E spigado y escurridizo, un negro a quien tiempo después llamarían la Cobra, se filtró entre los zagueros rivales y colgó un inusitado 3 a 3 en el fondo del marco azteca. En el mismo instante en que el empate costarricense silenció a los parroquianos del coloso de Santa Úrsula, el narrador de radio Monumental, impactado por la emoción, se quedó sin voz. Simplemente, con el alma en la garganta, no pudo cantar el golazo de Paulo César Wanchope.
Tanta agua bajo el puente. Kristian Mora Blanco –Kristian con K, porque así lo bautizaron– retorna mentalmente al domingo 10 de noviembre de 1997, intenta explicarse y la piel se le eriza otra vez. “Lo que pasa es que en los juegos de la Selección Nacional, no me mido. Solo expreso el júbilo de un costarricense que palpita con el fútbol. En aquel encuentro en el Azteca (México 3, Costa Rica 3), pese a que quedábamos fuera del Mundial Francia 98, la alegría por el empate había sido enorme”.
Nació en San Ramón, hijo de Gerardo Mora (q.d.D.g) y María Isabel Blanco. De la tierra de los poetas emigró con su familia a Santo Domingo de Heredia. Y un buen día, con su uniforme de colegial, se armó de valor y viajó en bus a San José, en busca de Everardo Herrera Soto, a la sazón jefe de Deportes en radio Monumental, un periodista a quien admiraba –y admira– profundamente. Sin conocerlo en persona, se presentó y le pidió una oportunidad.
Quería ser periodista, entrevistar, comentar, narrar, ¡cualquier cosa!, lo que se ofreciera. Incluso, a esa edad, siendo un estudiante de secundaria ya se había buscado un inicio en radio América Latina y había narrado juegos de Primera División, concretamente del Uruguay de Coronado, por el acuerdo comercial de los lecheros con América Latina.
Everardo se dio cuenta de que el mozalbete iba en serio cuando, exhausto, el joven aspirante regresó sudoroso a la emisora al finalizar el día con su primer encargo periodístico. Le había tocado ir a pie a distintos medios de comunicación, en pos de opiniones de periodistas de la época, acerca de cómo ellos vivían la Navidad. “Con una grabadora de casete y sin un cinco en el bolsillo, me tocó caminar desde Monumental, en el centro de San José, a Canal 7 en La Sabana, luego al Canal 6 en La Uruca; de ahí a La Nación , en Llorente, y finalmente a La República , para completar las entrevistas.”
El ímpetu le abrió las puertas. Vendría luego la oportunidad de narrar en la Primera División, no sin antes superar la desconfianza natural de sus superiores hacia el novato y de sortear duros trances, como el recelo que mostraron otros periodistas del equipo de Monumental. Estos amenazaban con renunciar, si Everardo le seguía dando chance a ese carajillo. Sin decaer, Mora continuó con su aspiración intacta y llegó el tiempo de la consolidación y la participación como narrador estelar en sus primeros Mundiales, Estados Unidos 94 y Francia 98.
Alto, recio, bien parecido, Kristian Mora es un pregonero del gol. Al narrar pone a vibrar los corazones. Así lo ha hecho en la radio y en Teletica Deportes , donde permanece. En la actualidad, junto con Erick Lonis, Roy Myers, Stephanie Chaverri, Juan Carlos Arguedas, Nelson Jiménez y Ramón Luis Méndez, realiza Fiebres por el Deporte ( FXD ), un programa en dos versiones, radio (Columbia) y televisión (Canal 7 y Xpert TV). Se trata de un espacio de opinión y debate en torno al fútbol y al deporte en general.
En la plenitud de su carrera, Kristian disfruta también un gran momento en su existencia, al lado de Carolina Cubero, su esposa, con la ilusión del primer hijo que la pareja espera para el final de este año.
Saber retribuir
Un día, cuando Mora era el jefe de Deportivas Columbia , tocó la puerta un muchacho. “En un principio no le vi condiciones y le negué la oportunidad que pedía. Dos semanas más tarde, el chico apareció de nuevo. Me insistió, casi rogó. Entonces cambié de opinión. ¡Vi que tenía sangre! Lo incorporé y no me arrepiento. Hoy, por sus méritos, Josué Quesada está en el Mundial 2014, como parte del equipo de Deportivas Columbia .
“Eso me gusta –añade–, ofrecer a jóvenes con vocación las oportunidades que yo también recibí cuando empezaba en esto. Aunque el problema con muchos jovencitos y jovencitas es que intentan llegar al periodismo, simplemente para aparecer en cámaras leyendo noticias o figurando. Creen que eso es periodismo. Hubo uno que llegó una vez diciendo que lo que deseaba era ser jefe. De lo que fuera, ¡pero jefe!”
Sello de identidad
“Mi estilo de narrar ha sido un logro paulatino; buscando, intentando nuevas formas y desechándolas para aplicar otras; he recorrido un largo trecho hasta dar con un estilo en que, al oírme, me dijera: ¡Ese soy yo!
“También hubo frases que me dieron mucho de esa originalidad. Por ejemplo, notaba que otros colegas nacionales y del exterior no utilizaban ninguna expresión en particular, al momento de comenzar a narrar. Entonces ideé ¡Vamos al fútbol! Tiempo después, escuchando una canción de la India, que dice “nuestro amor, no va más”, esa letra me puso en bandeja el tip de cierre. Y ahí surgió el ¡no va más!, al final de cada partido. En lo que he estado siempre claro es en que no imito a nadie. Uno puede recibir influencias, pero jamás imitar a otros”.
“Me pregunta usted cómo hago para poner emoción al narrar un partido clasificatorio o en el Mundial, y controlar a la vez la tensión y los nervios, sobre todo cuando describo juegos de la Selección Nacional… Es difícil, pero pienso que con ser auténtico es suficiente. El momento culminante de un encuentro me puede llevar al éxtasis, casi a la locura, o a pausas de expectativa o de sufrimiento”.
“Por eso grité con todo los goles de Costa Rica en el Mundial Sub 20 en Egipto 2009. Había ochenta mil almas egipcias en el estadio. Y, vea usted, así también, por circunstancias que surgen en el momento, he optado por no cantar los goles contra Costa Rica. Acompaño las imágenes; luego, comento”.
“Ese recurso nació en un partido de la Tricolor contra Jamaica, eliminatorio para Francia 98, en el estadio Saprissa. Nos anotaron y el gol encajado nos comprometía muchísimo. En plena narración, el zarpazo en la red me tocó el alma. ¡Caramba!, me quedé callado y no me di cuenta. ¡No me di cuenta!
“Al día siguiente, cuando esperaba el lógico regaño de Everardo, se acercó y me dijo: ‘Me llamó el director de Emisoras Unidas de Guatemala (porque el juego había sido retransmitido allá). Dice que los chapines se impresionaron muy favorablemente por la forma que escogiste para reflejar la tristeza que sentimos los ticos en el instante del gol que nos clavó Jamaica’”.
“Eso me contó Everardo en Monumental. A partir de entonces adopté esa forma, para retratar mejor el sentimiento de dolor patriótico que nos identifica. Con esto quiero decir que la creación de un estilo propio, tanto en un narrador como en un intérprete de cualquier actividad, es un sello que otorgan las experiencias y el tiempo”.
“Ahora bien –agrega Mora– hasta aquí he descrito mis vivencias de narrador. El que transmite emociones y las comparte con el gran público. El periodista es otro, con otros parámetros. O sea, como narrador me permito licencias que jamás adoptaría en mi condición de periodista”.
Habla claro, ¿verdad? Por un lado, pasión, arte y desborde. Por el otro, distancia, mesura, objetividad. Dos profesiones, dos actitudes. El narrador. El periodista. Un solo ser humano. Es Kristian con K, porque así lo decidieron sus padres, de quienes heredó un buen ejemplo de vida.