Solo hay una regla: cazar o ser cazado. La frase es de Frank Underwood, el político siniestro, cerdo y criminal que todos aman cuando caen en las telarañas de House of Cards ( Casa de Cartas ), la serie en línea con la que el sitio web Netflix puso en jaque a la televisión tradicional y volverá, en su segunda temporada, a partir del próximo viernes.
La historia transcurre en los pasadizos secretos de la política, ocultos detrás de la demagogia y la agenda oficial; lejos, a veces, de los micrófonos de la prensa y más lejos aún de la ética.
El guía a través de este engranaje de corrupción es Underwood (interpretado por el actor estadounidense Kevin Spacey), el líder de los congresistas demócratas, quien ha entablado una relación muy cercana con el recién electo presidente norteamericano.
Dicen que en la política no hay amigos, sino enemigos aliados. Esto describe el detonante del conflicto en la primera temporada, cuando el servicial e incondicional Frank no recibe el puesto de Secretario de Estado, la recompensa que el presidente le había prometido por su lealtad durante la campaña electoral. El congresista se convierte, entonces, en Frank el vengativo, el Frank animal.
¡Es que el poder es la moneda en House of Cards ! Mientras los demás personajes van detrás de la fama, el honor o la dignididad, Frank Undewood logra manipularlos para canjear un poco de lo que ellos quieren por el poder que no supieron oler ni aprovechar.
“El dinero es una mansión que comienza a desmoronarse después de 10 años. El poder es el antiguo edificio de piedra que se mantiene en pie desde hace siglos”, dice el congresista mirando hacia la cámara, en una de las intervenciones en las que pausa la historia para hablarle directamente a los espectadores de la serie y, como si el nivel tan alto de cinismo estuviera fuera de nuestro entendimiento, explicarnos, paso a paso, cómo echarse al bolsillo lo que se ambiciona.
Este recurso es interpretado con gran destreza por Spacey, quien logra, pese a todo lo negativo que significa su personaje, hacernos sentir en confianza, como un cómplice más del protagonista.
Se aprende mucho sobre el trabajo sucio en los gobiernos, el de la ficción, el que ha ocurrido en la vida real y el que encontramos en nuestra malicia. En la serie, las fijaciones de este elegante y educado sociópata lo han convertido en una estructura de contactos y favores. El congresista Underwood no solamente es un líder, sino que, además, es un medio para los demás políticos.
Usa esta fortaleza y la claridad que tiene sobre los demás para idear un plan B que lo lleve a obtener lo que la Casa Blanca no le cumplió.
Frank no está solo: Claire Underwood (Robin Wright ), su bella e impávida esposa, el equivalente a Frank en el manejo de organizaciones de beneficencia, lo apoya en el proceso. Juntas las dos estructuras, se convierten en una maquinaria que avanza fuera del margen de la compasión, donde lo único prohibido es la debilidad.
En la carrera hacia el ascenso de los Underwood, un matrimonio sin hijos, unidos solo por el amor de lo que son capaces de lograr juntos, la cabeza que no está para cortar, sirve para usarla de escalón o pararrayos.
Los veremos levantar políticos para luego soltarlos cruelmente desde el aire, falsear las tablas en las que pisa el presidente, llenarse las manos de sangre y hasta enredarse sexualmente con la prensa, porque, como dice Frank: “todo es sobre sexo, menos el sexo. El sexo es sobre el poder” .
Las actuaciones han sido una de las fortalezas de la serie. Junto a Spacey y Wright participan también Kate Mara ( 127 horas , American Horror Story y Shooter ), en el papel de una joven periodista, desesperada por reconocimiento y notoriedad en los medios de comunicación; Corey Stoll ( The Bourne Legacy , Salt y Midnight in Paris ), interpretando a Peter Russo, un político carismático y con gran potencial, pero vive atrapado en su adicción a las drogas y al sexo.
La mano izquierda de Underwood, el inescrupuloso Doug Stamper, es personificado por Michael Kelly ( Person of Interest y Man of Steel ).
El as bajo la manga. House of Cards nació en 1989 como un libro del político y escritor inglés Michael Dobbs. En la novela se cuenta el recorrido enlodado que debió andar el Francis Urquhart para convertirse en el Primer Ministro.
El éxito en ventas de la historia y la fascinación del público provocaron dos novelas más y una laureada minisierie de la BBC , transmitida en los noventas.
“La idea de una novela sobre las artes oscuras de la política vino a mí poco después de la campaña electoral de 1987. Margaret Thatcher ganó la elección cómodamente, pero hizo muchos enemigos. Eso me inspiró para trabajar en una trama sobre cómo deshacerse el primer ministro”, cuenta Dobbs en su sitio web.
El creador dice que luego pasó algo inaudito: el lanzamiento del primer episodio en BBC coincidió con la renuncia de Thatcher a su puesto. “Parecía algo imposible”, añadió Dobbs, quien en su carrera política trabajó como asesor de la dama de hierro.
Motivados por el éxito de la serie inglesa, un equipo de productores encabezados por Kevin Spacey el director David Fincher ( The Social Network , Zodiac , Benjamin Button , entre otras), llevaron la propuesta de una adaptación americana de House of Cards a las ya conocidas productoras de televisión. Ningún canal recibió el proyecto, fue Netflix, en el 2011, la única empresa que les abrió las puertas a la negociación.
Sin embargo, Netflix, una compañía cuyo negocio principal fue hasta hace poco n el alquiler express de contenido en DVD, condicionó el lanzamiento de la serie a una forma no tradicional: no sería emitida en vivo, una vez a la semana, sino que pondría en su plataforma web todos los episodios el mismo día, en video, como You Tube, para el consumo antojadizo de sus clientes.
“La forma en que lanzaremos la serie va de la mano con la forma en que la audiencia consume entretenimiento hoy en día, así que aunque fracasemos o triunfemos, vamos en la dirección correcta", dijo Spacey a la revista Gatopardo , en febrero del 2013, cuando se lanzó la primera temporada de la serie.
No se equivocaron. House Cards , que a nivel visual nos recuerda a grandes producciones de HBO, ganó un premio y cuatro nominaciones de los Globos de Oro, más tres premios y nueve nominaciones de los Emmy.
Según el Wall Street Journal , desde la primera entrega de las andanzas de esta red de políticos y periodistas, las ganancias de Netflix se dispararon. Cerró el año pasado con un incremento de sus ganancias de casi un 500%. En plata, equivale a más de $95 millones que el 2012.
Caso contrario ocurrió con la televisión. La revista Forbes informó que, en el 2013, la audiencia de la televisión abierta se redujo 10.7% y la de cable 1.5%. “Eso significa que más cadenas están compitiendo por un grupo cada vez menor de ojos”, dice la publicación, que señala directamente a Netflix como “un gran catalizador de este cambio”.
Mientras el cable se reduce, el servicio online de Netflix llegó el año pasado a más países, entre ellos Costa Rica, donde tenemos acceso a todas sus producciones originales, más un buen porcentaje de las películas y series de televisión con subtítulos en español.
Esta semana Netflix anunció que la tercera temporada está garantizada
Por ahora, en el avance de la segunda temporada, el diputado Frank Underwood, con más influencia que nunca, nos adelanta una nueva lección: “el camino hacia el poder está lleno de hipocresía y víctimas”.
¿Qué querrá decir? Cuanto más avanza, más tiene que perder, más enemigos gana, su estructura sufre fisuras y el dedo frágil de la ley podría mover la carta clave que desmorone su castillo. Podría, incluso, caer de rodillas ante la kriptonita de cualquier político: el escándalo. Cualquier cosa puede pasar en una segunda ronda.