Joseph Barbera y William Hanna pusieron todas sus fichas en el mercado de la animación con un reto: abaratar los costos de producción de los dibujos animados para tener éxito en su propuesta.
La forma de producir animados a finales de la década de los 50 consistía en el dibujo manual, cuadro por cuadro, según explicó el crítico de televisión y productor audiovisual, Óscar Cruz.
Los dibujantes hacían sus diseños sobre el celuloide, un tipo de filmina, a la cual luego se le tomaba una fotografía. Repetir el proceso cuadro por cuadro hacía que muchos estudios cerraran sus puertas, debido al alto costo que implicaba.
Quienes alguna vez vieron los clásicos animados de Hanna-Barbera, habrán notado que el fondo era siempre el mismo en las escenas de acción. Este fue su secreto para abaratar la producción.
“Uno veía fondos pintados con maestría muy grande, y encima un personaje sencillo”, destacó Cruz.
Con esto coincide Carlos Arroyo, caricaturista y profesor universitario de Diseño Gráfico, quien explicó que los estudios de Hanna-Barbera utilizaron en sus series paisajes de mucha técnica con témpera, esponja, raspados y textura.
Ese estilo fue copiado cuatro décadas después por los creadores de la serie Samurái Jack , de Cartoon Network.
Para el sitio Imagograma , el empleo de fondos de decorado repetidos cuando los personajes caminaban, corrían o viajan en carro se llegó a conocer como el “Hanna-Barberazo”.
Otra de las técnicas de animación que puso en boga ese estudio es la de las acciones fuera de encuadre, la cual recurría a efectos de sonido para enfatizar sucesos como choques, peleas o persecuciones. Esto resultó innovador, pues hasta entonces se utilizaban animaciones complejas para este tipo de escenas, lo cual elevaba los gastos.
“Los Picapiedra eran extremadamente sencillos para que los costos no fueran muy altos. Los dibujos resumen la esencia básica en pocos trazos”, explicó Arroyo.
Según el caricaturista, se perciben muy pocas variaciones en los dibujos de los personajes de cada serie. Por ejemplo, los de Scooby-Doo eran más elaborados y su animación estaba dotada de más movimiento; Los Picapiedra, por el contrario, solo movían los pies cuando corrían y los brazos quedaban pegados al cuerpo.
El éxito que tuvieron, pese a estas limitaciones, obedece también al estilo de comedia. “Lo relevante en los de Hanna-Barbera es lo que hablan y no lo que hacen, mientras que los de Warner Brothers tienen un humor más físico”, agregó Cruz.
¿Por qué nunca se modernizaron? No hacía falta. “Tengo que decir que ese es el estilo de esos personajes, aunque la tecnología permita representarlos en otro tipo de arte, como el modelado 3D. Bidimensional, así es el Supersónico que yo reconozco”, dijo Cruz.
La respuesta de Arroyo es muy sencilla: “Cada cosa tiene su encanto, su estética y su valor en su momento. Los estilos marcan a la gente y nadie puede desprenderse de ellos tan radicalmente. Los estilos son como una marca, y ¿para qué cambiarlos si venden bien?”.