Han pasado nueve meses desde el primer debate republicano, el día en que Donald Trump decidió que odiaba a la periodista de Fox, Megyn Kelly. Ayer el candidato intentó mostrar otra cara, una más frágil en una entrevista en la que se disculpa a regañadientes con la periodista.
Kelly le habla sobre la muerte de su hermano, sobre ser agredido, sobre el bullying y sobre las personas a las que ataca. "Cuando Donald Trump ataca a alguien, se desata una tormenta contra esa persona", dice Kelly refiriéndose a ella misma y al resto de figuras publicas que Trump y sus seguidores acosan en Internet.
El candidato se pone su traje de honesto y busca verse vulnerable: "Yo solo ataco cuando alguien me ataca. No me veo como alguien poderoso. Me veo como una persona más, igual al resto, que lucha por sobrevivir".
Antes de verse indefenso o de hacer al espectador sentir empatía por él, Trump se ve débil y flojo al enfrentar a la mujer que estuvo insultando y humillando seguidamente, un espectáculo mediático que él creó.
Cuando la periodista habla sobre la vez que él se refirió a ella como una bimbo, una mujer "guapa y tonta", Trump trata de verse como un niño inocente y evita la discusión. El silencio es incómodo, pide perdón con una sonrisa y todo solucionado. "Estoy seguro que no es lo más terrible que te han dicho", le dice a Kelly.
La periodista detiene las risas y le aclara que no se trata solo de ella. "El problema es el mensaje que le está enviando a las mujeres en general. ¿Si llega a ser presidente va a parar con esto?" le pregunta Kelly. El candidato vuelve a ver directo a la cámara y trata de hacer otra broma: "bueno definitivamente ya no lo haré contigo porque me gusta la relación que tenemos".
Había cuentas que saldar entre ambos desde aquel primer debate republicano. Trump arrancó en ira después de que Kelly, moderadora del debate, le preguntara por su repetido trato despectivo a la mujeres.
Kelly mencionó ocasiones en las que el candidato se ha referido a mujeres como "cerdas gordas", "perros", "animales repugnantes", y "guarras". Seguidamente le preguntó si ese suena como el temperamento que debería tener un presidente de los EE.UU.
Días después Trump arremetió contra Kelly en una entrevista para CNN donde dijo que no la respetaba a ella ni a su trabajo. Luego se refierió a la periodista como una "don nadie".
Desde entonces la guerra en los medios empezó y no terminó hasta que la periodista decidió hablar en privado para detener el caos, la tormenta que ella menciona.
A cambio de la entrevista para estrenar su nuevo programa, Megyn Kelly Presents, la periodista ha hecho las paces con él. La fuerza mediática de Donald Trump es indudable y sus disculpas a la periodista no marcan una diferencia real en su forma de ser. Aún hoy, con mucho orgullo, se refiere a Hillary Clinton como "la chueca" para decirle deshonesta.