¿Cuales son las implicaciones de hacer literatura en un contexto como el centroaméricano? Esta es la pregunta que la organización de Centroamérica Cuenta le propuso a los connotados escritores nicaragüenses Gioconda Belli y Sergio Ramírez.
A través de su vasta trayectoria en los ambitos creativos de la región, los experimentados autores deleitaron a aquellos que se presentaron, a las 5 p. m., en el Teatro de la Aduana con sus perspicaces puntos de vista y valiosas anécdotas.
El primer eje temático de la conversación fue la de Centroamérica como cuna de grandes exponentes literarios. Para Belli, espacios como los festivales son esenciales para “crear sinergias entre escritores y públicos”, y su rol como vitrina debe siempre abogar por hacer luz sobre los talentos emergentes y sus capacidades singulares.
Énfasis particular se hizo sobre esta idea de “singularidad”, ya que a pesar de exaltar lo importante que fue para cada uno conocer referentes previos y crear cierta cofradía entre colegas, los autores coincidieron en lo fundamental de cuestionarse las tradiciones.
En el caso de Belli, esto implicó confrontar al medio con una voz femenina que desde sus inicios nunca le rehuyó a explorar la sexualidad y el deseo; aún cuando se trataban de temás todavía considerados como “tabú”.
Para Ramírez, por su parte, la ruptura significaba dejar de lado el modernismo que tanto se había vanagloriado con la pluma de Ruben Darío, y buscar, desde la vanguardia, nuevas maneras para relatar.
De la mano de esta efervescencia de nuevas estéticas, llegó el auge de los ideales revolucionarios, los que los escritores relatan que llenaron a la movida intelectual de enormes expectativas que no terminaron de materializarse. En sus inicios, ambos estuvieron involucrados en el movimiento sandinista, pero paulatinamente se fueron desligando gracias a marcados contrastes con las políticas de Daniel Ortega.
En vez de sucumbir ante la desilusión, Belli y Ramírez optaron por traducir su descontento a través de una literatura transparente, donde las perspectivas personales alimentan las vivencias sociales. La autora de La mujer habitada (1988) expresó como para ella la mejor forma de hablar de la historia es “hacerlo desde uno como personaje”, ya que esta siempre será subjetiva.
Al partir de esta idea, el moderador Álvaro Rojas trajo la conversación a la actualidad, en donde se identificó la realidad de que el “y fueron felices para siempre" ya no se cuenta en Centroamérica. Según Ramírez, si en la región no existieran los sobresaltos y las problematicas, se estaría viviendo en una sociedad distinta; una donde habría que buscar nuevas cosas que abordar desde la literatura. A su visión, eso convierte a este campo en un arte agridulce, uno donde “queda mejor representada la historia que en los mismos libros de historia”.
Es por esto último que los dos escritores ven un valor (aunque no un requisito), en que los artistas puedan opinar. Una cualidad que distingue a la región, y donde, tanto Belli como Ramírez, creen que yace su enorme potencial literario.