A Adamari López nada la detiene. El cáncer no lo logró y la muerte de su madre por la misma enfermedad tampoco. Asegura que vive una etapa de felicidad junto al milagro de su vida, su hija.
Esta nueva oportunidad anuncia la compartirá en Amando, segundo libro que lanzó a inicios de este noviembre.
La nueva obra dista de su primer proyecto Viviendo, en el cual revela detalles que muchas veces ocultó a la prensa y a su propia familia; quizá a ella misma, dice.
Todo inició con una extraña llamada y la llegada de su entonces pareja a una sesión de fotografía. La noticia la abrumó; el silencio se apoderó de sus oídos.
La idea de sufrir un tumor cancerígeno es para algunos una carta de muerte, pero no para Adamari y para muchas guerreras.
La actriz puertorriqueña estaba en plena exposición pública; no se podía derrumbar y, si lo hacía, su familia también caería.
En aquel momento, ahí dentro del auto, junto a sus seres queridos, cambió las lágrimas por la risa que la caracteriza; decidió ser fuerte, por ellos, por ella.
Su carrera estaba en el podio. Un año antes participaba en la grabación de la novela Mujer de madera y, años atrás, había sido parte del elenco de Gata Salvaje y Amigas y rivales , participaciones que le valieron mucha de su fama, aunque, para ser justa, su primera interpretación frente a la pantalla chica la logró a los seis años.
Aquella noticia cambió todo. No sería la misma, desde el 2005 ya no sería solo una figura pública con la obligación de verse bella ante la televisión. Su vida sería su propio guión y estaba en sus manos salir adelante o darle un desenlace más dramático y dejarse vencer por el cáncer.
“Cuando me descubrieron la enfermedad fue impactante. Fue un momento difícil, duro. Era una montaña rusa de emociones donde no sabía ni qué pensar, no entendía lo que me estaba pasando. Ninguno de estos procesos es fácil y va uno aprendiendo sobre la marcha, dejando que las emociones no te coman, no te destruyan, porque hay muchos momentos difíciles. Pero, bueno, solo el pasar por la afección y ver que cada día me acercaba más a mi recuperación, me daba mucho ánimo y fortaleza”, comentó López en entrevista vía telefónica desde Miami, ciudad en que la que trabaja como presentadora del programa Un nuevo día, de la cadena de televisión Telemundo.
En aquél momento Adamari tenía 33 años y era la primera en su familia en ser diagnosticada con una enfermedad de este tipo, por lo cual el aprendizaje sobre el tratamiento y cómo recuperarse empezó desde cero. No sucedió lo mismo con su madre, a quien se le detectó años después cáncer en los huesos y, luego, en la sangre. Otro golpe fuerte para la actriz.
El tratamiento no fue simple. López requirió de, al menos, 12 cirugías que dejaron con su paso cicatrices físicas y emocionales, que ya dice haber sanado.
“Las físicas, obviamente, a medida de que pasan los años van cerrando; las que a veces cuestan más cerrar son las cicatrices del alma, por los golpes que una ha pasado. Mostré mis marcas físicas y terminé con lo que lastimaba emocionalmente a mi corazón”.
“Escribí el libro una vez que terminó todo. Revivirlo fue más un beneficio que un calvario. Ese logro fue la culminación de una etapa muy dolorosa en mi vida, donde pude aceptar muchas de las cosas que me estaban pasando y las pude reconocer a viva voz. A veces, cuando una pasa por una catarsis como esa y luego mira atrás, se da cuenta de que lo ha superado y que vale la pena seguir hacia adelante, viviendo y disfrutando de las cosas lindas que la vida le pone en el camino”, comentó.
Punto de giro. Desde pequeña había sido la consentida de su familia; la facilidad con que se dejaba querer le fue abriendo paso a una vida si se quiere cómoda.
Lo más duro por lo que pasó antes de los 33 fue un quebranto en la salud de su padre, quien salió avante de aquel obstáculo.
Su historia parecía más un cuento de princesas, hasta que se encontró viviendo su propia telenovela con el cáncer como protagonista y los roles secundarios fueron entregados a las complicaciones que la enfermedad trajo.
Leyó cuanto panfleto, texto e información encontraba sobre cáncer de mama. Esta sería la única forma de volver a tener el control de la situación, de discutir con autoridad sobre los posibles tratamientos y decidir con seguridad cuál sería el siguiente paso.
Su enfermedad la pasó entre Puerto Rico y Estados Unidos. Siempre manteniendo una actitud más que positiva. Según dice su fortaleza se llegó a convertir en su coraza, en la forma de restarle importancia a lo que estaba sucediendo, a lo que estaba por venir.
En el momento en el que le detectaron el tumor se encontraba en etapa II; aún no llega a los ganglios. Debido a esto, una posibilidad era mantener a medias su seno; no obstante, luego de repetidas conversaciones con su familia, consideró que la mejor alternativa era la mastectomía en el seno que presentaba el tumor maligno y que conservaría el otro. En la cirugía aprovecharían para iniciar el proceso para la reconstrucción.
“No fue una decisión fácil. A mí me gustaban mucho mis senos, eran bien bonitos y nunca antes me había pasado por la cabeza operarme estéticamente para agrandármelos o para ponerme implantes. Sin embargo, al pensar en la posibilidad de quitármelo, me agarraba de la idea de que unos lindos implantes también me quedarían bien: las chichis siempre las tendría de lo más paraditas y bonitas, y con ese cambio gozaría de mi salud. Para darme valentía y alivio, pensaba: ¿Cuántas mujeres hay que se hacen los senos y se someten a una operación y a una cicatriz por gusto? Bueno, pues la mía sería de guerrera”, cuenta López.
Además, era indispensable someterse a quimioterapia. La posibilidad de quedar estéril era muy alta, por lo cual aplazó por casi un año el tratamiento y se sometió al proceso de fertilidad. Ella y Luis Fonsi, su prometido entonces, decidieron congelar embriones.
La decisión trajo consigo un par de incomodidades, entre ellas cerca de 25 libras que hasta la fecha sigue arrastrando, pero ahora con otra visión. Verse sin un pecho, con una gran cicatriz, con kilos de más y, en su momento, sin cabello, sí fue traumático, doloroso, duro, pero no para morir.
“La estética cuando uno sufre de esta enfermedad y la mutilación del seno... es algo tan duro. Los senos son algo muy estético y son parte de la feminidad de la mujer, fue un gran golpe. Pensar en si podría volver a ponerme un traje con escote, volver a trabajar, sentirme sexi, bonita, interesante. Todas esas cosas pasaron por la mente. Pero, después del proceso, lo que empieza a importar es la salud, lo estético pasa a un segundo plano. A la hora de la verdad, se supera todo si vuelves a tener salud, si no ninguna de las otras cosas tiene sentido”, comenta siete años después.
Luego de la quimioterapia y la reconstrucción del seno extirpado, nació la angustia por la posible aparición de la enfermedad en el pecho que aún tenía sano. Cada tres meses biopsias, estudios, sustos, biopsias...
López siempre había soñado con amamantar a sus hijos, a los pequeños que, aunque con muy pocas posibilidades, aún esperaba parir; sin embargo, en ese momento, pesó más su tranquilidad y en el 2007 decidió “cortar por lo sano”, amputar el segundo pecho y reducir las posibilidades de sufrir nuevamente cáncer.
Destino, mala suerte o, como ella dice, el “tiempo de papito Dios”... Aún no venía una vida tranquila, sin tanto ajetreo ni dolor físico.
El nuevo implante trajo un nuevo problema: en el tórax alojó un estafilococo, bacteria resistente a antibióticos y causada por infecciones hospitalarias. Su mama llegó a estar morada al extremo de tener que someterse al retiro del implante, una nueva cirugía y al tratamiento para finalmente tener un busto “sano”.
“La verdad no te puedo decir que todos mis momentos fui fuerte. Haber tenido el apoyo de un grupo médico, un grupo familiar y mucha fe fue lo que me ayudó a salir adelante. Sin ellos hubiese sido muy difícil, sin esa fe y apoyo”.
“Definitivamente, esta enfermedad trae muchos momentos tristes y depresivos que, si uno no logra superar, es más complejo salir airoso. Entre más fuerte emocionalmente estés, más rápido sales de la depresión, más rápido logras superar el cáncer”.
Todas las tormentas. Fueron muchas tormentas juntas en unos pocos años. La enfermedad de su madre, quien tuvo que someterse en dos ocasiones distintas a quimioterapias y perdió la lucha contra el cáncer; las complicaciones de su salud y, para rematar, un divorcio.
La separación con Luis Fonsi, además de significar la desvinculación de quien hasta ese momento había sido un apoyo fundamental, también representaba renunciar a la idea de ser madre. No era una opción tener hijos con quien ya no formaba parte de su vida; es decir, los embriones por lo que atrasó un año su tratamiento no eran una alternativa para ella.
A pesar de todo, Adamari afirma que la enfermedad la hizo una mejor persona.
La hizo valorar momentos que antes dejaba en segundo plano quizá por asegurarse de lucir el mejor traje en su próximo compromiso. “Me di cuenta que la vida es mucho más que eso, y me hizo crecer como ser humano y valorar aun más a la gente que está a mi alrededor, me hizo estar más pendiente de revisiones médicas y que cada cosa cobrar importancia”.
“Hubiera querido que la vida no fuera tan dura, que hubiese podido aprender lo que me tocaba de otra forma. Pasar por la enfermedad no es algo que sea agradable”, lamentó la actriz.
Ese mismo año, en el que lanzó su libro y murió su madre, López le dio un pequeño giro a carrera e inició como presentadora del programa matutino Un nuevo día , donde permanece hasta la fecha.
Una vez cerradas las cicatrices del cáncer, abrió de nuevo su corazón. En el 2011, fue invitada a participar en la segunda edición del programa Mira quién baila , en el cual quedó registro del apoyo del público a su regreso a la pantalla y en el que conoció a quien sería su pareja. Fue una relación lenta; la huella del cáncer aún marcaba la vida de la actriz.
En el 2014 y, con casi cuatro meses de embarazo, Adamari y Toni Costa anunciaron lo que para ella es el mayor milagro de su vida; sería madre por, contra todo pronóstico, estaba embarazada.
Nació una niña; Alaïa cumplió siete meses el 5 de noviembre.
“Ella es mi vida, que tanto la deseaba y anhelaba. La estoy disfrutando muchísimo, viendo como crece mi niña, cómo sonríe, cómo se levanta, todo lo que hace me parece maravilloso. Es una bendición para mi poder disfrutarla”, manifestó.
Adamari pasó por el huracán, esquivó más de un obstáculo. El cáncer no la detuvo; su esperanza de vivir no se esfumó y mucho menos ahora que está Amando .