La serie española 'La casa de papel' que Netflix viralizó en el planeta, va mucho más allá de un osado ‘robo del siglo’ en Madrid. Cada episodio nos obliga a vernos al espejo y nos confronta duramente con nosotros mismos: ¿somos de los buenos o de los malos? ¿O solo reaccionamos según nuestra propia conveniencia? Posiblemente, también, todos lo sabemos, pero rara vez nos confrontamos con ese yo dual, que se va acomodando (¿justificando?) de acuerdo con las circunstancias.
La descarnada radiografía de esta realidad nos explota en la cara con la serie española La casa de papel, facturada originalmente por la cadena española Antena 3 TV y estrenada en mayo del 2017 en su país de origen. Desde entonces hasta noviembre pasado, la serie se volvió todo un fenómeno en España, de manera que no bien habían terminado los primeros 15 capítulos de su primera temporada, cuando la gigante de tevé por streaming Netflix fue “a por ella”.
Lo que sigue es historia reciente, pues la primera temporada fue devorada en el último trimestre en más de 20 países en el mundo, con el plus de que muy pronto, apenas el pasado 6 de abril, Netflix subió la segunda saga y, a la fecha, tiene en shock a quienes ya la acabaron y nos tiene delirando a los que estamos en el proceso.
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Vamos a intentar transitar por este fenómeno televisivo sin incurrir en los odiados spoilers, pero bueno, solo estar escribiendo sobre el tema ya presupone algún grado de riesgo para aquellos a quienes nos gusta darle “play” a las películas o series sin siquiera haber leído su sinopsis.
En dos platos, La casa de papel trata de un grupo de ladrones que planea “el robo del siglo” al Museo de la Fábrica Nacional de la Moneda y Timbre de España, con el objetivo de obtener 2.500 millones de euros que les permitan retirarse para siempre en algún hermoso paraje del planeta, donde cada quien viva su vida a su antojo sin preocuparse nunca más por la falta de dinero.
La mente maestra detrás del gran golpe es “El Profesor”, un hombre que recluta a siete personas –el grupo, por cierto, más heterogéneo que uno pueda imaginar– para llevar a buen puerto el gran golpe.
Durante cinco meses, la banda convive en una gran casa en las afueras de Madrid, dedicados a planear cada movimiento y también, la reacción ante cada contratiempo, así como las oportunidades y diversos escenarios que puedan devenir tras semejante osadía.
Finalmente, llega el día elegido, y el grupo se encierra en la Fábrica durante once días, junto a 67 rehenes.
Pero no se trata de un robo a las arcas del Gobierno, eso sería una bicoca de dinero. El plan contempla permanecer los días suficientes en la fábrica para poner a full las impresoras y romper el récord de confección de dinero que jamás haya salido de la Casa de Papel en tiempo récord.
¿Los héroes que necesitábamos?
Si bien ya la primera temporada de La casa de papel había enganchado a la crítica especializada y a millones de seguidores en el mundo, para cuando se liberó la segunda parte, el pasado viernes 6 de abril, ya el mundo de “netflixnianos” estaba totalmente poseído y la crítica especializada (y la no especializada) también.
Los diarios y blogs más prestigiosos se mandaron a devorarla en busca de un final en el que cada quien sacó sus propias conclusiones pero que, unilateralmente, coincidieron en que la serie solo agigantó su calidad conforme fue avanzando, proeza dificilísima de lograr cuando las expectativas son tan altas.
Con crítica no especializada nos referimos, claro, a la intensa interacción en redes sociales y al hecho de que La casa de papel se convirtió, en varios países, incluidos España y México, en la serie más “googleada” de las últimas semanas.
Y es que, si la serie es trepidante, el arranque no lo es menos. De hecho, es desconcertante y atrapa desde los primeros momentos, y cómo no.
“Estoy buscando gente que no tenga nada qué perder. Estoy planeando un atraco de 2.400 millones de euros” le dice el ‘Profesor’ a una hermosa veinteañera que apenas intenta sobreponerse de la muerte de su novio, justamente, a manos de la policía.
Todos los personajes son tan enigmáticos como adictivos. Desde los atracadores hasta los rehenes, pasando por los policías. A pesar de que, en todos los bandos, igual que en la vida real, hay algunos personajes espernibles. Pero, igual que ocurre en la vida real, nada es blanco y negro y los grises en los que se mueven los unos y los otros son los que nos atrapan y nos hacen elegir, inconscientemente, cuál de todos seríamos nosotros, en caso de estar en sus zapatos.
A partir de la trama, se decantan todo tipo de situaciones de acción, amor, cariño, empatía, sociopatía, engaños, desengaños, violencia, solidaridad, sexo, pasión... mejor dicho, un microcosmos de la sociedad, solo que llevado a situaciones extremas.
Y magistralmente producido, guionizado e interpretado.
La casa de papel se ha vuelto tan viral, que incluso, aseguran medios españoles, ha provocado una especie de “furor” por aprender el idioma español en países de otra habla, mucho en vista de la fuerza que los actores le imprimen al lenguaje en cada circunstancia infartante.
Apuesta tan riesgosa como el atraco.
La prensa española arqueó la ceja en un principio, pues si bien es cierto la adicción de los españoles fue creciendo conforme avanzaban los episodios de la primera temporada, no dejaba de ser atípico que una serie tan extensa (sin contar que faltaba la segunda parte) se desarrollara en un lapso de apenas cinco días.
Sin embargo, poco a poco el soberano dio su veredicto y medios tan exigente como El País de España soltaron un arsenal de elogios.
“La casa de papel ha brillado en los aspectos técnicos. La dirección de la serie ha sido sobresaliente, con escenas de acción vibrantes, planos cuidados y medidos al detalle, una fotografía impecable, una selección musical y banda sonora de 10.
A ello se sumaron las buenas interpretaciones: “El Profesor (Álvaro Morte) con su ejecución perfecta como líder de los atracadores; Tokio (Úrsula Corberó) que es quien lleva la voz comandante del relato; Nairobi (Alba Flores), Río (Miguel Herrán), Moscú (Paco Tous), Berlín (Pedro Alonso), Denver (Jaime Lorente), Helsinki (Darko Peric) y Oslo (Roberto García).
Hay que verla.
Si usted llegó hasta aquí y aún no forma parte de la secta de fanáticos de La casa de papel, le damos unas cuantas razones, de las tantas que abundan por estos días en diversos medios con listas de motivos por los cuales, ver esta serie, es de carácter obligatorio para quienes gustamos de la televisión y el cine.
De acuerdo con el sitio teleprograma.es, lo primero es por el riesgo de las tramas y su forma de contarlas: los guiones no solo son imprevisibles sino que, además, no tienen ningún tipo de piedad ni con el público ni con los personajes.
Otro gran plus es la mezcla de géneros, siempre según el mencionado sitio: “El angustioso thriller policíaco tiene momentos de tranquilidad: aquellos en los que se cuenta la vida personal tanto de los rehenes como de los atracadores.
“Así, La Casa de Papel combina el suspense con las tramas clásicas y grandes dosis de comedia negra. Un cóctel que funciona a la perfección.
La brillantez con la que usan signos externos que se vuelven sellos de la serie, ya no solo hablemos de las máscaras de Dalí, sino de un color: el rojo.
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La verdad es que no nos consta pero ya debe estar en boga la producción de kimonos calcados a los “uniformes” de los secuestradores... o bien, posteriormente de algunos de sus rehenes.
Lo siento, es imposible no soltar uno que otro detalle de este calibre.
Por su parte, el sitio mexicacoolture.digitallpost.com.mx da en el clavo con los famosos flashbacks que cuentan la increíble historia.
“Mientras la serie narra la aventura del robo en la Casa de la Moneda, la historia de los criminales es contada a través de flashbacks. En este aspecto, la producción tiene un montaje impresionante. A medida que estas historias se presentan, junto con las motivaciones de cada uno, la misión a la que se enfrentan se vuelve cada vez más emocionante”.
Y bueno, podemos seguir con la lista durante horas.
Todos los fans lo sabemos bien. Prefiero no decir con cuál me mimetizo, aunque lo tengo clarísimo. Pero aprovecho las últimas líneas de esta oda, absolutamente subjetiva y encendida, en favor de La casa de papel, para decir que si Denver existiera, yo sí dedicaría mis días y mis noches a él, a lo que fuera con y por él.
Y en últimas, me conformaría con escuchar su risa, aunque solo fuera eso, día a día por el resto de mi vida.
Así de fuerte pega esta serie.
Bienvenidos a la banda.