Adiós, viejo amigo...
En adelante encontrará abundancia de detalles sobre la trama de The Bells, quinto episodio de la octava temporada de la serie de HBO, Game of Thrones, transmitido el 12 de mayo. Si a estas alturas de la semana aún no lo ha visto, pues ya poco queda por hacer a su favor (tome en cuenta que este repaso llega más tarde de lo acostumbrado). Aún así, acá queda la constancia de los spoilers que se le vienen encima.
El consenso general entre entendidos y fanáticos es claro: el penúltimo episodio de Game of Thrones fue malo. No se discute. Fue malo porque algunos personajes incurrieron en conductas muy contrarias a su naturaleza; porque el guion pecó de gruesas inconsistencias con respecto a lo visto en semanas anteriores, y porque en hora y media se apelotaron acontecimientos de un modo atropellado que, en otras temporadas, bien daban para dos y hasta tres capítulos. Pero quizá lo peor es que Game of Thrones ya no se siente como Game of Thrones, sino como una versión en éxtasis, como un maniático que corre por los pasillos de una cristalería haciendo añicos los bienes más costosos.
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Es una pena que la serie en la que tanto hemos invertido llegue a su trance final con apuro por terminarse. Es obvio que la premura no es de HBO, que sin duda hubiese extendido la vida útil de la gallina de los huevos de oro un par de años más. Aquí los apurados parecen ser los creadores y productores de la serie, David Benioff y D.B. Weiss, impacientes por lanzarse a nuevas aguas (Star Wars, por ejemplo). Y bueno, a trompada de loco se resolvió la batalla (carnicería) de King’s Landing.
Aún así, en lo personal encontré una virtud justo donde muchos espectadores se sintieron defraudados: The Bells echó por tierra las expectativas de la audiencia y resolvió de modos inesperados los finales de varios personajes. El cambio de ánimo que se forzó sobre la audiencia a lo largo del capítulo fue dramático y cuando apagamos el tele todos quedamos con un nudo en la garganta que nos incomodó el resto de la noche. Y aunque fuese así, a la fuerza, recordamos aquellos buenos años en que GOT nos desacomodaba los sentimientos.
El eje del capítulo fue la transformación de Daenerys Targaryen (como que ya no dan tantas ganas de decirle Dany). Durante siete años, GOT construyó a una protagonista espectacular, carismática y justa; una líder empoderada pero a la vez empática. Así la percibíamos. Paralelamente se forjó más discretamente la “otra” Dany: una conquistadora de territorios que no le habían declarado la guerra, despiadada con sus adversarios y con un largo historial de enemigos quemados vivos (lo cual no nos había molestado mucho pues, seamos honestos, por lo general se trataba de gente despreciable). Esta semana la Dany luminosa fue desechada y en su lugar quedo solo la “otra”.
Ver a un héroe convertido en villano no es nuevo en la ficción, y muchas han sido las series en las que los “buenos” terminan de “malos”, por lo general desarrollando dicha metamorfosis a lo largo de un período considerable de tiempo. Sin embargo, GOT se ensañó con Daenerys, pues los cinco capítulos ya transcurridos de la octava y última temporada fueron una aplanadora emocional para ella: sus asesores y amigos fueron asesinados; perdió a dos de sus hijos dragones; sus aliados la traicionaron, y el hombre que ama ya no la corresponde. Sin soporte emocional, fue fácil para los guionistas transformarla en la “justa” heredera de la locura de su padre. “Dany La Loca” suena tan feo como se siente.
Pero vamos por partes...
¿Ganaron los buenos?
The Bells nos presentó en un dilema complicado: ¿es justo seguir apoyando al ejército de Daenerys? Para esto vimos desde los ojos de personajes como Jon Snow, Davos, Tyrion y Arya la otra cara de la moneda de la guerra, esa que las versiones oficiales de los triunfadores rara vez muestran: los abusos y crueldades del bando ‘ganador’.
Hace una semana llorábamos con el noble y valiente Grey Worm la pérdida de su amada; ahora nos espantamos al verlo convertirse en un animal que sin misericordia mata a lo que se le ponga por delante; a los bravos hombres del Norte que defendieron Winterfell de los muertos vivientes los transformaron en violadores y asesinos que arrasan con la indefensa población civil de King’s Landing; a la reina que apoyamos sin condiciones la desconocemos cuando quema vivas a aterrorizadas familias de inocentes.
Acá la serie nos remite a tantas tragedias de abusos y crueldad a lo largo de la historia humana de parte de los bandos que impusieron, con violencia, su voluntad sobre otras poblaciones. Cuando Dany se lanza a incinerar King’s Landing, aquello fue luz verde para que los suyos se entregaran al saqueo, la venganza y la crueldad. Y fue eso lo que nos incomodó aún mucho después de que el capítulo terminara. Aquella carnicería no estaba en los planes de nadie. La toma de la ciudad se tornó en masacre.
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Jon Snow fue el rostro desencajado de los que se ven sorprendidos al descubrir que no defienden la causa justa, y Arya la expresión del terror de los civiles que huyen de la violencia extrema, de la destrucción masiva, de los ‘daños colaterales’.
Cersei, ¿qué te pasó?
Es inevitable sentirse un poco estafados cuando vemos lo fácil que resultó para Daenerys, sobre su dragón Drogon, destruir toda la estrategia de defensa de Cersei Lannister para King’s Landing. Fue inconsistente y triste, pues en las semanas anteriores los planes de Cersei fueron perfectamente ejecutados y afectaron de modo profundo a las fuerzas de Daenerys, especialmente a sus dragones. Hagamos recuento: con solo una ballesta gigante, Bronn ya había sido capaz de herir a Drogon en la temporada anterior, y luego Euron Greyjoy logró, sin dificultad, matar a Rhaegal con tres de esas armas, al punto que obligó a Dany en el capítulo anterior a retirarse, impotente, para cuidar a su último dragón.
Entonces, ¿cómo se explica que el domingo ni una de las decenas de ballestas Escorpión lograra herir a Drogon, mientras Dany se lanzaba kamikaze sobre la Flota de Hierro y las murallas de King’s Landing? No tiene sentido.
Tampoco nos hizo mucha gracia que la Compañía Dorada, el magnífico ejército mercenario que Cersei mandó a traer, fuese exterminado sin mayor dificultad. Otro robo.
Está bien: luego supimos que el énfasis no estaría en la conquista de King’s Landing, sino en lo que sucedería una vez que la ciudad hiciera sonar sus campanas y se rindiera. Sin embargo, aún así no podemos evitar sentir que nos tomaron el pelo, pues se expuso a Cersei –la gran estratega política de la serie– como una gobernante sin plan de emergencia, sin cartas bajo la manga, sin una monstruosidad insospechada para lanzar a sus adversarios. Cersei, quien siempre se empeñó en tener la última palabra, no opuso resistencia. Flaco favor para un personaje tan bien logrado.
Solo nosotros...
Una sorpresa que considero positiva fue el desenlace de los gemelos/amantes Cersei y Jaime Lannister. Especulamos por mucho tiempo que uno daría muerte al otro y otras tantas teorías macabras pero el final fue más humano de lo que esperábamos: acorralados, impotentes, sin más esperanza y con un último abrazo como despedida.
Jaime y Cersei vivieron una relación insestuosa y compleja, por decir poco: se amaron por muchos años en secreto, incluso escondiendo la paternidad de Jaime sobre sus tres hijos (uno de los cuales se suicidó y los otros dos fueron asesinados #detallazo). Cersei y Jaime fueron codependientes y tóxicos, y no pudieron vivir uno sin el otro. Y que conste: no es que GOT logró cambiar el rechazo social hacia el incesto entre hermanos pero pareciera que al final pocos espectadores recriminaron el ligamen de sangre a la vista de la sentida despedida que vivieron previo a que el castillo se derrumbara sobre ellos.
No es el final que esperábamos para ninguno de los dos. Siempre nos los imaginamos partiendo en modo épico, bañados en sangre y llevándose en la tira a algún adversario. Y ahí estuvo el acierto: en la sorpresa e incluso en la decepción, pues su adiós fue emocional, cargado de temores, arrepentimientos y oportunidades perdidas.
Cuando un amigo se va
Varys fue un personajazo. Ninguno como él para administrar verdades, sembrar intrigas y arreglar alianzas. Fue por sus oficios que Dany y su hermano lograron escapar de la furia de los Baratheon; fue Varys el que labró las negociaciones que permitieron a Dany volver a Westeros al mando de una flota en apariencia invencible, y fue él también quien hizo lo posible por traérsela abajo cuando notó que la rubia no era la mejor opción para el Trono de Hierro. Dany supo de su traición y lo condenó a morir incinerado por Drogon (un final a la altura de Varys, sin duda).
Varys siempre puso por encima de todos los intereses del pueblo, de la gente común, y al final su política resultó su perdición. Aún así, el maestro de espías ya poco tenía por hacer enfrentado a un escenario en el que de los dos aspirantes al trono, uno no quiere mandar y la otra está obsesionada justo con eso: mandar a toda costa, Ya no había espacio de maniobra para él.
Su despedida sí tuvo campo para el dolor, pues quien lo delató fue Tyrion. El eunuco y el enano tuvieron una relación tirante al inicio pero fraterna en temporadas recientes, y su despedida fue triste como pocas. Varys y Littlefinger fueron los mejores jugadores políticos del juego de tronos y merecen nuestro respeto absoluto.
Apuntes sueltos:
– La despedida entre Tyrion y Jaime fue la escena mejor actuada del capítulo. Los hermanos se quisieron mucho y su último momento juntos fue tremendo.
– Poco qué decir del Cleganebowl: salió tan bien como lo imaginamos. Los hermanos Clegane tuvieron el esperadísimo duelo que los fans pidieron desde la primera temporada y fue uno de los puntos altos del episodio. Gran trabajo de todos los involucrados.
– Los productores dicen haberse inspirado en los bombardeos aliados sobre Alemania durante la Segunda Guerra Mundial para las escenas de destrucción y terror que viven los habitantes de King’s Landing. Sin embargo, la imagen de Arya cubierta de cenizas y polvo nos remitió más a los traumas generados por los recuerdos del 11 de Setiembre del 2001.
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- Arya Stark sobrepasó a Jon Snow como el personaje más difícil de eliminar. Someter a la pobre muchacha a luchar por su vida en medio de la caída de la ciudad fue un abuso. ¿No ha padecido suficiente?
- Hay que abonarle el gran trabajo de la actriz Emilia Clarke, que sin decir una palabra reflejó a la perfección el derrumbe emocional de Daenerys previo a lanzarse a incendiar la capital del reino.
Ausentes: Todos los que quedaron en el Norte.
Muertes de la semana (en orden de importancia): Harry Strickland y la Compañía Dorada (ralitos, ralitos); Qyburn; Gregor Clegane; Euron Greyjoy; Varys; Sandor Clegane; Jaime Lannister; Cersei Lannister; toda la buena y mala gente de King’s Landing, y la credibilidad que le quedaba a la serie.
Lo que viene: Un final de pronóstico reservado. Dany se levantará como la Reina de las Cenizas que prometió no ser y personajes como Jon y Arya difícilmente se quedarán sin hacer nada para impedir su llegada al poder absoluto. Además, deberíamos volver a ver algo del Norte, especialmente ahora que Sansa es la enemiga número uno de Dany. Pase lo que pase, no tendremos un final feliz.
Mejor vayamos pensando en la serie de Watchmen.