Quien escuche mencionar el nombre Hanna-Barbera se remontará a mañanas y tardes completas frente a un televisor, a horas y horas de risas, y a la traviesa complicidad con personajes como Tom, Jerry, Pedro Picapiedra, el oso Yogui o Scooby-Doo.
¿Quién creería que todo ese ingenio podría venir de la alianza entre un ingeniero y un empleado de un banco? Así fue; ni William Hanna ni Joseph Barbera tenían entre sus planes de vida conformar uno de los más exitosos imperios de la animación en televisión.
Hanna era ingeniero de profesión, pero su pasión por las caricaturas lo llevó a adentrarse en el negocio de la animación cuando la Gran Depresión azotó Estados Unidos, en 1929. Llegó a los estudios de Harman-Ising, donde se crearon los Looney Tunes y Merrie Melodies.
En 1937, fue contratado como director por Metro-Goldwyn-Mayer, donde conoció a Barbera, quien se convertiría en su socio por el resto de su vida.
Joseph trabajaba como contador en un banco. Como desde pequeño se interesaba por el arte, enviaba dibujos a diferentes revistas hasta que, sorpresivamente, Collier’s le compró uno de sus diseños. Entonces, dejó su trabajo para convertirse en caricaturista.
Según el sitio de Biography Channel , Barbera ingresó a Metro-Goldwyn-Mayer en 1937. Un año después, conoció a Hanna, con quien unió esfuerzos para crear cortometrajes animados.
Su primer trabajo fue El gato se ganó el zapatazo , el cual se hizo famoso por ser la primera aparición de Tom y Jerry. Este cortometraje fue nominado al Óscar en 1941, pero no lo ganó.
Dos años más tarde, en medio de la Segunda Guerra Mundial, otro episodio con una trama bélica basada en la época se convirtió en el primer Óscar del dúo cómico.
Tom y Jerry consiguió un total de siete estatuillas doradas, más de las que ganado cualquier otra serie animada en la historia, y con las cuales rompieron la buena racha de Disney. No obstante, todos los premios los recogió el productor Fred Quimby, quien nunca invitó a subir al escenario a quienes dieron vida a los eternos enemigos de la TV.
Barbera se encargaba del storyboard y del arte, mientras que Hanna demostraba por qué aún hoy es considerado uno de los maestros del ritmo de la comedia.
Ambos tomaron la cabeza del departamento de animación de Metro-Goldwyn-Mayer, hasta que la unidad cerró en 1957. Fue en ese momento cuando crearon H-B Enterprises, empresa que luego adoptaría el nombre de Hanna-Barbera Productions.
En 1957, los dos genios de la animación dieron vida a Ruff y a Reddy, un perro y un gato parlantes.
“Ruff y Reddy fue el comienzo de la leyenda de la animación creada por Hanna-Barbera, gracias a su capacidad para generar dibujos animados con rapidez, economía, sencillez y gran imaginación a finales de los años 50 del siglo XX, cuando existía gran demanda de animación para la creciente televisión de entretenimiento, dirigida al público infantil y a toda la familia”, destaca el sitio europeo Imagograma .
Un año más tarde, pusieron firma a su segunda serie: El show de Huckleberry Hound , programa en el que nació el oso Yogui como un segmento secundario, junto a Pixie, Dixie y el gato Jinks.
El show se hizo merecedor, en 1960, del primer Emmy concedido a una serie animada televisiva. Aquel sería apenas el primero de ocho de estos galardones.
Ese año también trajo consigo uno de los mayores y más icónicos éxitos de Hanna Barbera: Los Picapiedra . La serie tuvo 166 capítulos, los cuales aún son suficientes para hacer reír a los amantes de los clásicos animados. Pedro Picapiedra y Pablo Mármol todavía hacen de las suyas en el canal Tooncast, donde también se transmiten Los Supersónicos y Don Gato , otras de las más famosas creaciones del dúo.
“A finales de 1960, Hanna-Barbera dominó la escena de la animación televisiva, dirigiendo exitosas series tales como Scooby-Doo , Los Supersónicos , Johnny Quest y Los Picapiedra ”, reseña Biography Channel.
En 1973, la compañía de animación adquirió los derechos de DC Comics para llevar a la televisión a los personajes de la Liga de la Justicia de América. Luego de 16 episodios, la serie fue cancelada, pero el interés de los televidentes por los superhéroes revivió el programa.
La filmoteca de Hanna-Barbera, que acumulaba cerca de 300 dibujos animados, brilló como el oro para Cartoon Network y Time Warner. En 1992, Turner Broadcasting compró la compañía que, desde finales de los años 50, había creado una revolución del entretenimiento bidimensional. Aun así, William y Joseph mantenían un papel activo como mentores hasta que murieron, en el 2001 y en el 2006.
Inmortales. Para el crítico de televisión Óscar Cruz, Hanna-Barbera construyó “una cuna de los personajes más famosos en la historia de la animación”. No obstante, las caricaturas que divirtieron a tantas generaciones hoy podrían considerarse “tecnológicamente pasadas de moda”, en una época en la que prima la ciencia ficción y la animación digital.
Para el experto, una de las mayores innovaciones de este estudio fue la inclusión de críticas sociales en los animados.
“La televisión en general, no solo la animación, era más ingenua. Los Picapiedra y Los Supersónicos son ejemplos de un abordaje crítico de lo que la animación podía hacer. Uno ve que Mickey Mouse (de Disney) tenía poca crítica. Por eso, la premisa hoy sigue siendo válida, es una crítica al consumo y modo de vida gringo, que se dio en pleno desarrollo industrial de Estados Unidos”, afirma.
Además, Cruz apuesta al componente nostálgico como uno de los factores por el cual estas series siguen vivas. “Yo, como adulto, puedo apreciarlas, porque crecí con ellas. Es como una cuestión de recuerdo”.
Esa fascinación que prevalece por las creaciones de Hanna-Barbera es constatada por German Alvarado, empleado de la tienda Animé Planet, donde se venden figuras coleccionables de personajes como Scooby-Doo, Don Gato, Birdman, Los Herculoides, Los Supersónicos y, por supuesto, Los Picapiedra.
“Quienes crecimos con esas fábulas, ahora tenemos cierto poder adquisitivo. Las compañías están sacando esta línea de productos nuevamente, aprovechando eso. Estamos en una época en la que todo lo retro está volviendo”, aseguró Alvarado.