Que Dios (o dios, o “dios”) haya resultado ser tan elusivo no ha detenido a nadie en su búsqueda. El penúltimo en intentarlo ha sido Morgan Freeman, quien quizá por interpretar a Dios en el cine, o quizá por su curiosidad natural de actor en cómo la gente escribe su identidad, es el guía idóneo para cruzar el mundo en busca de lo divino.
En su segunda temporada, La historia de Dios (National Geographic) amplía su mapa y, de Camboya a México, y de India a Etiopía, une los puntos de esa extendida y profunda creencia en lo divino de distintos grupos humanos. El místico que camina sobre fuego está más cerca de la Comunión de lo que creemos –o queremos creer–.
Todos los creyentes buscan algo más, algo más allá, algo superior: sus transfiguraciones tan diversas distraen de las ansias comunes a gran parte de la humanidad de explicarse por qué está viva.
En una entrevista telefónica compartida con medios latinoamericanos, Teleguía conversó con Freeman, el narrador y productor de La historia de Dios y uno de los actores más célebres de Hollywood, y con los productores ejecutivos de la serie documental de Nat Geo, Lori McCreary y James Younger.
Durante la charla, Freeman reiteró que, si bien su vida espiritual no había cambiado, definitivamente se ensanchó su comprensión del mundo y sus culturas a través de la filmación, y eso es justo lo que quieren compartir con la audiencia. Tras la exitosa primera temporada (2016), La historia de Dios llega con gran expectativa a 171 países y en 45 idiomas.
Profunda mirada
¿Qué atrapó a Morgan Freeman de este proyecto? Quizá se piense, medio en broma, que es solo una extensión de sus papeles en Bruce Almighty (2003) y Evan Almighty (2007), donde interpretó a Dios en tono cómico. Pero Freeman ha explorado en otros papeles los complejos matices morales de muchos personajes, por más distintos que fueran entre sí. Ahora tomó la mirada del viajero, del investigador de lo humano.
“Particularmente en la primera temporada, tuve la oportunidad de ir a lugares que no había visitado”, dice. “Siento una curiosidad muy aguda por las personas, sus contactos sociales, sus estructuras culturales, e indagar en esto era algo que no había hecho antes. Esta fue una experiencia nueva por todas partes. No había forma de resistírsele”, afirma Freeman.
La nueva temporada de La historia de Dios se compone de tres episodios: El Elegido , Cielo e Infierno y Prueba de Dios . Al conectar los puntos en el mapa, sobresalen las características comunes a múltiples religiones y se pone de relieve lo que nos emparenta.
“Fuimos a Etiopía, Namibia, Libia, México, Reino Unido, muchas partes de Estados Unidos...”, detalla Lori McCreary, la productora ejecutiva.
En El Elegido, la serie explora los personajes que cada religión considera sus seres predilectos, o aquellos predestinados a cumplir una misión terrenal. Los cristianos tienen a Jesús, los musulmanes a Mahoma, y ambas religiones comparten al Abraham y al Moisés de los judíos en sus historias.
En la serie vemos, por ejemplo, a un niño estadounidense de nueve años cuyos seguidores creen que en él ha reencarnado un lama budista que ha transmigrado de cuerpo en cuerpo por 500 años. Y otros, como el portador de pipa sagrada de la paz de las tribus nakota, lakota y dakota de Estados Unidos, tienen clara su misión como portadores de tradiciones que cohesionan a sus pueblos heridos y dispersos.
El segundo capítulo es Cielo e Infierno , donde la producción ahonda en las visiones del más allá –y los múltiples puntos intermedios– que distintas sociedades imaginan como su tránsito después de la vida. Entre tantos personajes, Freeman habla con una mujer cuyo corazón se detuvo por ocho minutos y que asegura que vio el cielo.
Finalmente, el tercer capítulo, Prueba de Dios , nos lleva por los distintos campos de batalla donde se dirime su existencia, desde los debates entre creyentes de distintas sectas hasta un físico que cree que es posible encontrar a Dios en el conocimiento científico.
Tantas veces Dios
No es fácil hacer televisión sobre Dios, quien no habla con nadie y a quien nunca nadie ha visto –o bueno, según la religión que se profese, no en tiempos recientes o no explícitamente–.
Los programas televisivos sobre Dios, o dios, caen con frecuencia en uno de dos pantanos –y eso incluye producciones de gran presupuesto–. Puede ser que, con pía reverencia, se nieguen a poner en duda las pruebas de fe que exhiben sus protagonistas, y optan por repetir acríticamente cuanta “evidencia” y declaración ofrecen. Pero televisión sin drama es como la fe sin contradicciones: completo aburrimiento.
Por otro lado, y sobre todo en años recientes, las más ridículas y estrambóticas “teorías” se validan como certeras, de modo que Jesús ha conocido dinosaurios, ha navegado en platillos voladores y ha caminado por París en programas televisivos recientes, todos con “expertos” incuestionables.
Como bien sabrá quien haya visto bastante arte espiritual, la contradicción, la duda y la negación de Dios son fundamentales para crear un buen conflicto, una narración que se sienta vívida y honesta.
En La historia de Dios , los productores optan por una vía más interesante: tomar miradas antropológicas, sociológicas e históricas hacia las manifestaciones de lo espiritual en las culturas humanas. El tono y la forma de La historia de Dios son las conocidas de Nat Geo: un abanico de colores y movimiento seducen con la exuberante variedad que puebla la Tierra, pero no oculta su violencia ni su diversidad.
Tras el programa, dice Freeman: “Tengo un entendimiento más profundo de las religiones, de Dios y de cómo los diferentes pueblos de la Tierra se acercan a ellos”.
“Honestamente, no creo que nada haya cambiado en mi vida espiritual como resultado de esta serie”, confiesa Freeman. “Lo que es diferente es el conocimiento y la apreciación que tengo de cómo tanta gente tan diferente entiende la espiritualidad”.
Algunos de los momentos más interesantes en la serie, tanto en su primera temporada como ahora, han sido los encuentros con personajes que entienden que su religión es el pegamento que une su cultura, muchas veces oprimida o en peligro de extinción,
El Jefe Arvol Looking Horse, el guardián de la pipa sagrada, impresionó al coproductor James Younger. “Es un increíble líder espiritual de su tribu, con una misión vital de proteger su cultura”. “A lo largo del tiempo, la ciencia ha dado respuestas a lo que nuestros antecesores atribuían a grandes poderes de Dios”, recuerda su colega, Lori McCreary.
Y con el tiempo, quizá más respuestas concretas nos brinde nuestra creciente comprensión de la ciencia. En La historia de Dios , lo vemos de frente: en las vidas e historias de quienes creen en Él y construyen su vida espiritual con base en Él. La historia de Dios es la de nuestra cultura, aunque no sepamos quién es Él realmente.
Véalo. Domingo 9 de abril. NatGeo. 7:00 P. M.