Un día eres un niño que está viendo Bob Esponja y al otro día eres un adulto que trabaja. Y otro día, por más loco que pareciese en algún momento, eres un adulto que trabaja y que escribe sobre Bob Esponja.
Sin duda es una excepción que algo así suceda. Siento que, desde Fondo de Bikini, la esponja que acompañó todas mis tardes de la infancia me escribe cartas para saber cómo estoy tanto tiempo después de haber dejado de verlo, para preguntarme cómo me va y qué estoy haciendo.
Pues mi respuesta está en estas letras, en esta suerte de carta sobre el amigo amarillo que tantas risas me ha dado.
Desde el año pasado he vuelto a mirar la serie ocasionalmente –sobre todo en sus estupendas primeras temporadas– y he comprobado que Bob Esponja es algo excepcional, algo que supera al ícono de una generación.
Tras veinte años y doce temporadas, Bob Esponja se convirtió en una estrella pop, recordada por quienes nos divertimos y transformada en otros símbolos como un candidato político en Siria, en un símbolo de revolución en la Primavera Árabe y hasta en un Ché Guevara contemporáneo para algunos.
Cualquier significado puede ser absorbido por la versátil esponja que hoy rememoramos con el mismo amor con la que hace sus cangreburgers en el fondo del mar. La retrospectiva es obligada.
Orígenes
Stephen Hillenburg siempre supo que el mundo marino sería su mundo. Desde niño lo tuvo muy claro, en su adolescencia lo confirmó y en su joven adultez empezó a concretar su anhelo de ser biólogo marino estudiando en lo que hoy es el Instituto Oceánico del Condado de Orange.
Un día, en medio de sus libros de animales, empezó a dibujar sobre un papel en blanco y se dio cuenta que era bastante bueno haciendo trazos sobre la página.
Para 1984, se animó a escribir un cómic llamado La zona litoral, que narraba la historia de ciertos animales antropomórficos y sus rutinas debajo del mar. En medio de ese ejercicio, aparecieron figuras como esponjas marinas, cangrejos y ballenas que posteriormente evolucionarían para convertirse en los protagonistas de Bob Esponja.
En esa primera aparición, Bob parecía más una esponja de ducha que un animal marino, aspecto que no le preocupó mucho a Hillenburg.
Pasaron tres años y Hillenburg estaba tan fascinado con el mundo de la esponja que incluso abandonó el instituto de biología. Su sueño ya era otro: convertirse en dibujante, pues sentía que tenía el talento, pero no la técnica.
Primero intentó aprender en la práctica, y logró conseguir un espacio de auxiliar en Mother Goose and Grimm, cómic que personificaba a un perro y a un gato.
Allí tomó experiencia previa antes de inscribirse en el Instituto de Artes de California para estudiar animación en 1992, después de haber sido aceptado en el instituto de Jules Engel, quien quedó impresionado con el trabajo previo de Hillenburg.
Esas impresiones no fueron bajas. Hillenburg se trazó como una prometedora figura creativa y en 1995, en un festival de animación digital, conoció a Joe Murray, creador de La vida moderna de Rocko, una serie icónica sobre la vida de un canguro que emigró de Australia a Estados Unidos. Esta serie ya llevaba dos años de ser un fenómeno, y estaba bastante cargada de un humor oscuro con el que Hillenburg era compatible.
En el festival, Murray hizo migas con Hillenburg y le ofreció un trabajo como director en su serie, en la que trabajó hasta su fin en 1996.
La vida moderna de Rocko llegó a su fin y Nickelodeon –cadena encargada de su producción– se encontraba en un problema: debía encontrar la serie que haría el recambio en su parrilla.
A sabiendas de este clima, Hillenburg pensó que su historia sobre animales marinos podría convertirse en un producto de la pantalla chica. Él se puso en contacto con Tom Kenny, actor de voz de La vida moderna de Rocko, y le dijo que tenía en mente una serie en la que su voz sería la protagonista.
“Steve (Hillenburg) describió a Bob Esponja como infantil e ingenuo. Estaba muy emocionado y me dijo que yo era el indicado. Fue como una profecía", dijo Kenny en una entrevista años después.
La esponja inolvidable
FUENTE: Elaboración propia. || William Sánchez INFOGRAFÍA / LA NACIÓN.
Hillenburg no tardó mucho para ponerse manos a la obra. Posterior al término de Rocko, depuró sus bocetos, convirtió a la esponja de ducha en una esponja marina y se encerró en su casa hasta estar contento con sus personajes.
El resultado fue la serie Spongeboy, que narraba las aventuras de una esponja marina y su amigo Patricio, una estrella de mar. Ambos vivían al lado de un pulpo llamado Calamardo, tendría una amiga ardilla debajo del mar llamada Arenita (a costa de lo que fuese esta idea debía permanecer) y era empleado de un restaurante administrado por un cangrejo bautizado con el apropiado nombre de Don Cangrejo.
Hillenburg aprovechó su contacto con Nickelodeon para conciliar una reunión y tuvo éxito. Para mostrar su proyecto a los productores ejecutivos de Nickelodeon, Hillenburg se puso una camisa hawaiana, construyó un acuario con los modelos de los personajes y llevó un altoparlante para reproducir música tropical para ambientar la reunión. El ejecutivo Eric Coleman tiempo después tachó la presentación de “bastante asombrosa”.
Russell Hicks, otro de los presentes, describió en el libro La experiencia Bob Esponja esa presentación. “Hubo una reunión en la que se proyectaron todos los pilotos para ese año. Vimos muchas cosas, pero fue esta, con esa esponja amarilla parlante, la que llamó la atención de todos. No estoy diciendo que en cuanto lo viéramos supiésemos que iba a ser un gran éxito, pero realmente destacaba por su simpleza y la pureza del personaje. Y, además, era distinto de todo lo que habíamos visto hasta entonces; en cierto modo, nos rompió los esquemas. Mucha gente ni siquiera sabía qué hacer con eso. ¿Y qué se hace cuando hay dudas sobre una serie? Bueno, si eres Nickelodeon, la emites y dejas que decidan los niños. ¡Y vaya si decidieron!”.
Con el visto bueno –y para felicidad de Hillenburg– la serie comenzó su producción con bastante libertad. Se construyó el episodio piloto y, antes de posproducirlo, el departamento legal se dio cuenta de que una marca comercial de esponjas llevaba el nombre de Spongeboy, por lo que debieron cambiar su nombre por SpongeBob (Bob Esponja) y se regrabaron las voces de Tom Kenny.
Para la gala de los Kid´s Choice Awards del primero de mayo de 1999 se emitió el piloto de Bob Esponja. Fue un capítulo pequeño –solo de siete minutos– pero que generó la suficiente expectativa de cara a la emisión.
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La construcción del mito amarillo
El estreno de Help wanted!, episodio piloto que relata cómo Bob Esponja consiguió su trabajo en el restaurante Crustáceo Cascarudo, tuvo la acogida de la crítica y fue el punto de lanza de una serie exitosa.
¿Por qué la serie resultó tan atractiva? Pues porque Bob Esponja se animó a retratar la vida submarina sin solemnidades. Resultó ser subversiva (sin proponérselo) y su esqueleto fue un humor absurdo, cargado de referencias y dobles sentidos que en muchos casos se entienden hasta que se abandona la infancia.
Muchos ejemplos existen sobre ese imaginario absurdo, como los incendios forestales que ocurren en el océano, las piscinas vacías, una playa debajo del mar, la necesidad de un salvavidas en esa playa, así como otros fenómenos atípicos como una ballena cuyo padre es un cangrejo, un restaurante submarino que vende hamburguesas de carne y una ardilla con traje de astronauta.
También los fondos pintados con acuarela, así como la aparición de personajes en carne y hueso (como Parche el pirata y su loro Potty, quien realmente era una marioneta) fueron parte de ese imaginario sin contenciones.
Nunca hubo límites e Hillenburg y compañía se soltaron la melena siempre que quisieron. Ejemplo de esta libertad creativa fue su primera película, lanzada en el 2004, que fue anunciada como el término del universo esponjiano aunque posteriormente salieran más temporadas (como sucedió).
El filme nos termina de describir a Bob y Patricio, quienes durante todos los episodios siempre desnudaron que más que adultos eran niños en un mundo de adultos. En su universo subacuático debían valerse por sí mismos, pero siempre aceptaron su dependencia a un mundo emocional propio de la infancia.
En el largometraje, los amigos salen por primera vez de Fondo de Bikini para recuperar la corona del rey del mar Neptuno, que fue atracada en el mejor plan realizado por Plankton, el eterno diminuto enemigo de Don Cangrejo.
Más que enfrentarse a la oscura estratagema de Plankton, Bob y Patricio confrontan su mayor miedo: crecer. Ante la aventura de sus vidas, se ven intimidados porque “su conducta no es de adultos”. Mindy, la hija de Neptuno, llega a plantarles un alga por bigote con tal de que se crean hombres grandes dignos de enfrentar al mal de la vida adulta.
Al final del filme (y disculpen el spoiler) Bob Esponja y Patricio le dan la espalda al mandato social y aceptan ser quiénes son. Serán niños por siempre y ni la masculina figura de David Hassellhoof que aparece en la película hará cambiar su parecer.
Así somos sus espectadores. Tal vez ahora nos toque llegar al trabajo en vez de quedarnos toda la tarde viendo Bob Esponja, pero la risa cargada de delfines gravita en el inconsciente de todos los que vivimos, por muchas horas, en Fondo de Bikini.