenas. Muchas veces me venía con chismes y yo les decía que no, que no me metía en eso. Aparte de eso, se canta sobre cualquier cosa: Si usted es un hombre famoso yo puedo cantar un calipso de usted. Además, si ocurría un accidente que me pusiera triste, yo tampoco hacía un calipso sobre eso.
Sí, como la historia de Bato, él se llamaba Albert. Él hizo una casa en el agua, era muy vacilón y las muchachas venían a decirme que fuera a ver. Le dijeron que no podía tener una casa en el Parque Nacional (de Cahuita), entonces él dijo que si no podía tener una casa en la tierra, tenía que hacerla en el agua y así salió
Había un hombre en Limón y él decía que era panameño, pero era de aquí, cantaba y tenía buena voz. Cuando yo cantaba todo mundo me decía que nadie me podía ganar a mí, pero yo no creía eso, yo no soy así. Una vez me preguntaron que si lo conocía y dije que sí había oído de él y me dijeron que él no podía conmigo, entonces me puse bravo porque ya se estaban mofando de mí. Entonces me encontré con él en Cahuita y le gané dos veces. Él decía que era el mejor
No, porque ya hice dos CD’s, pero la gente siempre me pide casetes, porque muchos no tienen el equipo. Ahora como he perdido la vista, ya no puedo tocar más y no puedo hacer más casetes.
No creo que sea algo raro, porque mi mamá siempre me dijo que yo iba a ser un buen compositor.
He notado que el calipso está cayendo, no es como antes, la gente ahora está con el
Hay un muchacho aquí y yo siempre le ofrecí ayuda, porque yo soy así, me gusta ayudar a los más jóvenes. Se llama Danny Williams, creo que si él consigue ayuda, va a ser un buen
Yo tengo el amor de toda Cahuita, no tengo enemigos y si alguien me hace mal, yo me quedo callado porque hay algunos muchachos que es capaz y hacen algo. Todo mundo me quiere a mí.
Hay un gran cambio en todo. Antes sembraba un poquito de maíz pero ahora no se puede porque se lo roban en la noche y la gente se desanima. El turismo es un gran apoyo para Cahuita. No son gente mala, claro no todos son santos, pero ellos están dispuestos a ayudar a Cahuita si hay necesidad.
No le puedo decir una cosa o la otra. Como yo me crié aquí en este mismo lugar desde que tengo dos años. Yo nací en Panamá y a veces iba a trabajar ahí, pero apenas podía me devolvía a Cahuita. No tengo nada que decir de Cahuita.
No. Yo voy, pero no conozco porque cuando tengo que ir a algo, voy directo. No me gusta San José, prefiero Cartago.
Tal vez como nací en el monte me gusta la vida así. Si voy con unos compañeros y hay que pasar el tiempo así, sí, pero para decir que voy a vivir ahí, no.
Miles de ellos vienen. De Guatemala, de Inglaterra, de todas partes. Una vez vino una señora de Canadá a conocerme y dijo que tenía uno de mis casetes y me preguntó si tenía más. Tiempo después volvió con un grupo de 27 personas y yo estaba alegre, porque pensé que si vendía muchos casetes podía hacer unos ¢10.000. Me hicieron muchas preguntas, pero nadie preguntó por los casetes. Al final, la señora me dijo que si tenía un casete y que se lo regalara. Me sentí mal porque yo no tenía dinero, pero le dije que sí. Luego siguieron preguntando y yo contestaba, pero no me sentía contento. Ella se despidió y me dijo que esperaba volver con el grupo. En mi corazón yo no quería que volvieran, pero le dije que sí y, antes de irse, me dio un sobre blanco y me dijo que lo que estaba en el sobre era para mí. Entonces me sentí mal y me dije que tal si hubiera dicho algo. Eran ¢25.000 y me sentí bien, porque había aceptado regalárselo sin decir nada.
Eso es una cosa que para mí no es nada, yo no sé, cuando la gente me lo dice, yo agradezco, pero no siento gran cosa.
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Desde el 2004 cuando hice el último CD (
Porque perdí la vista; puedo cantar porque la vista no tiene nada que ver, pero como yo canto y toco y las notas no salían bien, entonces me desanimé y no toco más.
Como perdí la vista, tal vez cuando les dije que tenía 91 años, seguro ustedes pensaron que era mentira, pero antes yo pasaba todo el día trabajando en la finca y muy duro.
No muy bien, no tengo apetito y en la noche no duermo, aunque anoche (el martes anterior) dormí bastante.
Mucha gente me dice eso, pero yo no me siento bien.
Me siento muy agradecido de que me tomen en cuenta.
Yo siempre hablo de ACAM porque esa gente nunca me deja.
Manuel Monestel es un pedazo de oro para mí, me gusta mucho, cualquier cosa que yo necesite, él siempre está listo para ayudarme y canta mucho mis calipsos.
¿La satisfacción más grande? Cuando mi papá me dio mi pedazo de finca, porque no tenía que andar mendingando. Había veces que no tenía dinero, porque cuando no hay cosecha, no hay cosecha, pero siempre podía tener mis centavitos. Si no hubiera perdido la vista, tal vez podría ganarme algo en la finca, pero no me siento tan cómodo como cuando podía ver.
Eso nunca se pierde, nunca pienso que estoy muy viejo, porque yo podría hacer una canción ahora mismo si quisiera.
Siempre que voy a Limón me reciben con cariño. Yo espero que los jóvenes que tocan música sigan en ese derrotero, porque tocan mucho calipso, hay que ayudarlos.
Yo nací en la frontera de Panamá y cuando me preguntan donde nací les digo la verdad, que nací ahí, pero toda mi gratitud es para Costa Rica, porque desde pequeño estoy aquí. Yo no desprecio a Panamá, pero cuando me preguntan de donde vengo, digo que de Costa Rica, soy costarricense.
Sí, porque mucha gente viene a decirme que hay personas que hablan muy bien de mí.