Esta es una nota sobre un programa infantil destinada a emocionar a personas mayores de 30 años. Y es que solo alguien que viviera su infancia en la época en que los televisores tenían apenas 13 canales entiende, en toda su dimensión, la belleza detrás del regreso televisivo de Heidi .
No es la misma serie de animación japonesa con la que nos criamos, sino una modernizada versión francesa generada por computadora. Sin embargo, esos son detalles: el cuento se mantiene tal cual y ahí anda de nuevo Heidi, descalza, correteando a las cabritas de Pedro, bombardeando a su abuelito con preguntas existenciales y con las chapitas de los cachetes siempre rojas.
Desde hace un par de semanas, la historia de la entrañable huérfana es parte de la programación de Disney Channel (de lunes a viernes, a las 3 p. m.), a la par de las actuales reinas del imaginario preescolar, como son la Princesita Sofía, la Doctora Juguetes y la Sheriff Callie. A diferencia de todas ellas, Heidi hace años que se echó a la bolsa a los progenitores de su nueva audiencia. Y eso cuenta.
La niña de las montañas
Los orígenes de Heidi se remontan mucho más atrás de la serie japonesa de 1974, que tan honda huella dejó en los niños costarricenses de los años 80.
El mérito de su creación le corresponde a la escritora suiza Johanna Spyri, quien en 1881 la dio a conocer en una novela infantil de dos partes ( Los años de aprendizaje y viaje de Heidi , y Heidi hace uso de lo que ha aprendido ). Si bien se trata de una historia original, se presume que Spyri, a su vez, pudo haberse inspirado en algunos relatos infantiles tradicionales de Suiza.
La trama no ha variado mucho entre los textos de la autora y sus distintas versiones televisivas: Heidi es una adorable e hiperactiva niña al cuidado de su única tía, tras la muerte de sus padres. Un día, la pariente lleva a la pequeña a la cabaña del abuelo paterno, un viejo de pocos amigos quien vive peleado con el mundo en lo alto de los Alpes suizos. La tía parte y la soledad del anciano se ve perturbada por una niña que todo lo resuelve con sonrisas y travesuras. Está de más decir que el del abuelo fue el primero de millones de corazones que Heidi ha conquistado.
Allá, en las montañas, Heidi se rodea de animales: el gigantesco y noble perro Niebla, la adorable cabrita Copo de Nieve, el tierno pajarito Pichí. Corretear mariposas y escuchar al viento colarse entre los abetos es su felicidad.
Cómplice de Heidi en sus aventuras es el pastor Pedro, un niño poco aplicado en los estudios que se conoce las praderas como pocos. Él vive con su madre y su abuela no vidente, viejecita con la que Heidi se siente especialmente unida (inolvidable su recolección de panecillos suaves para la anciana).
El punto de giro de la historia se da cuando, sin aviso, la tía vuelve y se lleva a Heidi a Fráncfort, partiendo los corazones del abuelo y de Pedro. La pequeña es “contratada” para hacer compañía a Clara Sesemann, discapacitada hija de una adinerada familia. Es en esta mansión que aparece la que vendría a ser la antagonista del cuento, la estricta e insoportable institutriz a cargo de la casa.
A los ojos de la Señorita Rottenmeier, Heidi es la encarnación del desorden y hace todo lo que está a su alcance para que la niña sea miserable. Y vaya que lo logra (por algo será que, en todas las oficinas, aún hoy es normal encontrarse alguna insoportable que termina con el apodo alusivo colgado en la espalda).
Desde luego que todo se arregla, pues la sufrida Heidi regresa a las montañas de sus amores e, incluso, se lleva a Clara. Ahí se obra el milagro y las piernas de Clarita empiezan a sanar, así como su roto espíritu. ¿Cómo no enamorarse de una historia así?
El sello francés
La nueva versión de Heidi es un remake de la fábula japonesa de los 70, con las adaptaciones y mejoras técnicas del caso. Es obra de la empresa de animación digital Studio 100, casa francesa responsable también del relanzamiento por computadora de La abeja Maya , otro clásico de las caricaturas de antaño.
La serie la conforman 39 episodios de 26 minutos cada uno. Se produjo entre el 2013 y el 2014, y su director fue Jérome Mouscadet, con la supervisión de guiones de Christel Gonnard, y la supervisión gráfica de Jan Van Rijsselberge.
Esta Heidi tridimensional es la que hoy le guiña el ojo a una generación de niños que utiliza el televisor con mejor soltura que sus padres. Aún así, la validez de sus inocentes preguntas sigue intacta: “Abuelito, ¿por qué yo soy tan feliz?”.
Véalo. Lunes a viernes. Disney. 3:00 P. M.