Por teléfono, Bruce Greenwood se oye como el tipo de hombre que regaña sin siquiera alzar la voz. Está acostumbrado a interpretar papeles que tienen mucho poder para bien o para mal.
Interpretó al magnate Robert McNamara en The Post (donde trabajó con Steven Spielberg) y también al capitán Christopher Pike en Star Trek. Ha sido un esposo cauteloso, un investigador misterioso y, ahora, interpreta a un médico sin norte ético.
Del conflicto, dice, le preocupa que la salud sea un "negocio" y que los profesionales deban comprometer su humanidad a causa de otros intereses.
Este martes, Greenwood atendió a varios periodistas de Latinoamérica antes del estreno de su nueva serie The Resident en Fox (a partir del 7 de mayo) y esta es parte de la conversación que tuvo con el grupo.
–¿Qué puede decir sobre el contraste entre el bien y el mal de su personaje?
–El doctor Randolph Bell es un tipo de cierta edad que, para usar un proverbio estadounidense, ya alcanzó "sus días de gloria". Solía ser excepcionalmente bueno en su trabajo, pero con el tiempo, con la edad y con el ego, ya no es tan eficiente como solía serlo. Él no se da cuenta de que sus facultades están tan disminuidas y espera lo mejor de sí mismo. Pero, cuando lo mejor no ocurre, se sorprende.
"Su ego se atraviesa y en él se oculta casi que de todo. Es una forma de enterrar sus problemas y pretender que no los tiene. No creo que sea 'malo'. No es un hombre malvado, es un hombre en negación y cuya egolatría le ha dado absoluta impunidad por mucho tiempo. No es capaz de ver sus debilidades".
–¿Qué diferencia a The Resident de shows médicos como E.R. y Grey's Anatomy?
–Nos diferencia el conflicto entre el dinero y la medicina. Exponemos que, al final del día, la medicina es un negocio. Ese negocio es algo que dificulta hacer el bien todo el tiempo, proveer cuidado adecuado y, también, somos transparentes con los atributos negativos de algunas personas.
"El doctor Bell está tan lleno de su propio ego que no ve que comete errores terribles que se pueden evitar. Alrededor suyo lo ven, pero como él tiene una posición de poder no es como que puedan hacer mucho al respecto (...). Ese es el problema cuando alguien tiene tanto poder: los demás no están dispuestos a decirle la verdad y, cuando sí lo hacen, no escucha la verdad.
–¿Estamos viviendo una era dorada en la televisión?
–Creo que es muy obvio que la escritura en la televisión es excepcionalmente buena. La oportunidad de interpretar historias que son complicadas y controversiales nunca había sido más amplia. Nuestra serie es una mirada muy amplia y es difícil contar tantas historias como las que estamos contando en una hora.
–¿Qué tiene que tener un papel para que lo atraiga?
–Me atrae la historia. Si es un personaje que tiene cualidades dinámicas, en las que me pueda acercar, me gusta mucho más. En The Post (2017) trabajé con Steven Spielberg, Meryl Streep y Tom Hanks; sentí que era importante durante esta época crear un recordatorio sobre lo esencial que es la prensa para mantener un seguimiento de lo que ocurre en el gobierno.
"Es una conversación que estaba presente y continúa: la posibilidad de callar a la prensa diciendo que publican fake news. Entre más a menudo la gente oye eso, es más probable que lo crean aunque las noticias no sean falsas.
"Si soy afortunado para involucrarme en un proyecto que tenga conciencia social, me acerco".
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–Ha interpretado papeles de militares, magnates, políticos... ¿Qué comparte el doctor Randolph Bell con este perfil de autoridades, que lo atraen tanto?
–Eso es interesante. Del personaje me atrajo que su autoridad es transparente para todos, menos para él mismo. Tiene un sentido de autoridad por sus éxitos y su ego ha crecido desproporcionadamente. Cree que tiene un alto nivel moral, pero lo que tiene es poder, un poder que se lo da su puesto de trabajo. Su autoridad moral se ha evaporado, pero él no lo sabe.
"Es la oportunidad para interpretar a un personaje que tiene mucha autoridad en su mente, pero que está en negación sobre las fuentes de sus fracasos. Cuando la autoridad se usa así de mal, es un buen material para el drama. Es un buen escenario de conflicto.
"He interpretado un montón de figuras autoritarias. Hombres que son como de mi edad. Eso ocurre porque soy un hombre mayor ahora. Pero The Resident es una oportunidad para interpretar a alguien arrogante y que no merece esa arrogancia.
–Estuvo en otra serie de drama médico St. Elsewhere (1982). ¿Siente que el género ha cambiado desde entonces?
–Ahora es mucho más rápido y envolvente. St. Elsewhere es muy lento aunque, para la época, era una producción de vanguardia. Estamos tan acostumbrados a cortes rápidos e historias múltiples que si lleváramos The Resident tres décadas atrás, la gente perdería la cabeza; no sabrían qué está pasando (risas).
"Creo que ahora es controversial. St. Elsewhere intentaba romper el molde con lo que hacía. Las historias de aquel entonces eran atractivas. La medicina era un negocio; ha sido un negocio por mucho tiempo. ¡Tal vez no ha cambiado tanto!".
–Dentro del amplio repertorio de personajes que ha interpretado, ¿qué le falta por conseguir?
–Quiero algo tonto y gracioso. Algo que sea estúpido. Me encantaría hacer un musical, quiero estar en un musical en verano. Estaría muy feliz de dejar de interpretar figuras de autoridad.
"La cosa es que tengo 60 años, soy un hombre blanco. Para alguien en mi posición, esos son los papeles. Soy el hombre con autoridad, con poder o con dinero. Así que me gustaría no hacer eso: interpretar a alguien sin dinero y sin autoridad. Podrían decirle eso a la gente".